8. Más allá del deseo

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Link y Zelda ya estaban muy apartados del castillo de Hyrule. En ese momento se encontraban caminado con la yegua en un frondoso bosque, dicha vegetación pertenecía a la región de Farone. Link conocía perfectamente esa región, pues en su familia tenía una cabaña que habitaban en el verano desde que él era niño.

- Esta es la región de Farone, ¿verdad? – preguntó la princesa.

- Así es, Zelda, quise traerte aquí primero porque es un lugar precioso lleno de flores y animales silvestres, además este lugar guarda recuerdos de mi infancia. Aquí venía con mis padres en el verano y habitábamos una cabaña que perteneció a mis abuelos, los antiguos duques de Ordon.

- Me gusta este sitio, se ve que es muy tranqui...

La conversación de la pareja fue interrumpida por unas flechas que cayeron frente a la yegua, causando que esta se espante enormemente.

- ¡Calma, Epona! – gritó alarmado.

Detrás de ellos aparecieron tres bokoblins, con grandes espadas, arcos y flechas; tenían todas las intenciones de atacar a los jóvenes. El príncipe, enfurecido, se bajó de Epona, desvainó su espada para enfrentarlos e impedir que le hagan daño a su esposa.

- ¡No, Link! – rogó angustiada.

- ¡No te bajes de la yegua, Zelda! Yo me encargaré de ellos. – ordenó con ímpetu.

Link se puso en guardia y empezó a pelar con los monstruos. Al principio fue muy sencillo golpearlos, pero a medida que pasaba el tiempo estos aumentaban sus fuerzas. Se sentía preocupado, temía que algunos de esos indeseables seres lastimen a la princesa. Estaba agotado, pues el viaje había sido muy pesado, sobre todo para él, que era el que llevaba las riendas del corcel.

Sin tenerlo previsto, perdió el equilibrio y cayó al suelo, y antes de que se diera cuenta, uno de los bokoblins ya se estaba lanzando encima de él con su espada con la intención de aniquilarlo. Link cerró los ojos esperando lo peor, pero grande fue su sorpresa, al ver que una barrera de luz lo estaba protegiendo... y al darse la vuelta, pudo descubrir a la persona responsable de dicha protección.

- Zelda... – dijo con voz ahogada.

La princesa estaba haciendo un peculiar movimiento con sus dedos con el fin proteger a su esposo de los ataques, luego sacó de su bolso un arco y una flecha para atacar a los monstruos, ahuyentándolos de su camino. Una vez que los bokoblins se marcharon, Zelda esfumó la barrera de luz y se acercó a Link para ayudarlo a levantarse del suelo.

- ¿Estás bien? – preguntó, preocupada.

Link no podía inmutar palabra, su rostro estaba pálido al ver lo que su esposa fue capaz de hacer.

- Zelda... ¿Qué... qué fue eso? ¿Cómo lo hiciste? – preguntó, entrecortado.

La princesa agachó la cabeza avergonzada, y con dificultad respondió su pregunta.

- Eso fue magia.

- ¿Magia?

- Sí, yo nací con este don, solo que lo he mantenido en secreto, pues mi padre, por alguna extraña razón, me prohibió que lo practique; lo mismo pasa con el arco y la flecha, desde niña mostré un enorme interés por aprender a usarlos, pero también me fue censurado, así que a escondidas empecé a entrenar hasta que mejoré mucho mi técnica.

- ¿Practicabas sola? ¿Sin un instructor?

- Así es, extrañamente jamás necesité uno, desde que tomé un arco y una flecha por primera vez, sentí que ya sabía usar esa arma. Talvez, así como heredé el don de la magia, también pasó lo mismo con mi habilidad del tiro con arco.

Almas unidasWhere stories live. Discover now