nueve.

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CAPÍTULO NUEVE


Un papel. Por lo menos, cuatrocientas palabras y muchas mas letras llenaban aquel pequeño espacio donde, con prisas y algo de inspiración, había escrito el texto entregado en dirección un par de semanas atrás. Lo había hecho justamente el último día, a unos minutos de acabar el plazo y con las manos sudando de temor.

A lo largo de los meses, escribir se había vuelto mi escape. Supongo que igualmente, esa es la razón por la que estoy aquí sentada, contándote esto: Porque necesito escapar.

Y en aquellos instantes, lo ansiaba más que nunca.

Pero créeme, nunca he tenido aspiraciones más profundas a simplemente dejar de pensar durante unos segundos, y lo curioso era, que cada vez que dejaba la mente en blanco, lo único capaz de romper la calma de mi ansiedad era tu imagen.

Joder.

Me habías besado. O bueno, quizá yo te había besado a ti, pero habían sido tus manos, tu inercia, la que había golpeado mi cuerpo (y todas las fibras de mi piel, haciéndolas vibrar), hasta por lo menos mandarme hasta marte de una patada.

Quizá lo peor no había sido el pacto tácito que habíamos hecho, a la fuerza o queriendo, respecto al tema. Quizá simplemente se trataba de tu mirada cargada de pánico antes de salir de allí, dejándome en un mar de misterios y complicaciones que me era imposible resolver.

¿Había significado algo?

No sé. Supongo que para mi alivio o mi castigo, creí que simplemente se había tratado de una forma de huir; de desahogar tu rabia contra mí. Que yo había sido la persona que tenías más cerca y que simplemente, no te habías parado a pensar.

Porque sí, a veces se trata de eso: Hacemos cosas estúpidas porque no pensamos. Y luego, cuando abrimos los ojos, la realidad es más dura que un cubo de agua fría.

— ¿Lo tienes todo? — Le pregunté a Mimi mientras miraba su maleta, hecha un higo, y luego revisaba la lista que habíamos hecho un par de días atrás.

— Absolutamente todo. — Contestó ella.

Mimi era la pura definición de un torbellino andante, y las pintas que tenía su maleta, no podían encajar más con aquella definición.

— ¿Bikini?

— Sí.

— ¿Toalla, pijama, secador... Eh...? —Fruncí el ceño ante la ilegible palabra con la que mis ojos se encontraron. — ¿Peine?

— Sí, sí, sí y sí.

— ¿Spray antimosquitos?

Ups.

Y antes de que pudiese contestar, Mimi salió en busca del spray como alma que lleva el diablo.

Me vi sola, en mi habitación, y suspiré. Al parecer a nuestra maravillosa profesora de bilogía se le había ocurrido la maravillosa idea de llevarnos de excursión a la montaña para estar en contacto con la naturaleza, pero si soy sincera, antes prefería irme al descampado del pueblo a pasar cuatro días en una cabaña en la que, lo más seguro, te viese a todas horas.

Pero al menos tenía la esperanza de compartir cabaña con Mimi, y si todo salía bien, probablemente, los que se quedasen descolgados de nuestra clase, rellenarían la segunda litera de la habitación.

Lo peor era que aún no se lo había contado a Mimi, y para ser sincera, ni si quiera yo misma sabría verbalizarlo. Había sido mi primer beso, y joder, aún me temblaban las piernas solo de pensar en la forma en la que me habías agarrado y atacado mis labios. Era obvio que tú tenías más experiencia, y te habías jactado de ello en mis labios, jugando con ellos hasta que algo te había hecho reaccionar y el animal que te había poseído había abandonado tu cuerpo.

si fuese fácil.  // Wariam.Where stories live. Discover now