69 La playa

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Mi alma despega y te busca en un viaje que nunca volverá

Y mientras María José lloraba la muerte de su madre, Brenda se encontraba celebrando su primer aniversario nupcial. Ella, Javier y Paula hicieron un viaje fuera del país. ​

—Tengo un montón de llamadas perdidas de mi hermana— Brenda comentó al estar revisando su móvil— le llamaré.

—Amor, ¿qué acordamos? Cero celulares para este viaje— Javier debatió.

—Lo sé, pero debe ser importante si no, no me molestaría. Pídele de cenar a Paula, ahora vuelvo— se levantó de su lugar. ​

—¿Pido algo para ti?— preguntó antes de que su esposa se retirara.

—Algo ligero. ​No tengo hambre.

—De acuerdo. No te tardes.

Brenda caminó con dirección al baño del restaurante, pero antes de entrar, llamó a su hermana.​

—Aly, ¿qué ocurre?​

—¿Leíste mis mensajes? Te mande el enlace de un video, ¿ya lo viste?​ Llevo todo el día buscándote.

—¿Qué video? ¿Qué mensajes? ¿De qué hablas? Te dije que no quería ser molestada, a menos que fuera importante. ​

—Rompe tu maldita Javi-burbuja y entérate— Alicia desesperó ante la indiferencia de su hermana— se trata de María José, su madre falleció esta mañana. ​

Para Brenda, escuchar esa noticia fue como si un enorme balde de agua helada le cayera encima. Ella había convivido un par de ocasiones con la señora y no podía creer lo que su hermana le contaba. ​

—Mis papás y yo— Alicia continuó— estamos en la ciudad de México porque queremos asistir al funeral, pero necesito que me digas donde localizarla. Le hemos estado llamando, solo que su celular manda directo a buzón ​de voz.

—Desde hace mucho no sé sobre ella— respondió.

—Dame teléfonos, direcciones, todo lo que recuerdes y me encargaré de encontrarla, pero necesito la información y ¡la necesito ahora!— Alicia exigió y finalizó la llamada.

Brenda le envío por mensajes de texto la dirección de la casa de los padres de María José y la dirección junto con el número telefónico de las oficinas del ERUM, no tenía más información. Terminó por entrar al baño y abrió el enlace.​ Se trataba de un video que una persona grabó y subió a las redes sociales. En el se apreciaba a una distancia muy corta, el cuerpo inerte de la señora sobre el asfalto y a María José golpeando sin parar una camioneta de color gris oxford. Se dio cuenta que la noticia se extendió como pólvora y que ya había infinidad de videos; mismo escenario, pero diferentes ángulos. Brenda recordó que debía volver con su esposo e hija, respiró para calmar sus emociones, borró los mensajes enviados a su hermana, lavó sus manos, contó hasta tres y salió del baño.

—¿Todo bien?​— Javier le cuestionó al llegar a la mesa.

—Mi papá se sintió un poco mal, pero ya lo llevaron al hospital.

—¿Quieres que de regreso pasemos a verlos?​

—No es necesario. Dice mi hermana que mañana le darán el alta médica. Solo se le bajó la presión y que con un poco de reposo estará mejor.

Al terminar de cenar, volvieron a su habitación y durante toda la noche, Brenda no logró conciliar el sueño. Solo imaginaba el infierno tan doloroso que María José estaría viviendo y ella no podía estar ahí para consolarla. Entrada la madrugada, se encerró en el baño para leer más noticias de lo sucedido y cerca del amanecer, volvió a la cama. A las ocho de la mañana en punto, Paula y Javier despertaron. Estaban por bajar a desayunar, cuando ella fingió sentirse mal. ​

—Me duele mucho el estómago. ​

—¿Quieres que te lleve al médico?— Javier le cuestionó.

—Prefiero descansar, casi no dormí. Baja con Paula a desayunar y aquí los espero.

—¿Estás segura? Podemos pedir servicio a la habitación.

—También tengo náuseas.

—Bebé, ¿no estarás embarazada?— él colocó su mano sobre el vientre de ella.

—No. ​

—Hola Javi junior, soy papá— él insistió. ​

—¡Basta Javier!— le retiró la mano. ​

—Es broma, pero si es un tema que hablaremos en los próximos días porque quiero que Paula tenga hermanos— tomó la mano de su hija— regresamos en un rato y si te sientes mejor nos alcanzas en el restaurante. ​

Brenda se puso en cuclillas para hablar con Paula.

—Vas a ir con papá a desayunar y yo me quedaré aquí porque me duele la pancita, pero cuando regresen, iremos a los juegos.

—Si mami— la niña le respondió.

Ella y su papá salieron de la habitación. Brenda tomó su celular, volvió al baño y llamó al número telefónico que recordaba. Las dos primeras llamadas se fueron al buzón de voz, pero en el tercer intento, un hombre le atendió. ​

—Hola, buenos días— ella escuchó.

—¿Puedo hablar con María José?— pidió.

—Lo siento, mi hermana no puede atender llamadas. ¿Puedo ayudarte en algo?​

—¿Grillo?​

—¿Quién habla?​

—Soy Brenda Santillán. No sé si aún me recuerdas. ​

—Hola Bren, ¿cómo estás? ¿Ya te enteraste?​

—Sí, ¿cómo está María José?

—Devastada. ¿Vendrás verla?

—Más adelante quizá, ahora me encuentro fuera del país. ¿Puedo hablar con ella? ​

—Mi papá me pidió no pasarle llamadas. ¿Quieres dejar algún recado? ​

—Dile que no hay un día en el mundo que no la eche de menos.

—Ni te imaginas la falta que le haces. ​

—Espero ir pronto, lo prometo. Tengo que colgar, pero dale un abrazo de mi parte.

—Que estés bien, Bren. ​

—Adiós. ​

Las palabras se evaporaron, se condensaron y lloró. Lloró para intentar sacar todo el dolor que aún permanecía dentro de su corazón y se quedó ahí, hasta que escuchó las voces de Javier y Paula cerca de la habitación. La puerta se abrió despacio. Brenda se levantó, lavó su cara y bajó la palanca del inodoro. Ellos entraron y ella salió del baño con una toalla en la mano y secando el agua de su rostro.

​—¿Estabas llorando?— él preguntó.​

—Vomitando.

—Mami, ¿qué tienes?

—Nada princesa, pero que te parece si tú y yo nos vamos a bañar para después salir a pasear, así como ayer.

—Si— Paula se emocionó.

—¿Te sientes mejor?— Javier seguía con las preguntas. ​

—Si mi amor y te daría un beso, pero acabo de vomitar, así que sería algo asqueroso. ​

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