Prologo

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Era un día como cualquier otro y tres niños jugaban con gran energía y alegría en el patio de la mansión Uzumaki a la vista de su siempre atenta madre. El lugar no era tan grande como los complejos que ocupaban otros clanes de Konoha, pero igual resultaba enorme para las únicas cuatro personas que vivían allí.

Primero estaba Menma Namikaze, un niño de cabello rubio y un peinado tan rebelde como su actitud. Para muchos era la viva imagen de su padre y no podía culpárseles, ya que solo se diferenciaba por unas marcas en su rostro que parecían bigotes de zorro. Con cinco años ya tenía bien definido su sueño, el cual era ser el Hokage de su aldea.

A su lado estaba su melliza, Natsumi Namikaze, una niña de cabello largo y lacio como el de su madre, que brillaba con el indistinguible color rojo que caracterizaba al clan de esta. También contaba con unas marcas faciales que le daban un aspecto zorruno, el cual era potenciado por su mirada pícara. Ella era igual de impetuosa que su hermano y compartía sus sueños.

Lo único malo del par era que tendían a meterse en muchos problemas y hacían muchas travesuras.

Su objetivo no era otro que su hermano mayor, Naruto Namikaze, o más bien Naruto Uzumaki, pues el niño había declarado que prefería llevar el apellido su madre sobre el de su padre. Después de todo, sentía que solo le debía respeto a Kushina por ser la única que le crio.

El joven era rubio como Menma, pero su cabello era liso y largo al punto que llegaba hasta sus hombros. Una de sus particularidades, era que a sus 7 años, Naruto era mucho más alto que otros niños de su edad. Contaba con un desarrollo físico excepcional que hacía parecer que en verdad había nacido para ser un shinobi, ya que estos comenzaban sus carreras a muy temprana edad.

La personalidad de Naruto le ayudaba a soportar sin problemas las bromas de sus hermanos, ya que ante todo, le encantaba jugar con ellos. El chico era paciente, valeroso, analítico y siempre hablaba de lo fuerte que quería hacerse para también volverse Hokage.

Con shuriken y espadas de juguete los niños "entrenaban" y competían para ver quien alcanzaría primero dicha meta. Kushina veía muy contenta la escena. Le hacía feliz que sus hijos se llevaran tan bien. Sin embargo, la sonrisa que enmarcaba dicho sentimiento era más bien una máscara. Una simple facción que ocultaba un pesar que oprimía en su alma y una soledad que a veces le ahogaba.

Cualquiera se preguntaría como es que eso era posible, no solo por el hecho de tenia la compañía de sus tres hijos, sino porque también contaba una belleza le permitía tener a cualquier hombre a sus pies. Sin embargo, ella rechazaba cualquier acercamiento de los múltiples pretendientes que buscaban su mano.

La respuesta más obvia para muchos era que la pasión interna de la mujer había muerto con su antiguo esposo, Minato Namikaze, quien también era conocido como el Yondaime Hokage, el héroe de Konoha que se había sacrificado por el bienestar de la misma.

No estaban muy errados, pero la razón de los suspiros de Kushina era otra. No había que ir muy lejos para encontrarla, ya que de hecho la tenía en frente.

Eso hacia especialmente difícil que la Uzumaki vigilara y cuidara de sus hijos, pero ellos no eran los culpables de su corazón roto, por lo que se comprometió con mucha diligencia con la tarea. Ninguna otra persona haría bien el trabajo y ellos eran demasiado especiales como para dejar que algo les pasara.

Naturalmente toda madre considera que sus hijos son especiales, pero los jóvenes Uzumaki estaban por encima de la media. Para explicarlo mejor hay que volver a una de las noches más oscuras de Konoha, esa en donde el Yondaime Hokage tuvo que verse en una muy difícil y complicada decisión.

Esa noche, poco después del nacimiento de Menma y Natsumi, un enemigo enmascarado ataco el escondite que había sido preparado para el parto de Kushina.

Naruto el remolino relampagueanteWhere stories live. Discover now