65 | JUST SURVIVE AND STAY ALIVE

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SÓLO SOBREVIVE Y MANTENTE VIVA.

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Mi espalda impactó contra la pared de una de las habitaciones de la casa de Hilltop a medida que Carl me pegaba contra su cuerpo

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Mi espalda impactó contra la pared de una de las habitaciones de la casa de Hilltop a medida que Carl me pegaba contra su cuerpo. Solté una risa ronca mientras el castaño apretaba mi trasero a la par que yo me encargaba de dejar diversos besos en su boca.

—¿Cómo hemos llegado a este punto? —pregunté devolviendo sus besos y acariciando su pecho con suavidad.

—No lo sé, dímelo tú —Carl rió insertando su lengua en el interior de mi boca.

Enredé los dedos en los mechones de su pelo mientras cerraba los ojos sintiendo el sabor de sus labios, enredando su lengua con la mía. Carl subió las manos hasta que sus brazos envolvieron mi cintura con cierta ternura, convirtiendo el beso que comenzó brusco y apasionado en uno tierno y delicado, como si ninguno de los dos quisiera romperlo.

No nos habíamos colado en una habitación por nuestra cuenta, Jesús nos había mandado a por un par de cosas, que según él estaban en una estantería cercana a un baúl.

La susodicha estantería estaba justo a nuestro lado pero ninguno le estaba prestando la suficiente atención como para conseguir lo que Jesús nos mandó haría unos diez minutos.

—Hela Williams —susurró—. ¿Qué estás haciendo para tenerme tan terriblemente enamorado?

Solté una risa y me incliné sobre mis puntillas bajando su rostro para volver a besarle. Carl devolvió mi beso al instante provocando que una sonrisa brotara de mis labios a medida que pasaban los segundos.

El castaño alzó mi cuerpo del suelo y me sentó sobre el escritorio de madera para después situarse entre mis piernas. Sus manos se colaron por dentro de mi camiseta y comenzaron a acariciar mi silueta con lentitud.

—¿Sabes a qué me recuerda esto? —pregunté entre besos.

—¿A qué? —Carl acaricio mi cintura.

—A la iglesia de Gabriel —dije y Carl rió.

—Tal vez esta vez no nos interrumpan —Carl sonrió levemente y acarició mi cabeza—. Le echo de menos.

—Yo también lo hago. Y también a Abraham —susurré—. No eran sus momentos de partir. Y ojalá hubiera podido hacer algo para evitarlo.

El castaño se inclinó sobre mi rostro y posó sus labios sobre mi frente durante un par de segundos. Después envolvió mi espalda con sus brazos y me estrechó contra su cuerpo en un abrazo.

Rodeé sus hombros siguiendo el gesto mientras apoyaba su cabeza en el hueco de su cuello.

—Están ahí arriba, protegiéndonos —susurró—. Junto a mi madre y tu padre. Nos cuidan.

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora