26. Destino definido

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Kaira le ordenó a las Gerudo que cuiden al príncipe que las gobernaría y que lo formen para que sea a imagen y semejanza de ella, es decir, que lo eduquen con malicia y soberbia, pues con esas armas nadie iba a pisotearlo.

Las mujeres, a pesar de ser ladronas por naturaleza, nunca estuvieron de acuerdo con el actuar de su reina, pero por el simple hecho de ser Gerudos, tenían la obligación de ser leales y no tuvieron más remedio que acoger al recién llegado príncipe y educarlo como su madre había indicado.

Antes de morir, la reina le entregó a su hijo a la más fiel de sus mujeres, una joven llamada Nabooru, quien siempre fue su mano derecha. La mujer tomó al bebé en sus brazos y escuchó atentamente las últimas palabras que su soberana dirigió hacia ella y las demás Gerudos.

- Recuerden... serle fiel a su nuevo gobernante... Ahora he comprobado... que la leyenda ha sido cierta, a pesar de que se dio miles de años después, en vez de cien, como lo indica. – afirmó, con voz jadeante.

- Así es, majestad, este varón será nuestro actual gobernante, y en nombre de nuestro clan juro que me encargaré personalmente de su educación. – indicó Nabooru.

- Sé que puedo contar contigo para esa labor... pues siempre has sido mi más fiel servidora.

- Así ha sido siempre, mi reina, pero necesito me indique cómo llamarlo.

- El mismo nombre que sus generaciones pasadas... Ganondorf.

Luego de esas palabras, dio su último aliento y abandonó el mundo.

...

El cuidado y educación de Ganondorf fue encargado por Nabooru, tal y como se lo había prometido a la reina en su lecho de muerte.

La joven pudo notar que a medida que el príncipe crecía, la maldad de su corazón salía a flote de manera natural. Había cosas que ella ni siquiera le había enseñado y parecía haber nacido con esos aprendizajes.

Ganondorf desde pequeño mostró interés por las situaciones violentas, como ejecutar golpes de estado, guerras, destrucciones a otros reinos, y sobre todo la obtención de un poder desconocido, que ni él mismo entendía.

Un día, Nabooru se sorprendió al descubrir que el soberano practicaba magia, y a media que la perfeccionaba, realizaba un sin número de hechizos desconocidos, pero otra cosa que le sorprendía, era que Ganondorf se frustraba en cada práctica.

- ¿Qué es lo que le sucede, príncipe? Lo noto incómodo.

- ¿¡Acaso no te das cuenta!? ¡Se supone que heredé el don de la hechicería y no puedo sacar a flote mi verdadero poder!

- Pienso que con la práctica lo logrará.

- ¡Sí que eres estúpida! Siento que algo me hace falta para ser más poderoso. Tengo la sensación de que he perdido algo valioso y que es lo único que permitirá descubrir mi verdadera fuerza. ¡Maldición!

Nabooru estaba anonadada, no comprendía cuál era ese poder que el príncipe tanto anhelaba, cuál era esa falta que tenía si aparentemente lo tenía todo.

...

Llegó el día en el que Ganondorf se convirtió en rey, y al igual que su madre, fue un soberano prepotente y mal tratante, hasta el punto que asesinó a algunas de las Gerudo que lo contradecían, aterrando enormemente a las servidoras que aún quedaban en el Templo del Espíritu.

Una noche en la que Ganondorf se encontraba meditando sobre cuál era la falta que tanto lo aquejaba, vinieron a su mente una serie de imágenes.

Almas unidasWhere stories live. Discover now