13. Marido y mujer

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En el tiempo que la princesa estuvo en reposo por su tobillo lesionado, Link decidió tomarse esos días libres para cuidarla y que sane rápidamente, incluso pospuso sus misteriosas salidas nocturnas por la ciudadela. A pesar de que se sentía preocupado de velar por la seguridad de su pueblo bajo su anónima identidad, no podía dejar de lado la salud de su amada, pues ella era su mayor prioridad.

En todo ese tiempo, donde el príncipe la cuidó con inmenso cariño, Zelda se sintió encantada al ver las atenciones que tenía con ella. El joven ni siquiera permitía que las sirvientas le prepararen su comida o le den sus medicinas, él se encargaba personalmente de eso y también la acompañaba por las noches en su habitación hasta que se quedaba dormida. Aunque en su vida seguía presente la fuerte convicción de no aferrarse al amor, era inútil, ya no podía engañarse a sí misma... estaba muy enamorada de su esposo y lo deseaba con insaciable locura; se había convertido en una necesidad en su vida.

...

Una mañana, cuando los cálidos rayos del sol cubrieron el hogar de los príncipes, Zelda estaba totalmente recuperada de su dolencia y lista para retomar sus actividades.

- Te agradezco todas las atenciones que tuviste conmigo, esa fue la razón por la que me curé rápidamente. – dijo, sonriendo dulce.

- Lo hice con mucho gusto. Qué bueno que ya estés mejor. Hoy empezaremos a entrenar, así que creo que es mejor que utilices esto.

Link le dio a su esposa una pequeña caja. Dentro de esta había un traje de esgrima enterizo color azul con blanco, que estaba hecho de un material flexible, fácil de adaptarse a la forma del cuerpo.

- Es mejor que lo uses para que no estropees tu vestido. Póntelo mientras yo te espero en el jardín.

- Gracias, bajaré en unos minutos. – dijo sonrojada.

Link se retiró de la habitación para darle privacidad a su esposa, mientras que esta se colocaba con cuidado el especial traje que le habían dado.

...

El joven se encontraba caminando de un lado a otro y de forma pausada, esperando la llegada de su esposa, se sentía ansioso por enseñarle todo lo que él había aprendido desde niño, aunque también estaba feliz de compartir un agradable y enriquecedor momento con ella.

- Ya estoy lista.

Link se dio la vuelta y la imagen que tuvo ante sus ojos lo dejó impactado. El traje que usaba su esposa se ajustaba perfectamente a su cuerpo, permitiendo que se deleite con el camino de sus curvas; ella había abandonado su peinado habitual por una larga cola agarrándole todo el cabello y unos cuantos mechones cayendo en su rostro. No pudo evitar tener pensamientos muy subidos de tono al tenerla frente a él. Su belleza interna lo tenía cautivado, pero su belleza física lo volvía loco.

- ¿Me veo mal? – preguntó nerviosa.

- Para nada, te ves... increíble. – dijo sonrojado y entrecortado.

La princesa se ruborizó en sobremanera al escuchar semejante halago de los labios de su esposo. Más que la palabra fue el tono lo que la erizó.

- Gracias, Link.

- Bueno, es mejor que empecemos a entrenar, pero antes quiero darte esto.

Link le entregó a su esposa un majestuoso florete, cuya empuñadura era de una aleación de oro con otro metal precioso desconocido, mientras que el filo estaba hecho con un acero fino, pero indestructible. Zelda se maravilló al empuñar tal arma.

- ¡Qué hermoso florete! ¿Dónde lo conseguiste?

- Lo compré en una tienda de antigüedades. Según el encargado, hace miles de años perteneció a una gran guerrera de este reino. Me interesé mucho por la historia del florete, pero el hombre no mencionó mucho. Empezó a hablar sobre una leyenda que tenía que ver con el arma, pero no recordaba casi nada. Al parecer la edad le estaba afectando, pues ya era muy anciano.

Almas unidasWhere stories live. Discover now