diecisiete (p.2)

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Bueno, estoy un poco nerviosa por este capítulo, espero que os guste mucho, jeje. Es la primera vez que escribo algo así y :))

Espero que no se os haga muy largo.

CAPÍTULO DIECISIETE

A veces, cuando parece que se acerca la tormenta, llega la calma. Una calma que dura unos segundos hasta que de repente, el tornado te arrastra sin temor, llevándose por delante absolutamente todo lo que se cruce en su camino. Inquieta, mi mente tramaba un millón de teorías que se revolvían alrededor de ti: El maldito y asqueroso centro de mi sistema solar. Tú, con esa sonrisa que hacía girar todos mis planetas; mis esquemas y mis inseguridades, como una noria a velocidad máxima. Y por eso, era normal que acabase con unos dolores de cabeza de la hostia.

No había nada que odiase más que la incertidumbre; pero no el no saber en general, sino ese momento previo a que algo suceda: Cuando tu estómago se revuelve con pavor y tu corazón bate con tanta fuerza que parece que va a hacerse un hueco en tu pecho y a salir disparado.

Así me sentía yo aquella mañana mientras me miraba al espejo, con el vestido delante de mi cuerpo, y sintiéndome, de forma momentánea, insegura. Me hacía demasiado delgada, y sobre todo, me hacía expuesta. Me hacía sentir una especie de frío en pleno julio que no tenía ni la más remota idea de cómo gestionar.

— Te queda increíble.

Me giré sobresaltada al ver a mi tía Noemí apoyada en el marco de la puerta. No estaba acostumbrada a que hubiese gente en mi casa a aquellas horas, y mucho menos, que se dignasen a subir a mi habitación para buscarme. Suspiré. Su halago rebotó contra mi coraza.

— Estoy planteándomelo.

Noemí me miró confusa. —¿Qué quieres decir?— Sin invitación alguna invadió mi habitación y se sentó en la cama. Me sentí atacada. Bueno, quizás tanto como eso no, pero era raro. Era muy raro eso de tener a alguien que se preocupase por un maldito vestido.

Durante unos segundos, el pensamiento de mi madre me atacó con la guardia baja, pero logré obviar mi atención en ella para centrarme en mi tía, que aun me miraba expectante.

— Da igual.— Me escondí. Dejé el vestido sobre la cama y volví a mirarme en el espejo. ¿Qué demonios me pasaba?

— Ana, cariño.— Mi tía apenas me conocía, pero aún así, parecía que mis intentos por huir de la conversación que se avecinaba iban a ser en vano; que ella no se iba a rendir tan fácilmente. — Eres preciosa. Y el vestido es increíble, pero no solo eso: Te queda impresionante.

No quería mirarla. No quería hacerlo porque me sentía indefensa, porque había entrado justo en el momento en el que tenía todas mis guardias bajas y... no sé, quizá simplemente me estaba inventando un millón de excusas para no tener que afrontar la realidad: Una realidad llena de miedos que me impedían avanzar hacia delante; una inercia que me empujaba hacia atrás con tanta fuerza que me hacía temer volver al principio.

— ¿Vas a ir con alguien a la fiesta?— Me preguntó entonces. Ahí fue cuando me di cuenta de lo diferente que sería todo si tú fueses un chico: Podría perfectamente decirle a mi tía que tenía una cita, como la mayoría de chicas de mi edad que comenzaban a sumergirse en el magnético mundo del amor o lo que quiera que fuese aquello. Sin embargo, yo tenía dos verdades: la verdad era que iba con mis amigas, y la VERDAD era que iba con mi... ¿Novia?, novia, sí, y otras amigas, que, simultáneamente eran algo raro. Pero eso era mucho más difícil de explicar, por lo que me limité a suspirar:

si fuese fácil.  // Wariam.Where stories live. Discover now