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Pov Alba.

No podía explicar lo que acababa de pasar. No podía explicar como me sentía. Nunca había vivido algo así. Cuando acababa de follar con alguien salía corriendo para no crear falsas expectativas, pero ahora lo único que me apetecía era seguir mirándola y acariciandola mas tiempo.

-¿Me puedo quedar a dormir?- le pregunte después de un rato en silencio.
-Claro que si.- me sonrió acariciandome la mejilla.

Se levantó aun desnuda. Tenía un cuerpo increíble. Como ella me había dicho a mi, me gustaría hacerle tantas cosas, enseñarle todo lo que quisiera, aunque después de lo que me acababa de hacer poco tenía que aprender.

-¿Me pasas un pijama?- le pedí aun tumbada tapada con la sábana.
-Yo no duermo con pijama.- sonrió.
-¿A no?- la mire pícaramente.
-Toma anda.- me lanzó una camiseta blanca larga.

Ella se metió en el baño, mientras yo me ponía su camiseta. Olía a ella. Me volví a poner en la cama esperando a que saliera. Al rato apareció con una camiseta larga también, pero negra. Se tumbó a mi lado mirando hacia arriba. Yo estaba de lado, mirándola fijamente. La vi suspirar.

-¿Estas bien?- le pregunte pasando mi mano por su tripa.
-No se.- dijo suspirando otra vez.- me siento rara.

Su respuesta me hizo sentir miedo. ¿Rara porque? ¿No le había gustado? ¿Quería que me fuera? En mi vida había tenido esta inseguridad, la inseguridad que ella me provocaba, por miedo a que yo no fuera lo suficiente para ella. Pero pensándolo bien ¿que quería yo de ella? Nada serio, pero quería tenerla aquí a mi lado siempre. ¿Eso como se explicaba?

-¿Te arrepientes?- me atreví a preguntarle.
-No.- giró su cabeza hacia mi- sólo que esto es nuevo para mi, por eso me siento rara.

No quería que se arrepintiese ni se sintiera mal. Quería que se sintiera bien. Como me sentía yo ahora. No sabia que decirle, así que me pegue a ella y puse mi cabeza en su pecho rodeándola con mi brazo. Ella pasó su brazo por encima de mis hombros y me acariba la espalda.

No sabía como afrontar esto, pero de momento quería seguí viviéndolo.

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Cuando me desperté estaba sola en la cama. Mire la hora. Eran las 11:30. Me incorporé quedando sentada en la cama mientras me frotaba los ojos. Me volví a fijar en la guitarra negra que había en el escritorio. No entendía porque no quería que nadie supiese que tocaba o cantaba. Seguro que lo hacía bien, como todo.

Abrí la puerta y salí al salón. La vi en la cocina, preparando café. Me quede apoyada en el marco de la puerta observándola. Tenía el pelo desecho y sus largas piernas las tenía levemente separadas.

-Buenos dias.- dijo de repente.
-¿Como sabes que estoy aquí sino te has girado?- pregunte extrañada. Oí como se reía.
-Tu olor.- se giró y se apoyó en la encimera cruzando las piernas. Su mirada me hipnotizaba de una manera inexplicable.

Me acerqué a ella lentamente. Ella no se quito así que simplemente me dejé caer sobre ella abrazándola. Ella me rodeó con sus brazos y dejó un beso en mi cabeza.

-¿Tienes hambre?- Me pregunto acariciando mi espalda.
-Si.- mire hacia arriba en su dirección. Ella me miraba sonriente.

Preparamos la mesa. Sacamos los cafés y las tostadas. Todo en silencio, aunque ahora no me parecía incómodo. Nos sentamos una enfrente de la otra.

-Estaba pensado- dije dándole un sorbo al café. Ella alzó la vista a mirarme- Que algún día podríamos volver a jugar a las tres preguntas.- le propuse.
-¿Tienes más dudas?- Me dijo sonriendo.
-Tengo muchas.- le dije sonriéndole pícaramente. Ella me siguió la risa.

Stay.Where stories live. Discover now