7. Buenos amigos

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Link entró a su cuarto completamente agitado. Sus mejillas estaban enrojecidas y su corazón latía fuertemente. Se sentía tan sofocado que se quitó rápidamente la chaqueta y se arrancó la corbata que tenía por dentro.

La imagen de Zelda vestida de forma tan provocativa lo había desequilibrado en sobremanera. Jamás en su vida se había sentido así frente a una mujer, sobre todo ante una tan hermosa y atractiva como su esposa.

¿Qué hubiera pasado si le tomaba la palabra? ¿Si después de todo no hubiera salido de la habitación, permitiendo que las delicadas tiras de su bata resbalaran por sus hombros? Desconoce si hubiera podido controlarse con semejante imagen, con una mujer tan bella... suya.

El calor seguía en aumento y apoderándose del cuerpo del joven, así que rápidamente entró al baño y se dio una larga ducha de agua helada, antes de irse a dormir.

...

A la mañana siguiente, Zelda salió de su habitación para desayunar, había amanecido con mucha hambre. Al llegar al comedor se encontró con Link. Ambos jóvenes se miraron avergonzados, pues recordaron la peculiar situación que pasaron la noche anterior, en la que por poco duermen juntos.

La dama desvió su mirada a la mesa, y grande fue su sorpresa al ver que encima de esta había una gran variedad de comida, deliciosos pasteles, leche fresca y encantadoras frutas.

- Buenos días, Zelda.

- Buenos días, Link. ¿Y esto? ¿A qué hora llegaron los sirvientes?

- Lo preparé yo mismo. – admitió con una sonrisa.

- ¿En serio? No imaginaba que supieras cocinar. – respondió, sorprendida.

Link se acercó a la silla de su esposa y la retiró indicándole que se siente, mientras que ella, sonrojada, se sentó. Después de eso, Link tomó asiento frente a ella.

- Aprendí a cocinar en mi adolescencia. La verdad lo hacía a espaldas de mis padres, pues ellos decían que esa no era una actividad para un príncipe, así que a escondidas les pedía a los sirvientes me enseñaran. Hubo ocasiones en las que me descubrían y se enojaban conmigo, pero al final ya dejaban de reprenderme por eso.

- Vaya... me siento sorprendida. Yo también hubiera querido aprender a cocinar, solo que mis padres jamás me lo permitieron. Aprendí a preparar algunos postres a escondidas de ellos, pero aparte de eso no sé hacer nada más. – dijo, apenada.

- Cocinar no es nada difícil. Y si tú lo deseas, te puedo enseñar. Ahora que eres mi esposa, no habrá nadie que te lo prohíba.

Link se sonrojó enormemente al haberse dado cuenta de la palabra que salió de su boca, pues era la primera vez que se refería a la princesa como "su esposa". Zelda, por su parte, se sintió nerviosa al escucharlo llamarla así, pues para ella eso tenía un peso enorme sobre sus hombros. El príncipe se dio cuenta de la incomodidad de la joven, así que trató de cambiar el tema para distraerla.

- Será mejor que comas, espero que te guste.

- Gracias.

Los jóvenes empezaron a desayunar, y mientras lo hacían, Link no le quitaba la vista a su esposa. Era la primera vez que estaban completamente solos y conversaban de un tema en particular. Cuando le dijo que le iba a enseñar a cocinar, le nació un fuerte deseo de mostrarle a la dama mucha más cosas del mundo.

- Está delicioso, muchas gracias. – dijo Zelda.

- No agradezcas, lo hice con mucho gusto.

Por primera vez la princesa le sonreía cálidamente. Link no pudo evitar sentirse emocionado al verla así, pues ella siempre demostró ser amable, pero distante con todos, especialmente con él.

Almas unidasWhere stories live. Discover now