50. La sagrada bestia de ojos azules

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La noche en la sagrada tierra de Hyrule era distinta a las habituales, pues ahora ni la luna y las estrellas se habían asomado a presumir su belleza, sino que negras nubes de tétrica imagen formaban un gran manto, causando que el ambiente se torne turbio y llene de pánico y desolación a los habitantes de la ciudadela, los que seguían terriblemente consternados y dolidos por la catástrofe que había ocurrido ese día, donde muchos de sus familiares y amigos habían muerto; de como la princesa, a quien admiraban y respetaban por la bondad de su alma, había entregado su amado reino al ser más despiadado de todos los tiempos.

Montado en su corcel, dirigiéndose a la frontera de la región de Lanayru, se encontraba el marqués, dispuesto a cumplir con lo que se había propuesto. En sus adentros estaba preocupado por el paradero de su esposa e hija, pero a pesar de eso estaba seguro de que si habían logrado escapar al sitio que había asignado para que se protejan.

Mientras el joven seguía con su camino, a lo lejos visualizó a un individuo, que al igual que él estaba montando un caballo, con la única diferencia con que este se encontraba detenido bajo las ramas de un árbol. El marqués desvainó su espada, pensando que podría tratarse de uno de los esbirros de Ganondorf, pero una vez que estuvo más cerca, se dio cuenta de que era un hombre sumamente conocido para él.

- Es el sabio Rauru...

Cocu se bajó del caballo para acercarse hacia él, pero en ese momento, el hombre desvainó su arma pensando que se le acercaba un enemigo. El joven lo tranquilizó.

- Tranquilo, señor Rauru. Soy Cocu, uno de los marqueses del reino. – aclaró con seriedad.

- ¡Qué gran susto me diste, muchacho! – exclamó Rauru, aliviado.

- Me alegra saber que se encuentra con vida, que pudo escapar de los horrores que han ocurrido. – comentó el marqués, consternado.

- No fui el único que logró escapar, pues antes de irme ayudé a huir a algunos de mis vecinos por un pasadizo secreto que tengo en mi hogar. Todo lo que ha sucedido ha sido una completa catástrofe, nuestro amado reino en manos de ese maldito usurpador. Todas las tragedias del pasado se están repitiendo. – dijo, sintiendo impotencia.

- Yo todavía no logro asimilar lo que ha ocurrido, pero estoy seguro de que ni los reyes ni Zelda tuvieron nada que ver. – comentó Cocu, con firmeza.

- La princesa fue manipulada por ese rufián, de eso no hay ninguna duda, pues desde la lejanía pude percibir como la oscuridad manipulaba su alma; y referente a los reyes, estoy seguro de que están encerrados. Las intenciones de ese hombre es ejecutarlos a todos, pues él solo sabe presumir su poder por medio de esas bajezas.

- ¡Nada de eso puede ocurrir! ¡Link es el único que puede vencerlo y aún no ha regresado! – expresó el joven, desesperado.

- Talvez Ganondorf le ha puesto un montón de trabas para atrasar su regreso. Es tan cobarde que en vez de enfrentarlo lo aleja para poder seguir con sus planes. Aún sigo impactado por todo lo que ha sucedido, todas las vidas que se ha cobrado ese infeliz... y hablando de eso, me enteré de que hoy nació tu hija, espero que tu esposa y ella estén bien.

- Por suerte dejé organizado todo para que escapen, pues desde que hubo esa explosión tuve un mal presentimiento, y para no arriesgarlas las envié con la sirvienta a una casa que tengo al otro lado del reino.

- Me alegro de que hayas podido salvar a tu familia, pues esos desalmados no tuvieron piedad con nadie. En estos momentos me estoy dirigiendo a la región de Eldin, estoy seguro de que esas tierras aún no han sido invadidas. Tengo que advertir al alcalde y a todos sus habitantes, sino ocurrirá lo mismo que el palacio y sus alrededores.

Almas unidasWhere stories live. Discover now