31. Locura

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Lo tenía claro, muy claro, mucho más que cuando decidió que el periodismo era su pasión, y aunque en esos momentos le estaban ofreciendo subir en lo que era su sueño, sentía que habían cosas más importantes. Y es que el crecer en un ambiente donde un trabajo es más importante que las personas a tú alrededor, te podía crear dos personalidades muy distintas: o seguías con sus mismos pensamientos o, la que Taekwoon consideraba correcta, anteponer a la persona que quería a su futuro.

Por mucho tiempo que su jefa le había dado para tomar una decisión, sabía por lo que optar, que nunca iba a permitir que atraparan a Wonsik, y menos si era por una ley absurda y sin sentido. Le daba igual que peligrara su puesto de trabajo, o que no le permitieran volver a entrar en el sector, en esos momentos solo pensaba en ver a su novio y recalcarle que su boca permanecería callada.

Cada vez estaba más acostumbrado a esas largas escaleras que lo conducían a su casa, aunque siempre terminaba con la respiración agitada, pero ese día le daba igual. No le importaba en absoluto haber mentido en el trabajo, diciendo que cubriría la noticia del concurso de pasteles de fin de año que se celebraba en Hondae, solo para pasar un día más con su pelirrojo. Picó a su puerta, escuchando el ladrido familiar del pequeño Buttie, y en pocos segundos ya tenía esa preciada sonrisa delante de él.

- ¿Qué te trae por aquí, gatito? ¿No deberías estar trabajando?

No le había dicho nada porque había decidido ir a su casa en el último momento, y sabía que lo encontraría allí, pasando su día a día, vestido como a él tanto le gustaba. Wonsik llevaba pantalones rojos cortos de deporte, lo suficientemente bajos como para que se le viera la ropa interior, hoy negra. Y como siempre, a pesar del frío, lo único que cubría su torso eran sus preciosos tatuajes, Taekwoon observó que tenía también algunas gotas de colores. Sabía lo que estaba haciendo, y lo confirmó en cuando vio que en su mano izquierda tenía un pincel manchado de azul.

- Debería, sí. – Entró mientras se quitaba la chaqueta. – Pero me apetece más estar contigo.

Por supuesto dijo eso completamente rojo, pero eran frases que desde que estaba en serio con él, salían solas. Igual que el lanzarse a sus labios como si no los hubiera probado en años, sin importarle lo más mínimo que se le ensuciara la sencilla camisa blanca, porque todos esos detalles eran lo que hacían su nueva vida de enamorado única. Por eso nunca la dejaría escapar, no perdería ningún momento con Wonsik, por un instante tuvo miedo y lo apretó como si de ese modo lo pegara a su piel, igual que el ángel dibujado en su costado.

- Nunca diré una sola palabra. – Susurró cerrando los ojos y enganchándose a su cuello.

- Lo sé. – Notó un beso sobre su cabeza. Se imaginó que Hyuk le había comentado la situación, obviamente su mejor amigo también estaba preocupado por él.

- No permitiré que te hagan nada. – Y volvió a hundir la cara en su pecho, sintiendo los rápidos latidos de su corazón, guardándose las ganas de llorar.

- No me cabe la menor duda, gatito. – Los brazos fuertes de su novio lo apretaron, calmándolo, dándole esa seguridad que no tenía.

Ninguno de los dos contó el tiempo que estuvieron en la misma posición, regalándose en silencio lo que sentían el uno por el otro, y Taekwoon intentando que no saliera ni una sola lágrima de sus ojos para no parecer débil, aunque le era muy difícil, pues el hecho de imaginar perderlo ya lo asustaba.

Asintió en cuanto Wonsik le preguntó si quería ver su nueva pintura, y después de derretirse con la sonrisa que le dedicó, lo siguió hasta aquella habitación al final de las escaleras, en ningún momento soltaron sus manos entrelazadas. A Taekwoon le gustaba el olor del acrílico que había, al ser una sala sin ventanas era mucho más concentrado, y mezclado con la cantidad de color, podía decir que esas cuatro paredes eran un lugar único.

Tu toque de ColorWhere stories live. Discover now