dieciséis.

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A/N: Aviso, son las siete de la mañana, acabo de llegar de fiesta y me ha venido la inspiración. No sé qué puede salir de aquí, pero allá que voy.

CAPÍTULO DIECISÉIS

Estaba cansada de buscar errores en todo lo que hacía mal. ¿Por qué?, ¿Dónde estaba el por qué de sus palabras?, ¿Dónde estaba en mal en el bien que hacía?

Te juro que he intentado entenderlo, buscarle las vueltas a todo para averiguar, de una vez por todas, la razón por la cual no podía ser yo misma delante de mi hermano; decir lo que necesitaba decir y gritar lo que debía gritar.

Pero no existía otra que no fuese el rechazo por su parte. Podía imaginarme sus palabras, y era incapaz de dejar de pensar en lo que había dejado caer hacía ya días: No hagas nada que pueda decepcionar a papá.

¿Quererte me hacía ser un fraude?

Mi cabeza daba vueltas como una peonza mientras me miraba al espejo aquella mañana. Llevaba horas despierta, pero no había sido hasta que escuché las voces, que me armé con el suficiente valor para levantarme. No sabía que significaba aquello. No sabía si tenía algo que ver con mi madre o mi padre, pero este, estaba por primera vez en casa.

Escucharle a lo lejos hizo que se me revolviese el estómago. Sabía que debía bajar. Debía comportarme bien y saludar. Pero en cierto modo, me daba miedo. Me daba miedo todo lo que el concepto familia englobaba. No tenía una fija: A veces era yo misma, otras tú, otras Mimi. Incluso tu casa se sentía más hogar que aquello.

Pero los convencionalismos me obligaban a bajar ahí abajo y decir hola.

De repente, escuché golpes en la puerta. El corazón se me aceleró incluso sabiendo que era Joaquín. Genial, más personas frente a las que llevar una máscara; frente a las que no podía, y frente a las que jamás, sería yo misma.

— Ana. ¿Estás lista?

— En seguida bajo.

Escuché sus pasos desaparecer en el pasillo. Segundos después, tomé aire y me levanté, notando mis piernas temblorosas.

Sabía lo que aquellas personas significaban. Significaban mamá. Porque pensaba en ella cada vez que lo hacía en Tenerife. Pensaba en lo mucho que adoraba ella el verano; en sus vestidos, tan horteras que acababan gustándome simplemente porque los llevaba ella; en como solíamos quedarnos en la playa por la noche y como yo me sentaba entre sus piernas y le decía que me contase cosas. Inspiraba, y olía el olor a barquillo del puerto por el que a veces paseábamos. Recuerdo su mano firme y como me llevaba agarrada con fuerza cada vez que salíamos.

Pero también pienso en cómo desapareció sin siquiera decir adiós. Se fue desvaneciendo poco a poco hasta que no dejó nada; ni si quiera esos adornos que había comprado en la feria y que parecía que venían con la casa. Simplemente me soltó la mano y me dejó sola.

A veces, me pregunto si ella me entendería ahora. Dicen que a una madre le puedes contar todo; que es la única persona que no te juzga y que te cuida y quiere de forma incondicional. ¿Era eso cierto?, entonces, no entendía nada. ¿Que tenía yo de malo?, ¿Qué era lo que le impedía quererme?

Las lágrimas se me atragantaron en la garganta y hice mucha fuerza con los labios para no echarme a llorar. No podía hacerlo ahora.

si fuese fácil.  // Wariam.Where stories live. Discover now