7O | LIE

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MENTIRA.

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Carl, Siddiq y yo seguimos caminando durante alrededor de veinte minutos más, de regreso a Alexandria, hasta que el castaño se detuvo frente a un zarzal de moras algo mustio

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Carl, Siddiq y yo seguimos caminando durante alrededor de veinte minutos más, de regreso a Alexandria, hasta que el castaño se detuvo frente a un zarzal de moras algo mustio. El ojiazul achinó su único ojo y desenfundó un cuchillo, observando haciendo una mueca como un par de caminantes devoraban los restos del cadaver de un ciervo a escasos metros de nosotros.

Aparté el pelo de mi cara, Siddiq seguía sosteniendo su cuchillo y Carl observaba minuciosamente la escena. Imitando el gesto de ambos desenfundé un arma blanca y me arrodillé para poder ver la situación que tanto Siddiq como Carl estaban observando. A los pocos segundos el castaño nos miró y asintió ligeramente con la cabeza.

—Por tu madre —sentenció el castaño, que se quitaba la mochila con lentitud para dejarla al pie de un árbol.

Imité su acción y me deshice de la mochila, dejándola junto a la de Carl. Sin decir nada más me aproximé a ambos, que ya estaban adentrándose en el pequeño claro, acercándose a los tres caminantes que había concentrados en devorar las entrañas del ciervo.

El ruido que provocaban nuestros pasos, al aplastar las hojas y las ramas secas, llamaron la atención de los muertos, que dejaron de comer y se pusieron de pie, para seguidamente avanzar con pasos pesados y torpes hacia nosotros.

El primero agarró a Siddiq por los hombros; él no tuvo dificultad para librarse de él. Giré sobre mí misma cuando sentí unas manos huesudas y frías envolverme los hombros. Empujé al muerto para tratar de librarme de él y alcé mi cuchillo para después clavarlo sobre su cráneo. El caminante cayó al suelo con un peso muerto y cuando alcé la cabeza vi a Carl intentando ayudar a Siddiq a librarse de uno de los caminantes.

Desvié mi vista hacia una de las entradas al claro del bosque y vi a un pequeño grupo de caminantes acercándose a nosotros. Me tensé de golpe, cada vez aparecían más de ellos.

—¡Iros! —exclamó Siddiq—. ¡No tenéis por qué hacerlo!

Carl seguía intentando mover al caminante que tenía atrapado a Siddiq cuando otro de ellos se abalanzó contra el castaño.

Carl retrocedió un par de pasos hasta que cayó de espaldas contra el cuerpo del ciervo. Traté de avanzar hacia él para librarle del muerto cuando otro de ellos agarró mi cuerpo impidiéndome hacerlo.

Sujeté los hombros del muerto para evitar que sus dientes hicieran contacto contra la piel de mi cara soltando un pequeño grito de frustración a medida que el muerto ejercía más fuerza para morder mi rostro.

Intenté alzar el brazo con desesperación para rematar al muerto que me sostenía cuando vi por el rabillo del ojo que Carl era incapaz de librarse del caminante que tenía encima de él.

Ejercí algo más de presión sobre el muerto cuando una bala atravesó de golpe el cráneo de este. Solté sus hombros y miré hacia la derecha. Shawn se adentró con rapidez en el claro del bosque portando una pistola y trató de agarrar al muerto que seguía agarrando al castaño.

Mi hermano cayó sobre el cadáver del ciervo, junto al castaño y yo apunté a la cabeza del muerto, disparé a uno de ellos y Carl alzó su arma y se cargó al que había junto a él.

Jadeando y disparando a otro que se acercaba entre los árboles desvié mi mirada hacia Siddiq, quien estaba apoyado contra el tronco de un árbol. Después mi mirada se posó sobre Carl y sobre mi hermano.

El castaño se incorporó del suelo quedando de rodillas y bajó su mirada durante un par de segundos. Después miró a mi hermano, quien le ayudó a ponerse en pie.

—¿Estáis bien? —abracé con fuerza a mi hermano, quien siguió mi abrazo acunándome hacia los lados.

Carl y él asintieron con la cabeza y cuando me separé de Shawn abracé a Carl y dejé un beso sobre sus labios, que lo devolvió a los pocos segundos para después volver a estrecharme contra su cuerpo.

Cerrando los ojos y sintiendo el calor que emanaba del cuerpo del castaño, todos los presentes, incluyendo a mi hermano, guardamos silencio durante un par de segundos. Carl acariciaba mi espalda con lentitud y después pasó a hacer lo mismo con mi cabeza.

—Somos responsables de ti ahora —habló Shawn—. Así va esto.

—No quiero causar problemas —respondió Siddiq—. Tu padre no quería nada conmigo.

—Lo sé, pero... —Carl dejó la frase en el aire y primero miró a Shawn y después a Siddiq—. Los hijos deben encontrar el camino para guiar a sus padres.

Todos volvimos a guardar silencio y Carl me separó de su cuerpo tras besar mi frente y acariciar mi cabello.

—Vámonos, hay que llegar antes de que anochezca —habló Carl.

El castaño me esquivó y se movió entre los árboles para agarrar la mochila que había dejado en el suelo.

Le seguí con la mirada y dejé escapar un pequeño suspiro mientras sentía una sensación un tanto desagradable en el estómago, como si fuera a vomitar.

Shawn, que tenía restos de la sangre del ciervo por su camisa me dirigió una mirada y después puso una mano sobre mi hombro.

—No te quedes atrás —mi hermano besó mi cabeza y comenzó a andar siguiendo la dirección que había tomado Carl.

Siddiq y yo seguimos a ambos. Aceleré el ritmo hasta situarme al lado de Carl. Agarré su muñeca, provocando que el castaño frenase en seco. Estábamos algo más alejados de Shawn y Siddiq, a quienes les sacábamos un par de metros de distancia.

—Carl —le llamé, el castaño seguía con la mirada perdida entre las copas de los árboles—. ¿Qué ocurre?

El castaño negó con la cabeza y su iris azul se posó sobre mi rostro.

—No pasa nada, Hela —habló—. Todo está bien.

—¿Seguro? —dije dubitativa.

El castaño asintió y alzó mi mentón con suavidad. Él entreabrió sus labios y los encajó sobre los míos, dejando sobre estos un beso largo y suave.

—Seguro.

El castaño se separó de mi cuerpo tras dirigirme una última mirada y continuó andando de vuelta a Alexandria.

Sentí una especie de vacío en mi pecho, la sensación de querer vomitar seguía presente en mi estómago.

Algo iba mal, y parte de mí lo sabía, pero tal vez no quería asumirlo. Desvié mi vista hacia Carl, que acomodaba su camisa de cuadros sin dejar de caminar.

Cerré mis ojos durante un par de segundos, sabiendo que todo era mentira.

Algo iba mal.

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora