64 Otra vez me ha sacado a bailar

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Como imaginar que ibas a curar mis penas

Días más tarde, Samantha volvió a la casa donde había pasado la mayor parte de su vida. Con la muerte de su abuela, alguien debía empacar y llevar a donación todas sus pertenencias. Ella se ofreció a hacerlo y María José la acompañó. ​

—Y este, era su perfume favorito— roció un poco de la fragancia al aire— adoraba su olor a rosas. ​

—Bren usaba uno similar​— recordó.

—No te soy de mucha ayuda en este proceso, ¿verdad? ​

—Todo lo contrario, Sam. Haces más de lo que imaginas— sonrió de manera sutil— por cierto, después de lo que ha pasado estos días, ya no hemos platicado sobre Aranza. ¿Sabes cómo le está yendo en su terapia?

Samantha se sentó a la orilla de la cama antes de responder.

—Al parecer se encuentra en una etapa un poco sensible y no quiere que la vea vulnerable, porque incluso me pidió tiempo para estar sola.

María José tomó asiento a su lado.

—Lo que significa que estoy soltera, por si querías llegar a ese punto y no sabías como abordarlo— le devolvió la sonrisa.

—Sam, no negaré que eres una chica muy guapa y que te convertiste en alguien fundamental en mi vida, pero para ser honesta, no sé si pueda sentir por ti, algo similar como lo que ahora siento por Brenda. ​

—No te pido que lo hagas, pero puedes intentarlo— le sujetó la mano.

—Y sin olvidar que nunca antes me había enamorado de una chica hasta que la conocí.

—Te daré un consejo y quizá te sirva para tus futuras relaciones. No te enamores del género, enamórate de la persona, porque al final, eso es lo que importa— tocó su pecho a la altura del corazón— lo que sentimos y lo que nos hacen sentir. ​

María José mantuvo el silencio y Samantha utilizó el momento tan íntimo que habían creado, para hacer menos la separación y acercarse.

—Un corazón roto se restaura, una herida sana y un recuerdo se olvida— buscó su reflejo en aquellos ojos negros que estaban desgastados de tanto llorar.

Samantha la besó y María José correspondió.

—Solo déjame ir despacio. No quiero correr cuando empiezo otra vez aprender a caminar. ​

—No tengo problema con eso— su emoción fue evidente— y estoy dispuesta a ayudarte.

—También quisiera pedirte un favor.

—Los que necesites.

—¿Podríamos ser discretas con esto?

—¿A qué te refieres?— experimentó un poco de confusión— ¿a ser pareja, pero aparentar ser solo amigas con el resto del mundo?

—Si.

—Pensé que ya habías superado esa etapa.

—En específico quisiera que fuéramos reservadas con Aranza porque hay algo que todavía no te he contado.

—¿Qué pasa?

—Ella está tomando la terapia por ti, para volver contigo.

—¿Por qué lo dices?— no entendió del todo la confesión.

—Porque hace unas semanas la íbamos a suspender por un procedimiento que se negó a realizar y para evitar el castigo, le propuse que asistiera a terapia, pero la motivé diciéndole que, si algún día quería recuperar tu amor, primero debía dejar de ser violenta y eso, solo lo iba a conseguir con ayuda profesional.

—¿Por qué le dijiste eso?— Samantha se levantó de su lugar.

—Porque en ese momento yo estaba tan bien con Brenda, que quería que todo mundo lo estuviera, incluida ella— María José también se puso de pie— y sabía que solo de esa manera Aranza aceptaría.

—Ahora entiendo todo lo que me dijo y porque me lo dijo.

—Perdón Sam, debí haberte contado antes.

—¿Y ahora qué voy a hacer? Cuando por fin estás libre y te convencí de tener una relación conmigo, resulta que mi ex toma terapia para que regrese con ella.

—No estas obligada a volver, al menos no ahora. Aranza te pidió estar lejos, ¿no? Quizá hasta supera su relación.

—En eso tienes razón.

—Solo no quiero que lo nuestro sea un retroceso para ella.

—Si algo he aprendido en todos los años que también asistí a terapia es a dejar que todo fluya, en el cambio siempre está la evolución.

—Así es.

—Respóndeme algo, ¿tú quieres estar conmigo?

—Quiero intentarlo. ​

Samantha la besó en señal de aprobación.

—Con eso es suficiente para mí y por ti, me escondería del mundo.

—Solo ayúdame con el tema de Arantza.

—¿Entonces voy desechando mi fantasía de encerrarnos en tu oficina y desordenar todo?— una sonrisa coqueta más un guiño de su ojo derecho acompañaron la pregunta.

—Aranza también es jefa y desde hace mucho ocupa esa oficina. ¿Tú y ella nunca...?— intentó que Samantha entendiera lo que pretendía comunicarle— ¿en ese lugar?

La chica movió la cabeza indicando negación.

—No te creo.

—Ese lugar nunca me incitó a más, hasta que te vi a ti.

—Entonces sí. Intenta que tus pensamientos se mantengan lejos de esa oficina.

—Trataré. Lo prometo ¿Quieres salir a comer?

—Sí, tengo hambre.

—¿Quieres quedarte a dormir conmigo esta noche?

—Sam, yo...​

—Es broma— la interrumpió— pero si quisieras, puedes hacerlo. Yo puedo dormir en esta habitación y tú en la mía. ​

—Pero nos regresamos mañana temprano, ¿te parece? Quisiera ver a mi mamá antes de ir a trabajar. ​

—¿Algún día me dejarás conocerla?​

María José guardó silencio y recordó la última vez que se la presentó a alguien.

—Por lo general simpatizo bien con las mamás— Samantha insistió. ​

—Prometo que un día la conocerás. ​

—Entonces vayamos a buscar algo para comer. Se me antoja una pizza, ¿tú qué quieres? ​

—Pizza está bien y si es hawaiana, mejor.

—¿A qué clase de personas locas le gusta la pizza con piña?

—La clase de personas locas de las que te enamoras.

—Jaque mate.

—Jaque mate

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Cometas por el cielo [Completa]Where stories live. Discover now