4. Aventura de colores

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Cada vez que avanzaba más por aquella calle desértica, dudaba más de que la dirección que tenía escrita en el papel, ya arrugado por los nervios, fuera cierta, pero no tenía nada que perder, pues la situación o era una broma de mal gusto o era su mayor oportunidad de avanzar en su trabajo, aunque cuando vio al hombre borracho salir dando tumbos de una de las casas del barrio, se decantó por la primera opción.

Era extraño que de un día para otro la nota apareciera encima de su escritorio, que luego le llevó a otra sin aparecer el autor de la primera, que por algún motivo conocía el nombre de su amigo y que sabía que él necesitaba encontrar el paradero de Ravi, pero era hacer caso a las notas, o volver al principio, sin tener ni idea de por dónde comenzar a buscar.

Giró a la izquierda, tal y como su teléfono decía, y se topó con unas escaleras, según la pantalla la casa de Ravi estaba al final de ellas, así que, después de resoplar cansado, las subió aun dudando si estaba haciendo bien el ir a ese barrio completamente solo y sin que nadie lo supiera, ni siquiera Hakyeon, al que le puso la excusa de que tenía que ir a hacer una entrevista a las afueras. Tal vez su jefa era la única que podía darse cuenta si le pasaba algo, pues antes de salir le dijo que podía tener pistas sobre el paradero el pintor, y ella sin dudarlo lo dejó marchar.

Al fin llegó al último escalón, el barrio de Iwon se encontraba en una de las zonas altas de Seúl, así que la mayoría de las calles eran cuesta arriba. Al girarse le gustó ver el paisaje, el cielo azul estaba completamente despejado y los edificios a sus pies hicieron sentir a Taekwoon que estaba en las nubes. Si después de todo Ravi no aparecía, al menos había valido la pena el recorrido que había hecho.

Volvió la vista a su teléfono para ver por donde tenía que ir, pero al levantar la mirada comenzó a desanimarse, pues según el mapa tenía la casa justo delante, pero lo único que vio fueron más callejuelas cuesta arriba, alguna que también bajaba, y un edificio que parecía abandonado. Miró a los lados para ver si podía preguntar a alguien, pero no tuvo suerte o al menos hasta que escuchó ruido en el interior de la fachada que tenía delante.

La casa tenía un par de ventanas, una persiana como si fuera la entrada de un parking y unas escaleras pequeñas que daban a una puerta. Ya había llegado hasta allí, no tenía nada que perder preguntando si estaba en la dirección correcta, así que, después de buscar un timbre que no encontró, picó en la madera desgastada.

Escuchó el ladrido de un perro, seguido de una voz que le reprochó por hacerlo, y muchos cerrojos que seguramente había por dentro, hasta que la puerta se abrió. Un muchacho, que no parecía mucho mayor que él, apareció vestido con unos pantalones cortos color negro algo bajos que le dejaban ver la marca de su ropa interior verde fosforito. Iba sin camiseta, permitiendo ver a Taekwoon algunos de sus tatuajes perfectamente dibujados en aquel cuerpo demasiado bien formado. También le llamó la atención el color rojo intenso de su pelo alborotado, como si se acabara de levantar y la sonrisa que tenía en la cara.

- Hola Taekwoon. – Dijo mientras se apoyaba en el marco de la puerta.

- ¿Cómo sabes que...?

- ¿Por qué no llevas las gafas? – Se quedó perplejo ante aquello – Es igual, te estaba esperando, pasa.

Dicho esto, el chico entró dentro dejando la puerta abierta, invitándolo a pasar. Taekwoon dudó, aquella situación era algo extraña y no le daba buena espina.

- ¿Entras o no?

Quiso responder, pero algo lo entretuvo de hacerlo, pues un pequeño buldog francés color crema lo miraba desde el suelo. Estaba sentado con una de sus patitas estirada, la cabeza hacia arriba y la lengua fuera, sonrió, era adorable. Se agachó para acariciarle la cabeza y este no hizo más que intentar lamerle, y seguidamente se tumbó boca arriba para que el pelinegro lo acariciara aún más. De esta manera Taekwoon pudo leer el nombre del perro en el collar que llevaba.

Tu toque de ColorWhere stories live. Discover now