32. Adrenalina

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Wonsik amaba la pintura, no era ninguna novedad, la aplicaba en lienzos, paredes, libretas o simples folios blancos, pero la piel de Taekwoon era definitivamente el lugar donde mejor quedaba. Como quien dibuja corazones en una agenda escolar por estar enamorado, él lo hizo constantemente por casi todo su cuerpo, combinando colores como le gustaba. También incluyó alguna palabra como "Leo" en su antebrazo, o "amor" en su nalga derecha, a la que después dio un mordisco, haciendo que su chico gritara de dolor y placer a la vez.

Su gatito le recriminó varias veces que dejara de jugar, pero se lo estaba pasando tan bien que tardó bastante en pasarle la tarea. Aunque no se arrepintió de nada, porque verlo con ese tono color carmesí en sus mejillas, mientras manchaba sus manos con la acrílica verde lima, era todo un espectáculo. Se atrevió a escribirle "Ravi" con letras mayúsculas en el pecho, tapando algunos de sus tatuajes, y con una sonrisa de niño travieso en la cara, derritiéndolo con cada una de sus caricias de color en su cuerpo.

Adoraba el modo en el que se había manchado la nariz con el azul, mientras intentaba pintar algo que parecía un gato en su mano solo por diversión. Definitivamente, aquella había sido la mejor idea que se le había ocurrido en toda su vida, no cambiaría nada de ese momento, necesitaba instantes con Taekwoon a todas horas. Por eso lo abrazó fuerte, mezclando la pintura de su espalda con la de sus pectorales, deformando las figuras que habían creado por estar aún la pintura reciente y besando las partes de su cuello que aún no tenían color.

No tardó en introducirse dentro de él, haciendo que las palmas de ambos apretaran la tela con fuerza y creando las primeras figuras irregulares. Era la mejor sensación del mundo, ver como aparecían manchas azules combinadas con las rosas a la vez que Taekwoon gritaba su nombre con cada embestida. Cambiaron de postura, y  los corazones de su chico se sellaron en aquella sábana que no utilizaba más que para tapar algunos de sus cuadros. Le encantó ver lo bien que quedaba el color salmón en el pelo negro de su gatito, y como bajaba una gota de pintura por su cuello, delineando esa vena que tantas veces había mordido.

La tela cada vez estaba más arrugada, el acrílico cubría el noventa por ciento de sus cuerpos, creando esa obra de arte que tanto ansiaba ver, daría lo que fuera por poder admirarse reflejado en ese instante, o al menos ver la cara de Taekwoon manchada de rojo y azul mientras se dejaba ir con su nombre en sus labios. Wonsik no tardó en culminar también, apretando con fuerza el cuerpo contrario, con la respiración agitada y una gota de color verde resbalando por uno de sus mechones de pelo.

Se miraron a los ojos de ese modo que tanto amaban, entremezclando el aire que corría entre sus caras y besándose de nuevo, sin importarles el mal sabor de la pintura que podía colarse en sus bocas.

- Taekwoon... - Escuchó un sonido de su garganta conforme lo había escuchado. – Tú le das color a mi vida. – No le importó repetir esas palabras, unas que eran más sinceras que cualquier otra cosa posible. Le encantó verlo enrojecer nuevamente y dedicarle la más bonita de las sonrisas. - ¿Vemos nuestra obra de arte?

Su gatito asintió feliz, y de un salto se levantaron con las manos entrelazadas, notó que Taekwoon estaba helado, así que después de confirmar que tenía frío, le tendió la camiseta que se había puesto esa mañana y se había quitado por el calor, tirándola en algún rincón de la habitación. Era increíble lo sexy que estaba con esa prenda que le venía larga y esa frase tan acorde con la situación "Sexual fantasies", sonrió al ver que su novio ni se había percatado.

Wonsik abrió mucho los ojos después de estirar la sábana para que estuviera lisa, no era mentira, era lo mejor que había dibujado en mucho tiempo. Podía considerarse un dibujo abstracto, sin forma alguna, pero con detalles que solo ellos conocían, como la cantidad de corazones de colores o una mano claramente marcada.

Tu toque de ColorWhere stories live. Discover now