27 | I WOULD GIVE MY LIFE FOR YOU

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DARÍA MI VIDA POR TI.

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Me desperté algo desorientada con un fuerte dolor de cabeza que primeramente no recordaba de cuando provenía

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Me desperté algo desorientada con un fuerte dolor de cabeza que primeramente no recordaba de cuando provenía. Notaba como la sangre caía por el lateral derecho de mi cabeza, pero la herida de ésta aunque todavía estaba abierta no me mataría. Sabía que pronto dejaría de sangrar y que no iba a necesitar mucho más.

Pasé la mano por mi cabeza para limpiarme la sangre mientras momentos fugaces sacudían mi mente: la fuerte discusión con el imbécil de Finn, el querer alejarme de él, los sollozos que oí, el que me pareciera ver a Bob y entonces el fundido en negro. Todo de repente.

El calor del fuego me golpeaba el rostro. Oía como la gente de mi alrededor masticaba algo, y conversaba sobre diferentes temas, aunque me parecía oír las voces casi distorsionadas por el fuerte golpe en la cabeza.

Presté nula atención al sonido que hacían sus muelas al masticar la comida. Segundos después el olor a carne quemada me sacudió las fosas nasales y por algún motivo desconocido me resultó nauseabundo.

Cuando me acostumbré al calor de la hoguera y al tremendo dolor de cabeza me incorporé del suelo y observé al grupo de personas que tenía a mi alrededor. Retrocedí espantada arrastrándome por el suelo a reconocer a los miembros de la terminal.

—Vaya, si te has despertado antes que tu amiguito —Gareth, o así recuerdo su nombre mordisqueó el trozo de carne que tenía entre sus manos y cuando lo tragó me miro—. Tú no tendrías que estar aquí, de hecho, Hela, no queremos hacerte daño.

Comencé a jadear y desvíe la mirada hacia Bob. Solté un grito inaudible de puro terror cuando vi que le faltaba una pierna y averigüé que era eso lo que estaban comiendo con tanta ansia.

Llevé mi mano a mi boca para contener las náuseas y dejé escapar un sollozo sin dejar de mirar a Bob.

—Tienes suerte de que aún conserves todas las partes de tu cuerpo —admitió mirándome—. Pero, a diferencia de tu amigo, estabas demasiado consciente por lo que habrías notado la amputación. Te habrías retorcido como una sanguijuela y probablemente habríamos cortado una arteria, causándote una muerte muy lenta. Ese es el motivo por el que aún conservas tus brazos y piernas.

Aparté la mano de mi boca dejando escapar un sollozo más sonoro y comencé a llamar a Bob, sacudiéndole por los hombros ligeramente.

—¿¡Por qué habéis hecho esto!? —grité furiosa poniéndome en pie.

Gareth no hizo nada más que soltar una risa y chasquear los dedos de su mano derecha. Al instante noté como algo afilado se introducía en el lateral de mi estómago.

Solté un quejido y llevé las manos a la zona en la que sentí el pinchazo, al retirarlas vi que estaban cubiertas de sangre. Comencé a marearme poco a poco y me dejé caer al suelo. Antes de que perdiera la consciencia Gareth respondió a mi pregunta.

—Porque hay que elegir cazar o ser cazado. Y en el mundo en el que vivimos es preferible ser el cazador.

(...)

Volvía a oír voces aunque esta vez parecían lejanas. Lograba distinguirlas. Pude distinguir a Maggie, a Rick y a Carl. Las demás se mezclaban y me resultaba imposible distinguirlas.

Sentía como si me hubieran abierto el estómago de arriba a abajo. Un ardor en el lateral derecho de éste que me impedía abrir los ojos.

Mi cabeza estaba apoyada en una superficie blanda y notaba como algo sujetaba mi mano con lentitud.

—Hela —oí un susurro, aunque más bien era un sollozo—. Estoy aquí mi amor, todo va a estar bien.

—Carl —llamé al castaño con voz ronca mientras apretaba el agarre de una mano que ya sabía que era la suya—. ¿Bob está bien?

Abrí los ojos con lentitud y vi que estaba apoyada sobre el regazo de Carl, en el interior del despacho de la iglesia de Gabriel.

Vi como los preciosos ojos de Carl estaban rasgados por culpa de las lágrimas. Alcé mi mano libre con lentitud y las limpié con un movimiento vago.

—Sí —Carl se inclinó hacia mí y juntó su frente con la mía—. Ahora está dormido. ¿Cómo estás tú?

—Dolorida, pero sobreviviré —respondí y Carl soltó una risa ronca—. Lo siento.

—¿Qué? ¿Por qué?

Las lágrimas inundaron mis ojos de pensar en lo que había pasado con Finn y en el beso que me dio sin que pudiera evitarlo. La posibilidad de que las cosas empeoraran con Carl por ello me rompía el corazón.

—Por todo —sollocé.

Carl negó con la cabeza y dejó un beso en mi frente.

—Estás bien. Y ya está. Con eso soy feliz.

Sonreí con cierta amargura y me incorporé con cuidado del suelo. Carl me ayudó hasta que pude sentarme en una silla. Levanté mi camiseta y observé el vendaje que atravesaba mi estómago.

—Maggie te ayudó con la puñalada. Los demás se han ido a por los de la terminal. Hemos tenido que quedarnos cubriendo la iglesia —me explicó el castaño mientras me pasaba mi arco y una flecha.

—Carl yo... —estaba a punto de contarle lo de Finn cuando el ruido de las puertas de la iglesia abriéndose me interrumpió.

Apunté con mi arco a la puerta y Carl hizo lo mismo con una beretta.

—Sabéis que estamos aquí. Y nosotros que estáis ahí —dijo una voz familiar que enseguida reconocí como la de Gareth—. Y estamos armados. Así que esconderos no os servirá.

Carl me miró con preocupación y deduje que sabía todo lo que había pasado conmigo desde que volví a ver a los caníbales. El castaño retrocedió hasta situarse junto a mí y tras mirarme asentir volvió a apuntar a la puerta.

—Os hemos observado —prosiguió Gareth—. Sabemos quiénes estáis. Está... Bob, si es que no ha acabado su sufrimiento, y Eugene, Rosita, el buen amigo de Martin; Tyresse... Judith, y la parejita feliz formada por Carl y Hela.

Los pasos se acercaban cada vez más y no pude evitar que me temblaran las manos.

—Y Hela, venimos a por ti. Venimos a matarte.

Tragué saliva y vi como Carl quitaba el seguro a su arma a la par que apretaba el arma, con cierta rabia.

—Si me quieren a mí y esto evita una masacre quiero sacrificarme —dije, provocando que todos los presentes me dirigieran una mirada atónita.

—No —Carl me miro fijamente.

—Carl, me quieren a mí. ¿Y si matan a tu padre, o a tu hermana?

—He perdido a demasiadas personas y no pienso perderte a ti.

Miré a Carl fijamente. Parecía como si fuera a estallar de la rabia que sentía.

—No voy a dejar que vuelvan a tocarte. Por encima de mi cadáver.

—Carl... —suspiré y el castaño se situó frente a mí, se arrodilló hasta quedar a mi altura y me miró directamente a los ojos.

Después me besó y bajé mi arma para rodear su cuello y tras un beso algo brusco y al mismo tiempo sensible y dulce, que connotaba millones de sentimientos, Carl juntó su frente con la mía.

—Hela, no voy a permitir que nadie te haga daño. Te quiero y daría mi vida por ti.

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora