Caminó hacia las puertas dobles con el bolso de deportes en mano, respirando profundamente antes de cruzar el marco de las puertas. Se estaba haciendo más fácil, pero todavía hacía que su corazón hiciera algunas locuras. Él trató de sacudirse la piel de gallina amenazando con hacer ondas a través de su cuerpo, recordándose a sí mismo por qué estaba ahí esa vez. Ayudaba si tenía un propósito, una razón para estar ahí. «Se lo prometiste a Liam, le prometiste que dormirías». Y entonces continuó poniendo un pie en frente del otro, llevándose a sí mismo más adentro del imponente edificio y llegando a parar en frente del escritorio de bienvenida, donde su enfermera favorita estaba sentada.

  —¡Theo! —exclamó felizmente, poniéndose de pie y yendo alrededor del mostrador para darle un abrazo, pero no antes de inspeccionarlo primero, ojos achicándose un poco al ver el bolso.

  —Hola, señora- Melissa —enmendó después de que ella le echara una mirada—. ¿Está el doctor Geyer aquí?

  Ella sonrió y asintió.

  —Dirígete hacia abajo, le haré saber que vas.

  —Gracias —dijo, y aceptó un abrazo más de la bondadosa mujer antes de hacer su camino hacia la oficina que se había convertido en un apreciado refugio seguro para él.

  Una vez que alcanzó la puerta, solo se quedó afuera por un momento, no porque estaba nervioso o asustado, pero porque, una vez que pasara a través de la puerta, su vida iba a cambiar de nuevo, con suerte, esa vez para lo mejor.

  Cuadrando sus hombros, tomó un último respiro y le dio vuelta a la manija para entrar a la habitación.

  El doctor Geyer había estado recostado en su silla, bata blanca colgada en el perchero a su lado en la esquina, manos cruzadas en su regazo.

  —Me estaba preguntando cuánto tiempo estarías de pie fuera de la puerta —dijo con una sonrisa conocedora.

  Theo se volteó para cerrar la puerta antes de girar de vuelta y hacer su camino al sillón. Puso su bolso en el espacio entre el reposabrazos y el escritorio, guardándolo cuidadoso para que no fuera una carga.

  —Sé que no tengo ningún derecho a preguntar —empezó Theo titubeantemente, ojos mirando abajo—. Pero le hice una promesa a Liam.

  El doctor Geyer fue a sentarse en el sillón a su lado.

  —¿Tú y Liam hablaron? —preguntó ansiosamente.

  Theo lo miró con una ligera sonrisa en su rostro y subió y bajó su cabeza unas cuantas veces. Los ojos del doctor revolotearon abajo hacia la camiseta que todavía llevaba puesta, una expresión de cariño iluminando sus rasgos.

  —Me dijo sobre el episodio —dijo, haciendo que Theo se encogiera.

  —Nunca pude decir gracias por decirme, por cierto… Lo alcancé justo a tiempo, antes de que de verdad se cerrara. Hiciste bien, Theo —elogió con unas palmadas gentiles en la espalda.

  Theo se encogió de hombros.

  —Solo quería asegurarme de que estaba bien.

  —No lo estaba, pero sí lo está ahora —el hombre confirmó—. ¿Qué le prometiste?

  Theo miró hacia abajo de nuevo, pero resumió contacto visual después de unos momentos.

  —Le prometí que dormiría —susurró, recibiendo un pesado suspiro del doctor Geyer.

  —¿Él sabe?

  Los ojos de Theo se pusieron como platos y sacudió su cabeza agresivamente.

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