24. Nefasta revelación

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El príncipe seguía tocando la puerta con verdadera desesperación. No comprendía cómo Ilia había sido capaz de crear tal escenario para desprestigiarlo con su esposa. Eso no solo lo provocó que lo invada una enorme rabia hacia esa ella, sino que jamás la iba a perdonar que por su culpa su amada estuviera sufriendo.

- ¡Zelda, necesito que me dejes hablar, por favor! Yo salvé a Ilia de morir en manos de unos Moblins y fue ahí me quitó el antifaz, luego no sé qué hizo, pero perdí el conocimiento. También estoy seguro de que ella robó el anillo. Te juro que las cosas son así. ¡Créeme! – suplicó entre lágrimas.

- ¡Basta de mentir! Esa mujer ha aprovechado algunas ocasiones para acercarse a ti, además estos cambios que has mostrado las últimas semanas, como la mentira de la vez pasada, cuando supuestamente tuviste la reunión con el Ministro de Comercio. Ya tengo todo claro, tú ya te estabas entendiendo con ella y por eso pasaron la noche juntos.

- ¡Yo no me he acostado con ella! La única mujer con la que he dormido ha sido contigo; y referente al ministro, te juro que fue para ocultarte lo del anillo, quería sorprenderte y por eso mentí.

- ¡Déjame en paz, no quiero seguirte escuchando! ¡Déjame sola!

Link no quería que su esposa siga alterada, por eso decidió que lo mejor en esos momentos era dejarla sola.

- Está bien... te voy a dejar sola para que estés tranquila, pero por favor, te suplico que ya no llores. Me rompe el corazón que sufras de esa manera.

- No digas mentiras, si así fuera no me hubieras lastimado de esta forma. Vete, no quiero hablar contigo.

Totalmente devastado, Link se alejó de su recámara. Tenía tantos deseos de tumbar la puerta y pedirle a su esposa que recapacitara, pero al mismo tiempo no quería que se siga perturbando, pues así no haya sido su culpa, él era el causante de su sufrimiento.

...

Al día siguiente el príncipe estaba sentado en uno de los muebles de la sala recordando el horrible momento que vivió recientemente, se sentía tan consternado, que ni siquiera durmió en toda la noche. También le dio el día libre a la servidumbre para que no se enteraran de nada. Por suerte, todos dormían puertas afuera.

Una vez más decidió encaminarse hacia su habitación para hablar con Zelda, tenía que convencerla de que él no era culpable de nada, pero cuando se disponía a abrir la puerta, pudo ver ella salía con el rostro ojeroso y consumido por las lágrimas.

- Qué bueno que estés más tranquila... te pido que hablemos sobre lo que ha pasado. – pidió Link, hablando sereno.

- Link... ayer estuve pensando toda la noche y he tomado una decisión referente a nosotros.

- ¿Decisión?

La joven se sacó el anillo de bodas y se lo entregó a Link. Esa acción provocó que él sienta una dolorosa punzada en el pecho.

- No... – dijo al borde de las lágrimas.

- Pido la anulación de nuestro matrimonio, no quiero seguir a tu lado después de tu traición. – indicó con firmeza.

El príncipe quedó impactado con las palabras de su esposa, le rogaba a las Diosas que nada de lo que estaba pasando fuera cierto, pero lamentablemente todo era una triste y dolorosa realidad. Fue tan brutal el golpe que recibió que se alteró en sobremanera y agarró a su esposa de los hombros para empezar a reclamarle descontrolado.

- ¡No puedes hacer eso! Nuestro matrimonio ha sido bendecido por las Diosas y solo la muerte puede terminarlo. ¡No vamos a separarnos! ¡No lo voy a permitir! – contestó enojado.

Almas unidasWhere stories live. Discover now