veintiseis

1.2K 99 20
                                    


CAPÍTULO VEINTISEIS

Veinte llamadas perdidas, cincuenta mensajes sin responder. Los límites de la tecnología y las fronteras que debíamos cruzar para huir de ella.

Cuando abrí los ojos, la pantalla de mi móvil se iluminó en la mesita de noche: marcaba las cuatro de la mañana. Estiré el brazo para apagarlo, cansada, desconcertada y mareada, con un cansancio que me atrapaba en un sueño extraño. Vértigo y ganas de vomitar: una resaca emocional que me había dejado hecha polvo.

Ni si quiera sabía dónde demonios estaba.

— ¿Ana?, ¿Estás bien? — Aquella voz me sobresaltó. No, no estaba en mi casa. Aquella no era mi cama y aquella no era mi habitación. Olvidándome del móvil por un momento, pestañeé un par de veces para fijarme en la tenue luz que se dibujaba frente a mí, en la habitación de al lado. Yo estaba tumbada sobre una cama de matrimonio, las sábanas deshechas y llevaba un pijama que no era del todo mío.

— ¿Dónde estamos?— Le pregunté. Escuché algo moverse, acto seguido: pasos. La anticipación me revolvió el estómago, sabía lo que había pasado, pero al mismo tiempo, era como si hubiese sido un sueño; como si se tratasen de acciones de borrachera llenas de lagunas.

— En mi hotel.— Respondió ella.— Seguimos en el pueblo, pero te quedaste dormida en cuanto te montaste en el coche...— Me explicó ella. Mi madre suspiró con fuerza y se giró para darme un vaso de agua, no me di cuenta de lo seca que tenía la boca hasta que el líquido rozó mis labios.

Estaba agotada, mental como físicamente. Sentía que me había pasado un camión por encima, aunque más bien, se trataba del huracán de malas decisiones que había tomado en aquel último año. Quizás Joaquín tenía razón, quizás... todo había sido culpa mía.

Hacía semanas que no me sentía así, cayendo tan bajo, pero como un viejo recuerdo, todo había vuelto de golpe; demasiado rápido para realmente poder afrontarlo.

— Te llamé yo, ¿Verdad?

La vi fruncir el ceño. — Ana, ¿Qué ha pasado?

Estaba claro, aún no me había pronunciado, pero tampoco me sentía lo suficientemente valiente como para contárselo, por lo que simplemente, negué.— No puedo seguir aquí. Necesito... necesito irme.

— Pero hace unos días dijiste... — Respondió confusa.— ¿Ha pasado algo con...?— Con Miriam, contigo.

¿Qué nos había pasado?, ¿Qué habíamos hecho mal?, ni si quiera supe qué responderle. Probablemente, si le dijese la verdad, mi madre me obligaría a quedarme, y por alguna razón, eso era algo que quería evitar a toda costa.

— ¿Puedes no hacer preguntas?—Le pedí.— Por favor.

Quizás mi madre fue egoísta en aquel momento, pero simplemente, asintió. Le devolví el vaso de agua y, una vez volví a quedarme sola, cogí mi móvil.

Miriam

Ana???
Estás despierta??
Creo que tenemos que hablar

Había pasado un rato tras aquellos mensajes, habías seguido insistiendo y, ante mi ausencia y tu necesidad, habías decidido acercarte a mi casa. Ahí había sido cuando te habías dado cuenta, de que yo no estaba y de que mi hermano estaba en pésimas condiciones como para acordarse. Finalmente, la triste conclusión que habíais sacado era que yo no había llegado bien a casa. Y eso me hizo sentirme terriblemente culpable, pues hasta tu madre me había llamado un par de veces y dejado algún que otro mensaje.

si fuese fácil.  // Wariam.Where stories live. Discover now