42 | THE BUTTERFLY

5.3K 475 83
                                    

LA MARIPOSA.

•••

—Ha sido una mierda —Carl bufó cuando por fin tras unas interminables horas quedamos libres de la casa de Ron—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Ha sido una mierda —Carl bufó cuando por fin tras unas interminables horas quedamos libres de la casa de Ron—. Son débiles.

—¿A qué te refieres? —pregunté mientras ambos empezábamos a caminar por la calle.

El castaño dejó escapar un suspiro y rozó mi mano suavemente con sus dedos, hasta que estos se deslizaron hasta entrelazarlos con los míos. Sonreí levemente mirando nuestras manos y después volví a mirar al frente.

—Llevan tiempo aquí dentro —habló Carl—. Es como que están adaptados a una sociedad utópica, y no a la realidad de ahí afuera. Me molesta que hagan como si no pasara nada, como si aquí estuvieran a salvo para siempre —explicó mientras andábamos hacia el pie del pequeño lago de la comunidad—. Probablemente ellos no usen armas, ni creo que sepan usarlas. Mírales a ellos y míranos a nosotros. Ellos jugando a videojuegos desde a saber cuanto tiempo y nosotros durmiendo con un ojo abierto para tratar de defendernos de esos cadáveres andantes que ahora pueblan el mundo. Si estos muros caen alguna vez, ¿qué harán? No quiero que nos olvidemos de cómo sobrevivir. No quiero que nos volvamos débiles.

Carl se sentó sobre el prado sin soltar mi mano y yo me dejé caer a su lado. Apoyé mi cabeza en su hombro y al rato Carl situó la suya sobre la mía con suavidad.

—Y no me gusta Ron —agregó, pasados unos segundos, lo que me hizo retirar la cabeza de su hombro para mirarle—. ¿Qué?

—No, nada —negué, poniéndome en pie—. De todos modos a mí tampoco me gusta Enid.

Cierto era que la castaña no me agradaba para nada. Veía algo en ella que no sabría expresar, pero que me traía un mal presentimiento. Como si de un momento a otro fuera a matarnos a todos.

No sabía qué era, pero la castaña no me agradaba.

—¿Estás celosa de Enid? —alzó una ceja y yo hice una mueca.

—¿Estás celoso de Ron? —contraataqué.

Carl frunció el ceño y después se puso en pie para acercarse a mí con lentitud. El castaño rodeó mi cintura con sus manos y me atrajo hacia su cuerpo con rapidez. Del impulso, mis manos se situaron en su pecho, lo que hizo a Carl sonreír.

—¿Por qué no te gusta Enid? —susurró con una media sonrisa.

—Porque tiene algo que no me gusta. Es sólo un presentimiento —respondí—. ¿Y a ti? ¿Por qué no te gusta Ron?

Carl ladeó la cabeza y se pasó la lengua por los labios. Después volvió a mirarme y arrugó su nariz ligeramente.

—Realmente no lo sé, por algún motivo no me agrada —gruñó—. Él forma parte de este sitio y nuestras vidas dependen de este sitio. Si algún día esos muros caen, nosotros, nuestras vidas dependen de esta gente.

Me separé del cuerpo de Carl con lentitud y miré alrededor. Mis cejas se alzaron ligeramente y me acerqué a la orilla del lago.

—¿Qué haces? —preguntó con confusión.

—Ven, acércate.

Parada junto al lago, en el césped, había una hermosa mariposa. Sus alas eran grandes, salpicadas con diversos colores.

Acerqué mis manos a la mariposa con lentitud y la atrapé con cuidado de no romper sus delicadas alas. Después, sin apretar demasiado mis manos miré a Carl.

—¿Cómo está la mariposa que tengo entre mis manos? —le pregunté—. ¿Viva o muerta?

Carl ladeó la cabeza, frunciendo los labios, pensando su respuesta.

—Depende de ti, ¿no? —dijo—. Tus manos no están ejerciendo presión por lo tanto está viva, pero si aprietas las manos la aplastarás y por tanto morirá.

Asentí con lentitud y abrí las manos, la mariposa salió aleteando de éstas, alejándose de nosotros. Carl la observó, siguiendo el camino que el insecto recorría, como si fuera algo hipnótico para él.

—La vida está en nuestras manos.

Ante mi frase, la cual rompía el silencio, Carl me dirigió una mirada.

—Nuestro presente y futuro, ahora mismo, depende de lo que nosotros decidamos. Las decisiones que tomamos nos llevan a un sitio u otro —hablé, provocando que Carl me regalara una sonrisa de labios sellados—. Todas las decisiones que hemos tomado, a lo largo del tiempo nos han traído hasta aquí, y han provocado diversos cambios en nuestra vida. Si hubiéramos decidido no hacer ciertas cosas, tal vez, ni siquiera nos conoceríamos.

Me tumbé sobre el césped y Carl, imitando mi acción de acomodo junto a mí, colocando las manos en su nuca y con su vista clavada en el cielo.

—La mariposa de antes podría llegar a cambiar el mundo con solo aletear —dijo el castaño—. Ese insignificante aleteo, repetido varias veces, podría traer consigo una serie de consecuencias que no sucederían si la mariposa no aleteara.

—La teoría del caos —hablé—. Mi hermano me lo explicó una vez, tras haber creído que habíamos perdido a nuestra madre. El aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo. Es increíble como realmente los pequeños actos pueden traer a corto o largo plazo unos resultados enormes.

—Creo que sin esas variaciones insignificantes, no nos habríamos conocido. Teníais dos opciones, seguir vuestro camino o ir a la prisión en la que vivíamos. Y pudiendo elegir otras opciones, vuestra elección fue la cárcel —habló el castaño—. Si no hubierais llegado a la prisión, Shawn no hubiera huido con Dianna y tú no hubieras permanecido conmigo. Si no hubiera huido, probablemente Aaron no los hubiera encontrado. Shawn ahora no estaría aquí y tú si hubieras decido tomar otro camino tampoco estarías aquí. No sabríais que vuestra madre sigue con vida. Yo probablemente no conocería a Valerie o a Mark y tampoco te conocería a ti —dijo—. Y pensándolo bien, no habernos conocido hubiera sido un grave error.

Sonreí, ladeando la cabeza para mirar a Carl, que también había girado la cabeza para mirarme.

—El error ha sido no conocerte antes, Carl.

El castaño sonrió y dejó un pequeño beso en la punta de mi nariz a la par que acariciaba mi mejilla con la yema de su pulgar.

—Quiero creer, que tarde o después, hubiéramos aparecido en el camino de otro. Sigo creyendo que estábamos destinados antes de conocernos, pero a veces, aunque dos personas estén destinadas, no llegan a conocerse. Fuimos afortunados, Hela Williams —Carl me sonrió y alzo mi mentón con suavidad para entreabrir sus labios y juntarlos con los míos en un beso tierno y lento.

Cuando nos separamos, provocando un pequeño chasquido entre nuestros labios, esbocé una sonrisa.

—Tal vez, Carl Grimes, sólo tal vez, por ese conjunto de variaciones insignificantes estamos construyendo esta dinastía.

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora