21. Siempre

370 69 23
                                    

- No sé para que lo hemos traído, no hace más que dar problemas. - Escuchó decir a su padre.

- Cariño, es solo un niño... - Su madre estaba algo más calmada.

- Estamos con un cliente muy importante, no está bien que decida correr de un lado para otro. Casi estropea nuestro contrato, llévatelo de aquí.

A Wonsik le había parecido divertido esconderse entre las mesas, imaginando que estaba en un laberinto y tenía que huir de los gigantes con aburridas pajaritas en el cuello. Pero uno de sus pies había tropezado con uno de los manteles, y faltó muy poco para que la cantidad de aperitivos de la superfície, cayeran al suelo.

Aun así no pasó desapercibido, los invitados de la fiesta lo miraron con desprecio y hacían comentarios de lo mal educado que estaba. Pero la peor parte vino cuando su padre giró la cabeza avergonzado, y pidió disculpas al señor gordo con bigote, que supuestamente quitaría de la quiebra a su empresa.

Su madre lo cogió de la mano y lo apartó a un rincón de la sala con menos gente, y un par de sillas vacías, luego sacó de su bolso una pequeña libreta y cuatro lápices de colores.

- Dibuja algo bonito para la abuela hasta que papá termine ¿De acuerdo?

El niño solo se dedicó a asentir y agachó la cabeza para centrarse en combinar el color azul con el rojo, no hacía el mismo efecto que la pintura, pero logró sacar el tono que quería para su margarita, una flor aburrida por ser solo blanca.

Los minutos pasaban, y a Wonsik cada vez se le cerraban más los ojos, así que juntó las dos sillas y apoyó su cabeza sobre las manos a modo de almohada. Logró dormir a pesar del ruido de la sala, hasta que notó como lo alzaban en brazos. Apretó el cuello de su madre e intentó volver a conciliar el sueño, pero se centró demasiado en la conversación a su lado.

- Yo a su edad hacía cálculos matemáticos, no florecitas. –Lo oyó suspirar. - Cada vez me arrepiento más de llevarlo con nosotros a los sitios, siempre causa problemas o nos avergüenza.

Aquel día recordó haber llorado en cuanto llegaron a casa, la mirada que le dedicó su padre jamás la olvidaría, ni esa ni todas las que recibió hasta que finalmente se separaron. Por desgracia, Wonsik volvió a ver aquellos ojos pero en la persona que menos esperaba, y le dolieron más que cuando era pequeño. Por eso decidió despejar su mente, marchándose de repente de la habitación del hotel la noche anterior.

Necesitaba respuestas, el motivo de ese dolor en su pecho al recibir el enfado de Taekwoon, no le gustaba que él lo odiara también. Con el paso del tiempo, las reprimendas de su padre le resbalaban completamente, los comentarios de la gente hacia su persona no le importaban nada e incluso la sinceridad de Hyuk en según qué situaciones las pasaba por alto. Pero que el pelinegro se arrepintiera de estar a su lado lo hacía decaer, pensó que estaba dispuesto a recibir el desprecio del mundo entero, pero no el de él.

Por eso cuando sus brazos lo rodearon en la cama, sintió como su cuerpo se saneaba poco a poco y su respiración se controló, muy al contrario que ese estúpido músculo palpitante, el cual decidió aumentar de velocidad al notar la suavidad de sus dedos. Taekwoon llevaba un tiempo provocándole ese tipo de reacciones involuntarias, como el calor que sentía en la cara cuando le colocó un mechón rebelde en su sitio sin habérselo pedido, o las extrañas ganas que tenía de besarlo cuando lo vio pasarse lengua por los labios al beber un poco de agua.

- Wonsik. – Su voz suave también era algo que lo volvía loco. – Es allí. – Lo vio señalar una mansión enorme a través de la ventana del taxi. – Tengo muchísimas ganas de ver la cara de Minyul cuando le demos el dinosaurio. – Y allí estaba, daría lo que fuera por ver esa sonrisa todos los días, se sentía estúpido pero si en alguna ocasión tuviera que sacrificar su vida por algo, sería por ella.

Tu toque de ColorWo Geschichten leben. Entdecke jetzt