26. Indescriptible

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Faltaban dos horas para la vuelta a la jornada laboral después de las vacaciones de navidad, Hakyeon se miró en el espejo del baño, tenía ojeras así que tenía menos de ese tiempo para taparlas y lograr ir al trabajo como si hubiera descansado las ocho horas necesarias en un adulto de su edad.

Lo ideal sería que el remordimiento lo recorriera por dentro y por ello, no haber dormido en absoluto, y que lo poco que lo hubiera hecho fuera por estar pensando en la que ahora era su novia y no por haber pasado la mayoría de su noche con el hermano de esta.

Porque Hakyeon había vuelto a sucumbir a los encantos de Jaehwan.

Se dio cuenta que su advertencia de ir a por él iba en serio cuando, después de despedirse de Jaerin con un dulce beso en la puerta de su casa el día anterior, su vecino entró sin permiso y lo acorraló en la entrada. Intentó esquivarlo, evitó que no fuera a mayores apartando las manos contrarias de sus caderas, pero no pasaron ni dos minutos hasta que no pudo resistirse más.

Porque los labios de Jaehwan eran adictivos.

Odiaba admitir que el roce de sus lenguas, era lo mejor que le había pasado desde su última vez. La manera posesiva con la que lo apretaba contra él, despeinándolo con cada caricia y su forma de desnudarlo sin compasión, solo hacían que Hakyeon cayera en sus redes fácilmente, por mucho que se arrepintiera al día siguiente.

Salió del baño con la toalla en la cadera al escuchar su teléfono móvil, era un mensaje de texto de Jaerin dándole los buenos días y un adorable osito que le deseaba ánimo en su primer día de trabajo en el nuevo año. Cada palabra que leía era un pinchazo de culpa, le pidió salir con ella el día siguiente de navidad, aún no comenzaba el mes de enero, y ya le había sido infiel dos veces. Se sentía estúpido, y todo por no querer aceptar que le gustaba un hombre.

Porque sí, le gustaba Jaehwan mucho más de lo que imaginaba.

Adoraba su sonrisa, sus besos, su manera de ser y su intento exitoso por conquistarle. Le gustaba su manera de tocarlo y hacerlo suyo con pasión y dulzura a la vez, algo que nunca había pasado nunca antes con ninguna de las chicas con las que había estado.

Pero todo aquello estaba mal, lo sabía y Hakyeon debía enfrentarse a ello, no solo estaba el problema de ser el novio Jaerin y acostarse con su hermano a la vez, sino que también debía soportar la mente cerrada de su madre, una que no aprobaría bajo ninguna circunstancia un engaño como aquel, y mucho menos si el responsable era un chico.

Quiso gritar con todas sus fuerzas, pero era muy temprano y Jaehwan aún dormía en su cama. Había sido la primera vez que los dos se quedaron dormidos juntos, después de una noche de pasión, pues el resto de las veces uno de ellos se marchaba primero. Así que por unos instantes se olvidó de todo lo que no debía hacer, y se centró en el muchacho de labios gruesos y cuerpo tonificado.

Dormía abrazado a una de sus almohadas, con la boca medio abierta y su manta de tonos pastel cubriéndole de cintura para abajo. Una parte de su cuello lucía con claridad, una mancha rojiza que Hakyeon se atrevió a marcar, en uno de los puntos más ardientes de la noche pasada.

Terminó de vestirse en silencio para no despertarlo, y después de mirar el reloj, tuvo que apresurarse para no coger atasco en la carretera principal. Se miró en el espejo de la entrada una última vez, colocando un pelo rebelde en su sitio y ajustándose la corbata correctamente, luego sonrió satisfecho ante su imagen.

- ¿De verdad piensas ir tan extremadamente guapo al trabajo? – Escuchó a su espalda y se giró para encontrarse un más que despierto Jaehwan, vestido únicamente en calzoncillos. – Todos te mirarán y eso no me hace ninguna gracia.

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