3O | MORE THAN EVER

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MÁS QUE NUNCA.

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Cerré los ojos sintiendo los labios de Carl plasmando besos por cada parte de mi cuerpo a la par que mi respiración comenzaba a acelerarse conforme pasaban los segundos

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Cerré los ojos sintiendo los labios de Carl plasmando besos por cada parte de mi cuerpo a la par que mi respiración comenzaba a acelerarse conforme pasaban los segundos.

Mi pecho subía y bajaba cada vez a más velocidad debido a la repentina excitación que me provocaba la situación mientras mis dedos tiraban de los mechones de su cabeza con suavidad.

Cuando sus labios volvieron a atacar la piel de mi cuello dejé escapar un gemido, involuntario, que en su punto final se mezcló con otro de los jadeos que brotaba de mis labios.

Agarré la nuca de Carl con suavidad y besé sus labios de nuevo. Nuestras lenguas volvieron a hacer contacto y, a ciegas, puesto que tenía los ojos cerrados succioné su labio inferior y me separé de su rostro mordiéndolo con suavidad, provocando que el castaño soltara un gruñido.

Doblé las piernas apoyando la planta del pie sobre el sofá, dándole al castaño la oportunidad perfecta para meterse entre ellas.

Carl volvió a besarme y devolví su beso con ganas mientras sus manos se desplazaban hasta el borde de mi camiseta. El castaño levantó ésta con suavidad y yo arqueé la espalda para facilitar que pudiera quitarme la prenda. Cuando ésta estuvo fuera, mostrándole al castaño una parte de mi cuerpo que ya había visto con anterioridad, Carl acarició con suavidad mi rostro deteniendo su pulgar sobre mi labio inferior, el cual también acarició.

Carl me miró durante un par de segundos a los ojos y comenzó a dejar besos húmedos por mi cuello hasta trazar un sendero por la parte superior de mi pecho y que bajaron por mi estómago hasta llegar a mi vientre bajo haciéndome jadear durante el procedimiento.

Con torpeza desabroché la camisa de cuadros que llevaba puesta el castaño y cuando lo hice, Carl la dejó caer sobre sus hombros para después apartarla lanzándola contra el suelo.

Volvimos a unir nuestros labios mientras mis manos se desplazaban al cinturón de su pantalón a la par que Carl se quitaba las botas sin utilizar las manos. Imité su procedimiento y cuando oí el sonido de mis botas al caer contra el suelo de madera sonreí con satisfacción y me separé de sus labios para mirarle.

—¿Qué? —Carl sonrió alzando una ceja y yo atrapé sus mejillas volviendo a estrellar mis labios con los suyos.

La lengua de Carl se hizo presente en el interior de mi boca a los pocos segundos, enredándose con la mía y provocando una guerra que no estaba dispuesta a perder. Desabroché a tientas su cinturón mientras las manos de Carl subían con lentitud por mi espalda hasta llegar al broche de sujetador, el cual desabrochó con bastante facilidad. Separé mis manos de su cintura para quitar la prenda que aún seguía cubriendo mi pecho y dejarla caer contra el suelo.

Las manos del castaño subieron hasta mis pechos, acariciando estos con suavidad mientras las yemas de mis dedos recorrían su abdomen y su pecho con cierta delicadeza.

En un par de movimientos ágiles y veloces tanto los pantalones que vestíamos Carl y yo habían caído al suelo mientras se iniciaba otra guerra de besos. El castaño acarició la parte interior de mis muslos y sentí como todo mi cuerpo se tensaba a medida que sus dedos se colaban en mi ropa interior.

Como consecuencia a esto dejé escapar un pequeño grito cuando noté como sus dedos me tocaban con suavidad y delicadeza. Carl sonrió ante mi respuesta y tras un par de minutos repitiendo la acción en bucle, saco con lentitud la mano del interior de la única prenda que aún tenía puesta y agarró con suavidad el borde de esta para bajarla y dejarme así completamente desnuda.

Llevé con agilidad la mano a su cintura y fue mi turno de meterla entre su ropa interior, provocando que un gruñido brotara de sus labios. Palpé, entre jadeos, cada parte de él, durante minutos como él había hecho antes y después le despojé de la prenda con cierta suavidad y lentitud.

Carl dejaba diversos besos sobre todo mi cuerpo mientras que mis dedos peinaban los mechones de pelo castaño que caían sobre su rostro. Fue cuando el castaño volvió a colocarse entre mis piernas cuando me reparó una mirada lo suficientemente profunda y sincera como para estar completamente segura de que quería hacerlo.

—¿Estás segura?

Asentí con lentitud acariciando su rostro, mirando sus preciosos momentos ojos azules.

—Más que nunca.

Sus labios se curvaron en una pequeña y diminuta  sonrisa y sus manos de entrelazaron con las mías, las cuales descansaban a ambos lados de mi cabeza.

Segundos después sentí una sensación completamente desconocida y tremendamente incómoda. Noté como los músculos de mi cuerpo se tensaban por cada segundo que pasaba y es que la sensación de incomodez no cesaba aunque yo colaborase en el acto moviendo con suavidad mis caderas siguiendo los movimientos del castaño.

Tras unos segundos la extraña sensación se transformó en un inmenso placer que me hizo morder mi labio inferior mientras dejaba escapar el aire que llevaba conteniendo durante un par de segundos.

Carl, que al parecer notó el repentino cambio de sensaciones incrementó el ritmo de sus movimientos haciendo que soltara un pequeño grito que rápidamente acalló uniendo sus labios con los míos con un beso brusco y jodidamente perfecto.

—¿Carl? ¿Hela? —alguien intentó abrir la puerta y yo desvié mis ojos hacia ella—. ¿Estáis bien? —Gabriel parecía bastante agobiado—. ¡Hemos oído un grito!

—¡Sí, estamos bien! —respondimos al unísono.

Solté una risa cuando oí los pasos de Gabriel alejarse de la puerta y ambos volvimos a empezar las acciones que habíamos parado unos segundos por culpa del pastor y de su repentina aparición.

Carl soltó un gruñido cuando arañé la piel de su espalda al intentar no soltar otro pequeño grito, pero en cambio dejé escapar un gemido cuando se inclinó hacia mí y comenzó a besar mi cuello con suavidad mientras yo apoyaba mis manos en sus hombros.

Sentía como chocaba dentro de mí, y me tragaba los pequeños jadeos y los gritos que querían emanar de lo más profundo de mi ser puesto que no quería que nadie más volviera a interrumpirnos.

Nos descubríamos mutuamente, explorando aquello que hasta ahora nos era completamente desconocido. Nos gustaba y al mismo tiempo nos resultaba tan adictivo como el que prueba un cigarrillo por primera vez.

Estaba segura de que le quería, con sus pros y sus contras no podía evitar estar enamorada de él. Pasaría una eternidad con él sin dudarlo si me lo pidiera.

—Hela —jadeó uniendo nuestras frentes.

Pase la lengua por mis labios y miré sus iris claros mientras mi pecho subía y bajaba debido a la sacudida final a la que llegamos a la vez transcurridos aproximadamente más de tres cuartos de hora.

Carl sonreía de lado acariciando mis mejillas con suavidad mientras yo envolvía su cuello con mis brazos.

—¿Sí?

El castaño me besó, con ternura y suavidad, sin dejar de acariciar mis mejillas y cuando se separó me regaló una sonrisa profunda y sincera.

—Te quiero más que nunca.

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora