Lo que empieza en Egipto (Bill Weasley)

La nueva jefa.

Bill Weasley se apuró por llegar rápido a la tumba esa mañana, estaba muy consciente de que estaba media hora atrasado, se había quedado bebiendo y charlando con sus otros compañeros.

-Buenos días Martha- saludó a la cocinera del campamento, una mujer grande, de 50 años que le recordaba a su madre.
-Vas tarde guapo.
-Pero siempre tengo tiempo para tu café.

Le dijo riendo y sentándose en una larga mesa que compartía con sus otros compañeros.

-Sabes dónde están todos?
-Ya están por entrar, será mejor que te apures Bill.
-Pero si no hay prisa, Harrison siempre llega a las nueve- dijo refiriéndose a su jefe.
-Quizás te encuentres con una sorpresa...

Bill miró extrañado a la mujer, terminó su café con tranquilidad y se dirigió a la tumba silbando bajo, Harrison nunca se enojaba por los retrasos, él mismo llegaba siempre luego de una hora, pero a Bill igual le gustaba llegar cerca de las ocho en lo posible.
Estaba por entrar a su tumba asignada cuando escuchó una voz gritándole.

-Tú, el de la coleta!

Se volteó confundido, una voz femenina no era común en esos lugares excepto que sea Martha, y no era Martha.

-Me hablas a mi?- le preguntó a una mujer que lo miraba con las manos en la cintura.
-Ves a alguien más?- le contestó molesta- quién eres?
-Quién eres tú?
-Yo soy la que decide si hoy entras ahí o no. Tú nombre?
-Dónde está Harrison?

Ella lo miró sin contestarle, él tuvo que ceder a la presión de sus ojos.

-Soy Bill Weasley.
La mujer revisó unos papeles que tenía, el sol incluso a esa hora de la mañana ya pegaba con fuerza. Bill notó que la mujer en realidad era una chica, de su edad o incluso más joven, su cabello era negro y ondulado, tan largo que le llegaba casi a la cintura, tenía un pantalón corto de mezclilla con una remera blanca musculosa pegada a su cuerpo y una camisa grande encima.

-Weasley William?- preguntó cortando sus pensamientos.
-Si, mis amigos me dicen Bill- esbozó una sonrisa que no fue correspondida.
-A la carpa Weasley.

Bill la siguió y entró en la carpa donde generalmente se reunían luego de trabajar y haber encontrado algo grande, sus compañeros Parker, Edison, Stuart y Morrison estaban ya ahí.

-Como les decía- dijo la chica parándose al frente de todos-Harrison no está más, decidió dedicarse a su familia, está pasando una etapa delicada.
-Y nos mandó una niñera sexy?- dijo Morrison, el más grande del grupo de 40 años quizás, le guiñó un ojo y pasó su lengua por sus labios.

La joven no se inmutó ante el grosero comentario, miró con seriedad a Stuart que se había reído con Morrison y al instante cortó su risa disimulandola con una tos.

-Ojalá hubiese enviado cerebros- dijo mirando a Morrison- aquí hacen falta varios.

Bill se rió ésta vez ignorando la mirada enojada de su compañero, y pendiente en la sonrisa que por primera vez aparecía en el rostro de la chica.

-Harrison Envió su reemplazo, me envió a mí. Soy ____ O'Donnell, y estaré a cargo de éste grupo a partir de ahora.
-Es una broma?
-Me ve reír Morrison?
-Las mujeres no entran a las pirámides.
-Pues mire como sí lo hago.
-Se desatará una maldición si lo hace.

____ tiró hacia atrás su cabeza en una carcajada burlesca, Bill sintió un cosquilleo al mirar sus piernas.

-Si que necesitamos cerebros aquí...- siguió calmada- señoritas, tengo mucha experiencia en pirámides, he trabajado en México, Perú y Latinoamérica en general, en pirámides aztecas y en el Amazonas, en criptas de romanos y castillos de Transilvania y nunca he visto tanto desorden como acá- Bill se sentó recto y se sintió tonto con su pelo largo- la cantidad de muertes es de 25 por año, es una vergüenza si consideramos que en todo América el promedio es de 5 por año.

-Las maldiciones son muchas, es un trabajo peligroso.

-Sé lo que es, y podría ser menos riesgoso si utilizara su varita para cosas útiles señor Edison y no para encender un cigarrillo- los hombres se mostraban molestos, incluso Bill se sintió un tanto brusco con el cambio que se iba a producir- mi trabajo es mantenerlos a salvos, y créanme que me lo tomo en serio, jamás dejo un hombre atrás y necesito que ustedes obedezcan mis reglas.

-Yo no sigo órdenes de mujeres- dijo Morrison- nunca lo hice y nunca lo haré, y ustedes son idiotas si piensan ingresar a una pirámide con una mujer.
-La puerta está abierta para el que desee irse, pero créanme, si se van nunca volverán.

Morrison se paró escupió en el suelo y salió de la tienda, los otros permanecieron sentados sin saber que hacer. En Bill luchaba la lealtad contra sus amigos y su deseo de recorrer las tumbas, pero en verdad Morrison no era su amigo y ése era un trabajo muy buen pago, decidió quedarse, lo mismo que los demás.

-Utilizarán éstos cascos, quizás crean que los artículos muggles son inútiles y no están más lejos de la verdad, necesito que sean rápidos para las maldiciones, no para usar lumos, deben tener sus manos libres, usarán guantes, no es lindo tener muchas huellas ahí abajo, y arneses, usaremos la magia sólo para las maldiciones, respetando el protocolo, las demás pirámides que he observado han sido muy maltratadas, si en ésta no sacamos la misma cantidad de oro que han sacado en otras en las que no han tenido cuidado, más un 50% yo misma presento la renuncia. Arriba señoritas, el sol ya está alto en el cielo!

-Por que "señoritas"?- preguntó Stuart en voz baja pero ____ lo escuchó.
-Eso es un cumplido, pero si prefieren, a trabajar caballeros...

Los hombres salieron, Bill al último y se devolvió cuando lo llamaron nuevamente.

-William, su horario de entrada es a las 8:00 ni un minuto más ni uno menos.
-Lo siento, no volverá a ocurrir, ayer nos quedamos tomando y...

Ella lo interrumpió poniendo el casco en su cabeza.

-Mientras llegue a tiempo no hace falta que dé explicaciones... lindo cabello.

Añadió, Bill se decidió por no cortarlo.