11 Soledad

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Como me gustaba tu carita al bostezar

Al día siguiente y cuando María José despertó, Brenda aún dormía y como tenía algunos mechones de cabello cubriéndole el rostro, decidió acomodarle el pelo por detrás de su oreja. Posterior a ello, sujetó el móvil para revisar la hora; eran las ocho cuarenta y cinco de la mañana. Se levantó y salió de la habitación, muy despacio, para no secuestrar el sueño más bonito que había. Llegó hasta la cocina y revisó la mayoría de las gavetas que, para su buena suerte, el refrigerador y la alacena estaban repletos de cosas e ingredientes; se sintió el mismísimo paraíso culinario. ​

Treinta minutos después y quizá por el ruido ocasionado durante la preparación de los alimentos, Brenda apareció.

—Buenos días cookie— saludó intentando despertar por completo.

—Hola Bren, buenos días— María José se acercó a ella, le tomó la mano y la llevó hasta la mesa donde la invitó a sentarse. ​

—¿Y qué tal dormiste?​

—Muy bien, solo me hizo falta el koala abrazador, pero bien. Tu cama es cómoda. ¿Y tú? ¿No tuviste pesadillas?

—No, nada de sueños feos.

—Espero que el menú sea de tu agrado— empezó a servir.

—¿Qué preparaste?— bostezó.

—Huevos revueltos— colocó platos sobre la mesa— un poco de pan francés, fruta con avena y miel. En tu refrigerador tienes yogurt y jugo de manzana, con eso complementamos. ​

Tomó el vaso de la cafetera junto con dos tazas. ​

—Y, te hice café— sirvió. ​

Dejó sobre la mesa un recipiente con azúcar y después tomó asiento junto a Brenda, quien parecía extasiada por las atenciones. ​

—¿Te gustaría quedarte a vivir conmigo?— bromeó— nadie nunca me había tratado tan bien, bueno excepto mi mamá.

—Tal vez Damián y Javier no estén de acuerdo, pero hagámoslo. ​Vivamos juntas.

—Gracias por quedarte a dormir conmigo.

—Al contrario, gracias por invitarme y por no dejarme volver tan tarde a mi casa.

—Fui muy afortunada al conocerte— Brenda le sujetó la mano y comenzó a acariciarla con su dedo pulgar— salvaste mi vida, me acompañas a funciones nocturnas, me cantas antes de dormir y preparas el desayuno. Eres todo un estuche de monerías. ¿Hay algo más que deba saber sobre ti? ​

—Que compartimos el gusto por las canciones de La Oreja de Van Gogh.

—Esa es la mejor parte, porque ahora tendré acompañante para los conciertos.

—Sería increíble, nunca los he visto cantar en vivo.

—No te creo— Brenda se asombró.

—De verdad. Cuando han venido, no he logrado tener las fechas disponibles.

—Yo solo he ido como a dos eventos, pero te llevaré a uno algún día. Lo prometo.

—Gracias.

Comenzaron a degustar los alimentos.

—Y que te gusta más, ¿cocinar o ser paramédico?— Brenda cuestionó— porque las dos cosas las haces de maravilla.

—Es una pregunta difícil ya que soy feliz desempeñando ambas actividades, pero en definitiva, ser paramédico. Es lo que soy y es para lo que nací— y tú, ¿cocinar o ser locutora?

—A diferencia de ti, para mi es algo fácil de responder porque tengo cero talento culinario, así que elijo ser locutora, amo la radio.

—Y sino cocinas ¿por qué tienes tu alacena repleta de cosas?

—Javier, es el responsable de eso. ​

—¿Él cocina para ti?​

—Está peor que yo, pero compra todo porque dice que como soy mujer debo aprender a cocinar y si no, no se casará conmigo.

—¡Qué gran oferta!— María José exclamó con sarcasmo.

Rieron.

—Y no aprenderás solo con sus buenos deseos— continuó— necesitas clases, lecciones, práctica, etcétera.

—Me he inscrito a varios cursos, pero siempre dejo todo cuando descubro que me va mejor detrás del micrófono.

—Y omitiendo el comentario sexista de tu novio, si quieres yo te enseño. Mi madre nunca ejerció su profesión, pero tienes frente a ti a su mejor alumna. ​

—¿Por qué nunca lo hizo?​

—Ella tenía dos sueños— enumeró— el primero, ser una chef reconocida y el segundo, tener un hijo, pero al ser cosas muy opuestas, sabía que cuando lograra una, debía renunciar a la otra y meses después de su tercer aniversario de bodas, nací yo. ​

—Debiste ser un bebé muy hermoso.

—Ni tanto, nací pesando cuatro kilos, así que te podrás imaginar la bola de carne que fui— volvieron a reír— y en mi casa, nunca faltaron los platillos raros y extravagantes porque a mi mamá siempre le gusta estar experimentando y asistir a cursos, mientras sean para preparar alimentos, ella se inscribe. Nos enseñó a cocinar a mis hermanos y a mí. ​

—¿Qué tal se lleva con ellos?​

—Bien, somos una gran familia. Un papá, dos mamás y tres hijos. ​

—Tú mamá y la mamá de ellos, ¿conviven?— sintió como si le estuviera mintiendo.

—Si ¿por qué? ¿No deberían?

—Creo que es algo extraño esa situación.

—Solo están bajo el mismo techo en ocasiones especiales, navidad, año nuevo, fiestas o en algún evento de algún hospital porque la señora es asistente médico. En pocas palabras, no son las grandes amigas, pero han logrado una sana relación.

—¿Y la señora nunca se casó?

—Lo estuvo cuando mis hermanos eran pequeños, pero años más tarde se divorció. No me enteré bien de las razones, pero creo que el señor maltrataba a los gemelos o algo por el estilo.

—En lo personal, no me imagino conviviendo con una ex de Javier. Pienso que sería un tanto incómodo para mí y más, si se tratara de alguien con quien me engañó y tuvo hijos.

—No sé cómo sea en otros casos, pero en el de ellas, lo han sabido sobrellevar porque entendieron que aquello solo fue una aventura de mi papá.

—Sea cual sea el escenario, yo no podría convivir con una expareja de mi pareja en turno.

—Dos palabras— María José hizo el ademan con sus dedos— madurez emocional. Cuando logres eso, la vida se convierte en un placer y no en una tarea. ​

—¿Me estas llamando inmadura?​

—Un poquito. ​​​

 ​​​

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Cometas por el cielo [Completa]Where stories live. Discover now