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Pov Natalia.

Llevaba cuatro días sin salir de casa. Me limitaba a llorar, fumar, dormir y a veces comía. Uno por uno me habían preguntado que me pasaba, que porque no hablaba por el grupo o no iba a las quedadas. Sabela y Marta dijeron que estaba mala, al igual que yo, cuando me llamaban uno a uno les repetía lo mismo. -Tengo un resfriado de la hostia- Supongo que ninguno se creyó nada. Marta había venido ayer un rato. Me contó que Alba parecía otra. Siempre estaba seria, no entraba en ninguna conversación que el grupo tenía y de normal se iba antes a casa que el resto. Le dije que no me contara nada más, porque no quería saber nada de ella. Hoy jueves, habían quedado en ir al bar de la esquina a tomar algo. Ya estaba un poco agobiada de estar en casa así que dije por el grupo que también iría. Sabela me pregunto por privado si estaba segura. No lo estaba, pero no podía esconderme para siempre.

Acabe de ducharme y salí de casa. Marta me esperaba bajo para ir juntas.

-¿Como estas?- me pregunto al abrazarme.
-He estado mejor.- dije sonriendo de lado.
-Si en cualquier momento quieres salir de ahí, solo dímelo, ¿vale?- me dijo preocupada.
-Tranquila Marta, creo que podré.- intente calmarla.

Asintió no muy segura y nos dirigimos al bar.

Solo faltábamos nosotras por llegar así que, ella ya estaba allí. Me propuse no mirarla. Os lo juro que no quería hacerlo, pero lo hice. Fue un segundo. Al abrir la puerta, ella estaba de frente a esta en la mesa.

Solo un segundo me bastó para darme cuenta del mal aspecto que tenía. Su mirada estaba apagada, tenía ojeras y pude ver a la perfección que llevaba el colgante puesto, por fuera. Ahí me di cuenta de que mi aspecto no estaría muy atrás. No me había forzado en maquillarme para disimularlo. Mi mano aún seguía mal. Tenía el dorso morado y los nudillos con costras.

-¿Pero que ven mis ojos?- gritó Miki al verme.- Lo más bonito de toda Madrid.- me puse a reír.
-No será para tanto.- le conteste.
-Me decía a mi, tía, no te flipes.- dijo Marta provocándonos risa a todos.

Nos sentamos en la mesa con el resto. Alba estaba a la otra punta de la mesa, pero sentía su mirada fija en mi. Yo miraba a quien hablaba en cada momento, aunque no miraba si alguien estaba cerca de ella. Demasiada tentación.

-¿Otra ronda?- pregunto Carlos.
-¿Lo dudas?- dijo María.

Otra ronda llegó y con ella, dos mas. Estaba muy agusto. Necesitaba esto. Reírme. Porque me reí mucho. Tenía suerte de tener a personas así en mi vida.

-¿Tu vienes?- me pregunto Sabela, sacándome de mis pensamientos.
-¿Que?- le dije volviendo en si.
-Que ahora vamos al piso. Que si tú vienes.- me repitió.

Dude un momento en que decirle. Pero, ¿porque no ir? Estando todos no tenia porque estar incomoda por su presencia. Ahora estábamos todos y no lo estaba, así que le conteste.

-Claro.- dije tranquila.

Pagamos las cervezas entre todos y nos dirigimos al piso. Alba andaba sola a un lado de la acera, mirando al suelo y escondiendo media cara en su chaqueta. Hasta que Maria se acercó a ella zarandeándola un poco intentando animarla. Por otro lado, Marta estaba a mi lado, haciendo justo lo mismo. A diferencia de Alba, yo no quería mostrar estar mal, así que Marta no tuvo mucho trabajo.

Llegamos al piso y joder, mi estomago dio un vuelco. Su puto olor me pego de pleno. ¿Puede un olor doler? Ya os digo yo que si. Disimule mi mal estar momentáneo y entre. Todos nos acoplamos por el salón. Me senté en la alfombra del suelo con Marta y Noelia a mis lados. Damion tenía su guitarra y se puso a tocar cantando una canción de Ed Sheeran. El cabron lo hacía tan bonito, que todos nos emocionamos, cada uno con su propia circunstancia. Evite mirar a Alba, que sabía que lloraba porque conocía sus sollozos. Maria fue la que nos sacó de la depresión.

Stay.Where stories live. Discover now