Vino y canciones para olvidar(te)

1.2K 99 26
                                    

CAPÍTULO CUARENTA


Las nubes se perdían entre un triste sombreado a carboncillo. El cielo anunciaba guerra y con una copa de vino y música para olvidar, observé como a veces, el cristal de la ventana acogía a pequeñas gotas de lluvia que se disociaban hasta perderse en la repisa. Los susurros del viento se camuflaban entre esas lyrics de días de vino y rosas y creaban un huracán de pensamientos.

No sé en qué momento había pretendido pensar en ella, pero igual que lo hacía en mis entrañas Ana se había colado en mi cabeza entre una anatomía de versos de James Arthur, acompañados, de vez en cuando con acordes de The National y un slow show.

Había sido dura con ella, lo sabía: Me había rendido al rencor y había pagado la vergüenza con palabras que ya hacía demasiado que había dejado de sentir. Sin embargo, mi teléfono seguía vibrando, con su nombre sobre el escritorio y todos esos mensajes que había ignorado en vano. Por mucho que intentase hacer como que Texas no existía, había construído una vida allí. Y sabía de primera mano que desaparecer sin decir nada no era la solución a mis problemas.

Por eso, entre las canciones tristes que inundaban mi habitación, escuché la voz de Derek al otro lado de la línea:

— ¡Miriam!, joder, por fin...— Alivio, enfado, tristeza... Sentí una coalición de emociones en el tono de su voz mientras que mi corazón se aceleraba con fuerza.— ¿Dónde estás?, he ido a tu casa, pero estaba vacía...

Tal vez la razón por la cual Derek se preocupaba tanto por mí era porque aún no le había dado una respuesta definitiva, algo tan fácil como un sí o un no. Pero ni si quiera yo sabía el rumbo que quería que tomase mi vida. ¿Quería casarme?, no, definitivamente no, pero... la verdad era que tampoco quería estar sola. Estarlo daba miedo, más cuando lo que realmente quería  parecía estar tan lejos y, en realidad, no era más que una prisionera de mis propios pensamientos.

— No estoy en Texas, Der—dije finalmente, notando como mis palabras se balanceaban en un suspiro ahogado. Además, pude sentir como el chico se atragantaba con su propia respiración, e incluso, desde ahí, percibir el acelerado ritmo de su corazón.

— ¿Y dónde cojones estás?

— No puedo darte una respuesta—admití, sincera, cerrando los ojos.

I'm not ready for the weight of us, cantaba Sanders Bohkle, y en mi cabeza, aquellas palabras nunca habían tenido tanto sentido. Construí una decisión entre versos y notas desordenadas mientras hablaba con la última persona que quería hablar en aquellos instantes. No podía dejar de pensarlo: Ojalá fuese ella. Ojalá, Mireya y Mimi, fuésemos Ana y yo. Y cuánto más lo deseaba, más irreal parecía el recuerdo, cuanto más la pensaba y cuánto más la miraba ahora, más imposible me parecía que se tratase de la misma, la misma a la que un día había querido tanto.

— ¿A qué?, ¿A dónde estás? — Insistió él, sin entender muy bien a qué me refería.

— No... — Murmuré, solamente para que él lo escuchase. — A casarme contigo. Ahora no puedo...

— Sabes que voy a esperarte, ¿No? — Me interrumpió. Sentí como algo dentro de mí se rompía mientras que mi visión se nublaba entre resquemores que ya deberían estar olvidados. Las lágrimas cayeron por mis mejillas: Él me esperaba a mí y yo, sin saberlo, la había estado esperando a ella.

— Lo sé—susurré antes de colgar. Silencio. Kodaline sonaba en el estéreo, pero realmente, solamente sentía el silencio correr por mis venas.

Fuera estaba lloviendo. Y si era sincera, no me habría importado salir a la interperie y ahogarme entre el temporal, sin embargo, me dejé llevar por mi madre hasta el coche bajo el paragüas.

si fuese fácil.  // Wariam.Where stories live. Discover now