12. El regreso de antiguas hazañas

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La reina Celine estaba preparándose para dormir. Había sido un día muy pesado para todos y lo único que deseaba era entregarse al sueño y olvidarse de sus preocupaciones.

Cuando se acostó al lado de su esposo, pudo notar que este tenía una mirada llena de consternación. Estaba tan centrado en sus pensamientos que parecía que el dolor de su brazo no le molestaba en lo absoluto.

- ¿Qué pasa, cariño? – preguntó preocupada.

- Es Link... – respondió entrecortado.

- ¿Qué sucede con él?

- Me preguntó sobre "el héroe del tiempo".

- ¿Qué has dicho? – preguntó incrédula.

- Lo que escuchaste. Me hizo preguntas relacionadas sobre él, incluso me preguntó si había información sobre eso en alguna biblioteca.

- Me imagino que se lo negaste. – afirmó seria.

- ¡Por supuesto! Jamás iba a confesarle la verdad. Aún recuerdo esos días en los que los ataques de pánico invadieron mi vida, y en que junto con Demetrio tomé esa difícil decisión...

*.*.*.*.*

La reina se encontraba sentada en el césped de los jardines del palacio, jugando con su pequeña hija y unas doncellas que estaban alrededor de ellas. Las jóvenes se sentían encantadas admirando a la princesa.

El rey Daphnes, desde lo alto de un balcón, observaba la escena enternecido, pues no había mayor alegría para él que ver a su hija crecer sana y feliz; solo hace un poco más de un año había llegado a bendecir sus vidas.

En el momento que su mente asimiló "la llegada de su hija como una bendición", sintió una fuerte opresión en el pecho, pues reconoció las razones por las que su pequeña había llegado al mundo.

Él estaba consciente de que esta no era la primera vida de su hija... y tampoco la de él.

Tenía vagos recuerdos de sus anteriores vidas, por no decir nulos. Entre esos, las dolorosas pruebas que tuvo que pasar la princesa y los errores que cometió como padre. Él tenía muy presente que las Diosas crearon la reencarnación de las almas como un fin para arreglar las faltas de las vidas pasadas, ya que a pesar de que no recordaba muchas cosas, sabía que su misión era ser mejor progenitor que antes.

No quería ser irrespetuoso, pero muchas veces cuestionó el designio de las Diosas, del por qué habían elegido a su hija para tan doloroso propósito. Hubiera deseado que una sola vez pudiera haber renacido sin tal presión.

De repente entró en su interior la paranoia, no quería que su hija arruine su inocencia al saber las cosas tan difíciles por las que algún día tendría que pasar. Quería evadir la maldición a la que estaba destinada, o por lo menos retrasarla el mayor tiempo posible; por esa razón decidió acabar con todo objeto real o simbólico que pudiera perturbar a su princesa. No quería que ella sepa la verdadera misión a la que estaba destinada.

...

El rey Daphnes se encontraba en una reunión de consejo junto al sabio Rauru, los bibliotecarios del reino y los ministros de educación y cultura. Fue una convocatoria estrictamente confidencial.

- Con todo respeto, no estoy de acuerdo con lo que está planteando, su majestad. No puede arrasar con toda la historia que nos representa como tierra sagrada. – refutó el ministro de cultura.

- Lo único que nos representa como tierra sagrada es la reliquia divina de las Diosas, la Trifuerza. – respondió el rey.

- Precisamente por la Trifuerza es que usted debe dejar a un lado su idea, no olvide que aquellos jóvenes eran los legendarios portadores de los fragmentos del valor y la sabiduría. – dijo un bibliotecario.

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