64 | HILLTOP

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HILLTOP.

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Las puertas de Hilltop se abrieron con lentitud y yo miré aquello que se encontraba tras los muros que la protegían

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Las puertas de Hilltop se abrieron con lentitud y yo miré aquello que se encontraba tras los muros que la protegían.

Se trataba de una comunidad trabajadora, en la que conseguían sus propios productos, la mitad de ellos eran cultivados en pequeños huertos o producidos de manera artesanal ya que alcanzaba a ver un par de talleres de herrería y artesanía no muy lejos de donde estaba situada. Había una sola casa enorme y las demás viviendas eran una especie de contenedores que se repartían a  lo largo de la comunidad.

La gente iba y venía cargada con cestos con diversas cosas y otros simplemente charlaban animadamente caminando por el interior de la pequeña comunidad.

—Ven conmigo —Jesús habló y avanzó hacia delante.

Le seguí el ritmo, situándome junto a él, a nuestras espaldas se cerraron las puertas de hierro que habían sido abiertas unos minutos antes. Jesús me indicó hacia dónde íbamos, un pequeño contenedor pintado de rojo oscuro.

—Avisaremos a Gregory, el líder de éste sitio y permanecerás en ese contenedor. Es bastante agradable por dentro, tiene camas, una pequeña cocina, una mesa, sofás y hasta un baño —me explicó haciendo unos cuantos gestos con la mano—. Si los Salvadores vienen te esconderemos para asegurarnos de que no eres descubierta.

Asentí con lentitud mientras Jesús subía unas pequeñas escaleras para abrir la puerta del contenedor de chapa.

—Gracias, Jesús.

—No me las des a mí. La cabeza de este plan fue tu novio —respondió—. Él ideó todo esto. Cuando vuelvas a verle, porque seguro que lo harás, dáselas a él.

Esbocé una sonrisa leve y la puerta del contenedor se abrió poco a poco.

—Ah sí, olvidé decirte que compartes contenedor con alguien, pero creo que ya os conocéis.

Fruncí el ceño ligeramente y subí hasta el interior del contenedor donde Enid leía tumbada sobre una cama.

Incliné la cabeza hacia detrás dejando escapar un suspiro de frustración y después miré a Jesús, fingí una sonrisa y asentí con la cabeza.

—Muchas gracias —dije y él sonrió de vuelta.

Me metí en el interior del contenedor cerrando la puerta detrás de mí, provocando un ruido sordo, pero eso no hizo que Enid dejase de leer.

—Cuánto tiempo sin verte —habló bajando el libro, para posteriormente analizarme con sus ojos verdes.

—Sí, ¿verdad? —mascullé—. Demasiado bonito para ser verdad.

Enid me dio una sonrisa falsa y se incorporó de la cama hasta quedar sentada sobre el borde de ésta. Caminé sin mirarla hasta la otra cama, donde me dejé caer mirando al techo.

—Así que te sacó —la castaña cerró su libro de golpe y lo dejó sobre la mesita—. No entiendo como me tragué lo de que iba a volver a Alexandria, era evidente que iba a ir a por ti.

Ladeé mi cabeza mirándola con expresión seria, segundos después fruncí el ceño y achiné los ojos.

—¿De qué estás hablando? —pregunté mientras ella se entretenía trenzando un mechón de su pelo.

—De Carl —su respuesta hizo que me levantara de la cama y centrara toda mi atención en ella.

—¿Cómo que de Carl? —pregunté y Enid se encogió de hombros.

—Carl y yo caminamos hacia Hilltop, realmente no entiendo muy bien el por qué si obviamente no iba a quedarse. Creo que trataba de idear un plan o sólo comprobaba que no me moría por el camino —dijo y yo fruncí el ceño. Ella sonrió falsamente antes de hablar de nuevo—. Cuando llegamos los Salvadores estaban en la puerta. Él me dijo que volvería a Alexandria —soltó una risa amarga—. Y yo le creí, pero era evidente que iba a ir a por ti. Porque fue, ¿verdad? Intentó sacarte, por eso ahora estás aquí.

Apreté los labios mientras ella hincaba los codos sobre sus rodillas y apoyaba su rostro sobre sus manos. No respondí a su pregunta, lo que provocó que ella volviera a sonreír amargamente.

—Debe de amarte mucho si se jugó la vida sólo para sacarte del sitio —Enid jugó con su puñal—. Hoy en día nadie da la vida por nadie a no ser que esa persona sea totalmente importante.

Permanecí en silencio durante un par de segundos, no sabía bien que responder, por suerte Enid volvió a hablar.

—El tiempo pasa, Hela. Se está acercando algo muy gordo. Disfruta de lo que tienes antes de que lo pierdas.

—¿Qué? —pregunté con confusión y ella dejó escapar un largo suspiro.

—Lo de los Salvadores no se va a quedar en unos simples intercambios. No, que va. Tenlo claro, va a estallar una guerra.

(...)

Días después, mientras ayudaba a Jesús a cultivar un par de cosas en un huerto cercano las puertas de Hilltop volvieron a abrirse con lentitud, lo que provocó que me incorporase del suelo para ver qué estaba pasando.

—¿Los Salvadores? —pregunté y Jesús negó con la cabeza.

—Sólo han pasado tres días desde la última redada, vienen cada siete días, por lo que es imposible que sean ellos.

Clavé mi vista en la puerta y di un pequeño paso hacia delante cuando vi a Rick entrar por la puerta principal. Jesús y yo nos acercamos hacia él con pasos lentos.

Tras el ricitos, entró un pequeño grupo de personas, incluyendo entre ellas a Carl.

El castaño caminó hacia mí y yo envolví su cuerpo con mis brazos esbozando una pequeña sonrisa a medida que Carl me estrechaba contra su cuerpo de manera tierna y protectora.

—Menos mal que estás aquí —susurró separándose del abrazo y acariciando mi cabeza con su mano izquierda—. Joder, pensé que no podríamos sacarte del Santuario.

—Jesús lo hizo —alcé la cabeza para mirarle—. Me escondió aquí, por si los Salvadores iban a Alexandria y me llevaban de vuelta —sonreí levemente sintiendo el tacto de las manos de Carl por mi cabeza y mejilla—. ¿Cómo eres tan idiota de ir al Santuario tú solo? Pudiste haber muerto. Negan pudo haberte matado sin complicaciones.

Carl me mostró una sonrisa de labios sellados que me hizo sonreír a ti también.

—Nena, nunca pensé en mí, o en lo que me pudiera pasarme. Solo quería sacarte de ahí para poder tenerte conmigo.

Di un pequeño golpe en su pecho, lo que provocó que el castaño soltara una ligera risa. Acto seguido, Carl cogió mi rostro con sus manos y selló sus labios con los míos en un beso que devolví gustosa apoyando mis manos en su pecho.

—Eres un idiota, Carl Grimes —sonreí contra su boca mientras el castaño seguía dejando varios besos sobre mis labios, interrumpiendo mi oración cada tres segundos.

Carl se separó de mi rostro y juntó su frente con la mía esbozando una pequeña sonrisa.

—Te amo, Hela Williams. Y siempre te amaré.

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora