Parte 51

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—¿Por qué no estás arriba con los demás? —preguntó Hugo.

—Está muy petado. —Bea seguía mirando hacia la barra, no hacia él—. Aquí hace más calor, pero hay menos gente. ¿Tú qué haces aquí?

—Te estaba buscando. Lara me dijo que vendríais a este garito. Te tenía que contar un par de cosas. La primera es que me acabo de enterar de que Mart nos metió una bola a los dos antes del viaje. —Hugo miraba hacia la camarera, esperando a que le atendiera—. Me dijo que estabas loca por mí.

—¿A ti también? —Bea se quedó boquiabierta—. A mí me dijo...

—Lo sé.

Se sintió muy incómoda. El tema había salido a relucir demasiado pronto, aunque fuese de forma colateral. No quería hablar de lo que pasó entre ellos dos. Había dado por hecho que ninguno de los dos volvería a mencionarlo jamás. Solía ser parte del trato: nos acostamos, nos olvidamos y no se vuelve a hablar del tema.

Quizá era un buen momento para despedirse y volver con Cecilia y Camino. Hugo siguió hablando.

—Lo cual, viendo el resultado, no era del todo mentira —le guiñó un ojo, ella se puso aún más tensa—, pero eso él no lo sabía. Nos manipuló, Be. Se pasó tres pueblos.

Ella agradeció que Hugo hubiese centrado de nuevo el tema en Martín y no en ellos. Pero seguía alterada, estaba tan nerviosa que solo pensaba en marcharse corriendo de allí; aun así, se obligó a decir algo.

—Ya. Me jodió bastante, pero no le dije nada porque él estaba aún mal por lo de Paula.

Mientras Hugo pedía una copa. Bea miraba fijamente las botellas de alcohol que había en los estantes, al otro lado de la barra. Se preguntaba qué pensaría Hugo en realidad de todo eso. Se preguntaba si se habría fijado en ella si Martín no le hubiese dicho nada. Si en el fondo le agradecería a Martín aquella mentira que les llevó a tener algo. Se preguntaba si él pensaría en ellos, en lo que ella le dijo bajo la lluvia. Si se reiría de ella por haberse pillado de él. Se sintió ridícula.

Miró hacia abajo y vio una mano de Hugo muy cerca de la suya, a punto de tocarla.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —Hugo le puso la mano en el hombro y la miró con complicidad.

Bea ya no sabía qué pensaba, le sudaban las manos. Si decía algo, solo saldrían balbuceos de su boca.

—Venganza —le susurró Hugo al oído.

Bea rio aliviada. Buena parte de la tensión se esfumó.

—Sí. Desde luego —asintió.

—Se merece un castigo ejemplar.

—¿En qué habías pensado?

—Nada, de momento. —Hugo sacudió la cabeza—. Por eso recurro a ti.

—¿Qué tal decirle a Iker que Martín está enamorado de él y viceversa?

—No creo que sea efectivo —Hugo negó con la cabeza—. Probablemente ya se han declarado el uno al otro. Son como un matrimonio viejo.

—Ya. —Bea apretó los labios—. ¿Sabías que no tiene Tinder?

—¿Le hacemos una cuenta y arrastramos a la derecha a todas? Se la podemos liar bastante.

—Parece el argumento de una peli romántica. —Bea negó con la cabeza—. Después de mentirnos no creo que se merezca que encima le busquemos novia.

—¿Sabes qué? —Bea le agarró del brazo y le miró traviesa—. Tengo copia de las llaves del piso de Mart, y de momento está sin compañero.

—¿Traicionarías a tu mejor amigo para satisfacer tu sed de venganza? —Hugo se acercó a ella, retándola.

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