22 | THE SCREAM

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EL GRITO.

•••

—Admito que me gustó nuestra escapada —Carl me miró llevándose una nuez a su boca—

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—Admito que me gustó nuestra escapada —Carl me miró llevándose una nuez a su boca—. Sobretodo la última parte de ésta —me regaló una sonrisa pícara que hizo que mis mejillas se tornaran en un tono rojizo al recordar aquel primer beso—. Pero jamás volveré a hacerte caso cuando digas "no te vendrá mal un poco de rebeldía". Porque seguro que se nos vuelve a torcer por algún motivo.

Tensé los labios y seguí caminando junto a Carl entre los árboles. Era cierto que nuestro plan de volver y fingir nuestro sueño se había ido al garete por culpa de la lluvia y como esa misma lluvia había despertado a los demás componentes del grupo no pudimos librarnos de una buena bronca por parte de los adultos, a quienes teníamos altamente preocupados con nuestra desaparición.

Acabamos confesando los detalles de nuestro viajecito, pero no todos, puesto que la mirada cómplice de Carl me indicaba que era mejor no decir absolutamente nada.

—Sabes que mientes —respondí cogiendo una nuez de la palma de su mano—. Y que a la mínima oportunidad te acabarás escabullendo con o sin mí.

—Mejor si es contigo —el castaño susurró la frase con suavidad en mi oído y acarició el lateral de mi cuello con la yema de sus dedos.

Sentí un fogonazo en el interior de mi estómago y el escalofrío que sentí cuando sus labios se posaron sobre mi cuello fue tan bestial que me dejó clavada al suelo incapaz de moverme.

—No te quedes atrás —Finn pasó por mi lado hablándome y sacándome así del trance provocado por Carl.

Sacudí la cabeza y aceleré el ritmo hasta alcanzar al resto del grupo. Mi vista se posó inmediatamente y sin quererlo sobre Carl, que acomodaba a Judith entre sus brazos estrechándola contra su pecho, gesto que me hizo sonreír.

—Tierra llamando a Hela —una voz hizo que dejara de mirar a Carl y ladeara la cabeza hacia la izquierda, encontrándome con la mirada curiosa de Glenn.

—Perdón —suspiré y pasé las manos por mi cara—. ¿Qué decías Glenn?

—¿Vas bien con Carl?

—¿Por qué iba a ir mal? —alcé una ceja y el coreano me regaló una amplia sonrisa.

—Porque cuando te gusta una persona sueles ponerte nervioso al estar a su lado.

Maravillosa deducción, Glenn. Maravillosa deducción.

—¿Pero de dónde sacas que me gusta Carl?

—Sé interpretar las miradas —explicó mientras seguíamos avanzando por el bosque—. Y tú le miras como si fuese lo único que realmente quisieras mantener con vida. Y sonríes más.

Solté un suspiro inclinando la cabeza hacia detrás.

—¿Quieres que lo admita? —hablé—. Bien, lo admito. Me gusta. Me gusta mucho. Y ahora procura que no se enteren hasta los malditos muertos que hay en cada esquina.

—Lo sabía —Glenn dio unas palmaditas de emoción y acto seguido dio un salto de su sitio.—Tu secreto está a salvo conmigo —pasó los dedos por sus labios imitando la acción de cerrar una cremallera y avanzó hasta alcanzar a Maggie.

Me pareció irónico y gracioso que estuviera tan emocionado. Sin duda el asiático se pondría histérico si llega a enterarse que instantes antes de aparecer por aquella carretera Carl y yo nos habíamos besado durante minutos.

El castaño y yo no habíamos mencionado el beso a absolutamente nadie y realmente no comprendía el por qué de tanto secretismo.

¿Qué éramos realmente Carl y yo? ¿Continuarían los besos o aquello solo fue un impulso repentino del momento?

Mientras las preguntas volaban por mi mente me acerqué con sigilo al castaño, hasta situarme junto a él, con la intención de hablar sobre aquel beso.

—Hola —musité y Carl ladeó la cabeza.

Cuando sus ojos azules me localizaron me mostró una sonrisa y le pasó su hermana pequeña a Tyresse, que andaba junto a él. Cuando el hombre nos adelantó solté un suspiro.

—Hola —respondió—. ¿Dónde te habías metido?

—Estaba atrás, hablando con Glenn.

—¿Y de qué estuvisteis hablando? —preguntó con curiosidad y yo fruncí el ceño.

—De nada en particular —mentí—. Escucha... —iba a mencionar el beso. Quería preguntarle si había significado algo para él, pero un grito de auxilio interrumpió mi frase haciendo que apretase los labios con frustración.

Carl se tensó y se giró en dirección a su padre, le agarró del brazo y dio varios tirones de él, como queriéndole hacer avanzar, pero en cambio Rick no se movió ni un solo centímetro.

—Papá —el castaño le llamó—. Vamos, papá.

Rick negó con la cabeza y el castaño sabiendo que no conseguiría convencer a su padre echó a correr entre los árboles.

Como si presionaran un botón en el interior de mi cabeza yo también corrí, siguiendo al castaño.

—¡Carl! —grité—. ¡Para!

Carl no se detuvo en ningún momento y siguió buscando el lugar del que provenía el grito.

—¡Por favor! —supliqué y esta vez sí que se detuvo.

Avancé hacia el castaño y me situé frente a él. Agarré sus manos con suavidad y Carl acarició las mías con la yema de sus pulgares.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté.

—Tenemos que ayudarle —apretó su mandíbula—. Es lo correcto, estaba pidiendo ayuda y no podemos simplemente pasar de él. Hay que ser un poco humanos.

—Pero... —miré fijamente a Carl y cuando sus ojos se clavaron sobre los míos sentí la paz y la seguridad que siempre me transmitían.

—Por favor.

—Está bien —asentí tras un par de segundos—. Vamos.

Carl me mostró una sonrisa de labios sellados y se acercó a mi rostro para besar mi mejilla.

Pensé en la magnífica oportunidad que se me estaba ofreciendo y agarré su rostro con suavidad. Giré su cabeza con lentitud, entreabrí mis labios y los uní con los suyos antes de arrepentirme.

Estaba a punto de separarme, suponiendo que era un error cuando Carl rodeó mi cintura con sus brazos y me atrajo a su cuerpo siguiéndome el beso.

—Bien, vamos —me separé tras dejar un beso rápido en sus malditos y adictivos labios.

Carl tomó mi mano y ambos empezamos a correr.

Teníamos que encontrar al causante del grito.

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora