16. Magia

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Desde que era pequeño, las navidades siempre eran iguales. El día de nochebuena sus padres preparaban la mejor fiesta de la zona, llena de invitados que Taekwoon no conocía. Se pasaba el día jugando entre las escaleras de su gran mansión y los jardines, le gustaba ver la bonita decoración que ponían en el exterior y la nieve que se acumulaba entre los arbustos.

Cuando llegaba la noche, se ponía el traje que su madre le obligaba y caminaba entre las personas sin llamar la atención. Se aburría escuchando sus conversaciones, nunca asistían niños a la fiesta y su hermana pasaba esos días en el internado, así que no tenía con quien jugar y terminaba viendo la televisión de su habitación hasta quedarse dormido.

A la mañana siguiente cualquier chico de su edad se levantaría emocionado al encontrar regalos debajo de su árbol y un desayuno familiar, pero Taekwoon nunca vivió algo como eso. Sus padres consideraban la costumbre de regalar cosas en navidad una tontería, así que los días veinticinco de diciembre de cada año, eran un día como cualquier otro.

Y siempre fueron de esa manera, incluso cuando decidió al fin logró plantar cara a su madre e independizarse sin seguir el camino que había escogido para él, llevar la empresa de su padre y casarse con una buena chica.

Cada año volvían esas fechas y Taekwoon las solía pasar de largo, ya que lo único que tenían de buenas eran sus dos semanas de vacaciones, por eso la olvidó completamente y fue Wonsik quien se encargó de recordársela la última vez que se vieron. Estuvo toda la semana hasta arriba de trabajo, el especial de navidad salía dos días antes de ella y toda la plantilla estuvo sin parar. En cuanto llegó el viernes, todos se despidieron con el típico "felices fiestas", y se fueron a casa emocionados.

Pero lo que sentía Taekwoon eran nervios.

En ese momento eran las doce de la mañana del sábado veinticuatro, iba tapado hasta arriba por que el frío no le dejó ponerse otra cosa. En los bolsillos de su abrigo llevaba lo necesario, como su cartera, el teléfono móvil y las gafas.

Y las tenía porque Wonsik se lo había pedido de aquella manera, y porque no paró de recordárselo en los cuatro días que llevaban sin verse, por mensaje, y también porque tenía curiosidad. Luego añadió otro motivo que lo hizo enrojecer, pues el que viviera una de las experiencias más excitantes de toda su vida en aquel sofá lo era, y si ponerse las gafas iba a hacer que mejorara no lo iba a dudar.

Tenía claro que si el Taekwoon de unas semanas atrás lo hubiera visto en ese instante, le diría que estaba loco, pero le daba igual. Había aceptado su gusto por el pelirrojo por que no podía luchar contra la mayor parte de su cuerpo, esa que amaba pasar los dedos por el ángel tatuado en su costado o la mano que apretaba con fuerza su cabello cuando lo hizo llegar al límite con ese acto que él solía hacer en solitario.

No sabía si era por el frío o porque tenía ganas de verlo, pero el modo con el que se abalanzó literalmente sobre él, sorprendió más al propio Wonsik que a sí mismo. Por eso le gustó que éste le correspondiera al momento, adueñándose del beso que Taekwoon había comenzado.

- Si llego a saber que me ibas a recibir así, quedamos antes. – Dijo con una sonrisa sin separar ni un solo milímetro sus caras, luego lo volvió a besar.

Y le encantó que lo hiciera, con esa manera única, repasando sus labios hasta dejarlos rojos, delineando cada rincón de su boca y mezclando el aire que respiraban, haciendo que ambos latidos de aceleraran sin compás alguno. Sus manos se entrelazaron involuntariamente, igual que la última vez, pero ninguno dijo nada, incluso cuando se dieron cuenta al finalizar el beso por culpa de los pulmones.

- Ven conmigo.

Era raro ver a Wonsik con la cara del mismo tono de su pelo, y una sonrisa sincera que lo acompañó durante el corto recorrido hasta la cocina. Seguían sin separar sus dedos, aquello gustó demasiado a Taekwoon, de la misma manera que le encantó su forma de vestir aquel día, sencilla pero sin dejar de ser él, pues aunque iba descalzo, llevaba unos tejanos rasgados y ajustados perfectamente a sus piernas. La camisa blanca, decorada con lo que parecían Kanjis, le venía algo grande, pero eso no era problema ya que le pareció de lo más sexy, y más cuando la llevaba desabotonada por delante, dejando ver algunos de sus tatuajes.

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