viene(s) y va(s)

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Este capítulo lo resume bien: la nostalgia. Estaba escuchando una canción y me he acordado de ellas, por lo que aunque no lo he revisado, he decidido subirlo. Espero que os guste y que no sea muy tarde.

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Siempre me lo he preguntado: Cómo es posible sentir de una manera tan inmensa la nostalgia.

La gente viene y va y, aunque no es algo de lo que te den apuntes, la vida se empeña en enseñártelo a base de casualidades poco premeditadas. Y aprendemos la lección, pero también nos dejamos a nosotros mismos echarles de menos como si realmente fuesen a volver. Miriam Rodríguez había hecho toda su vida conmigo lo que había querido: Desde niña, había arañado cada rincón de mi piel con su nombre hasta el punto de que creía no poder vivir sin ella.

Y ahora había descubierto que sí: Que era terriblemente duro, que las manos de Rebeca no sabían tocarme de la misma forma y que a veces, pensaba en ella entre los besos de la rubia. Pero solo a veces y la mayoría del tiempo. Supongo, que el resto era una composición de esperanza de que todo algún día cambiaría.

Pero ahora estaba borracha. Y había bebido más de la cuenta porque las canciones de reaggeton no hablaban de bailar y disfrutar aquella noche. Sino que reivindicaban un corazón roto que solamente puede curarse con ginebra. Y verdaderamente, eso era lo que estaba intentando.

Banana, deberías bajar el ritmo— Escuché la voz de Mimi en mi espalda. Las luces de la discoteca vibraban entre mis pasos desordenados. Ya ni si quiera reconocía las voces que sonaban en el estéreo.

— Voy a salir a fumar.— Fue lo único que dije.

Voy yo — Vino después, como un eco. Tampoco le hice demasiado caso. Cerré los ojos cuando mis mejillas se estrellaron contra la brisa nocturna del pueblo. Respiré hondo, llenando mis pulmones de aire como si pudiese agotarse en cualquier momento, y lo dejé salir todo mientras rebuscaba un mechero en mi bolso.

— Toma—dijo. Alcé la mirada y sentí mi corazón estallar de vértigo cuando mis ojos dieron con los suyos. Cierto atisbo de preocupación en su mirada. No sé si era porque estaba borracha o demasiado cansada, pero descifré cierta miga de ese instinto de protección con el que Miriam solía envolverme.

— Gracias—murmuré mientras encendía la llama. El fuego vibraba ante mis ojos, y sin embargo, yo era incapaz de calibrar la puntería bajo mis manos temblorosas.

Y la muy zorra encima se estaba riendo. O al menos, recuerdo cierta sonrisa suspicaz dibujarse en sus labios como si realmente, aquello tuviese gracia alguna:

—Déjame—insistió, arrebatándome el mechero y acercándose a mí más de lo que debería. Si ya estaba lo suficiente ebria, el olor de su perfume me emborrachó aún más. Versace y sudor. Su piel estaba perlada por la aglomeración del interior, y de hecho, algunos de sus rizos se pegaban con rebeldía a su frente mientras que el resto, se removían al son de una brisa que ni si quiera yo misma era capaz de sentir.

— Gracias—susurré una vez pude darle una calada al cigarrillo. El humo arañó mi garganta. Tal vez no había sido buena idea, me sentía cuánto más mareada, aunque tal vez, no era solamente por el tabaco. Quizás su cercanía tenía algo que ver con la insistencia de mi corazón por latir más rápido de lo que debería.

Silencio. Siempre había sido cómodo entre nosotras, pero en aquellos instantes, lo sentía como una carga pesada que me hacía querer salir corriendo. El cigarro se consumía rápido entre mis labios, tal vez, estaba más nerviosa de lo que pretendía aparentar.

— Lo he leído—dijo de repente. Mis ojos temblaron mientras que trataba de agudizar su reflejo. Miriam era una silueta borrosa a mi lado. Y aunque no podía apuntar a verla bien, sus palabras me hicieron temblar.

si fuese fácil.  // Wariam.Where stories live. Discover now