—¿Y eso no sería una cagada? Como lo de anoche, digo —dijo Bea muy seca.

Hugo apartó las manos de ella, tenerla tan cerca le había hecho perder la cabeza. Había olvidado lo que le había dicho aquella mañana. Lo peor es que también había olvidado el motivo por el que lo había dicho: Martín.

—Deja de perder el tiempo, Hugo —Bea nunca había sonado tan fría—. Yo no regalo segundas oportunidades.

Un par de minutos juntos y Martín se disculpó con Erica para ir a buscar a Hugo

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Un par de minutos juntos y Martín se disculpó con Erica para ir a buscar a Hugo. No es que quisiera encontrarle, más bien quería huir de Erica. Era una chica muy agradable, pero hacía muchas preguntas inocentes que revolvían sus heridas: "¿qué tal el viaje?", "¿a qué te dedicas?", "¿dónde conseguiste esa camiseta?".

¿Qué se suponía que tenía que contestarle? ¿Qué se había pasado todo el viaje muriéndose por dentro? ¿Qué estaba en el paro, y sin buenas oportunidades en el horizonte, porque llevaba meses obsesionado con salvar su relación con la chica que le había regalado la camiseta que llevaba puesta?

Estuvo a punto de pasar de largo y no verlos. No esperaba encontrarlos en el suelo. No a él sobre ella. Las manos de Hugo amasando el barro de la cintura de Bea. Sus rostros a escasos centímetros. A Hugo no parecía importarle la suciedad, estaba a punto de devorarla.

La expresión de Bea se tornó gélida.

Algo debió de haber dicho Hugo. Contrariado, estiró los brazos alejándose de ella.

Martín caminó hacia atrás nervioso, no quería que le vieran, y chocó contra un coche haciendo ruido.

Cuando Hugo se giró y le vio, se apartó con tanta urgencia de Bea que parecía que hubiese estado haciendo algo ilegal. La dejó atrás sin ni siquiera ayudarla a levantarse.

—Me estaba vengando —explicó algo nervioso acercándose a Martín—. Mira cómo me ha puesto.

Hugo le enseñó sus manchas de barro.

—Erica te está esperando. —Ver a Hugo nervioso hizo que Martín se sintiera incómodo.

—No se debe hacer esperar a una dama —dijo Hugo tratando de no parecer alterado y dedicándole una mirada cómplice.

Martín no entendió nada. Le miró confundido mientras se alejaba.

Fue hasta donde estaba Bea para ayudarla, pero ella ya se había levantado.

—¿Estás bien?

—Sí —dijo Bea con la cabeza alta—. Al final he ganado yo.

En realidad, lo único que había ganado era estar aún más confundida por los vaivenes de Hugo.

—¿Quieres ir a ducharte ahora o...?

—Voy a ver antes si tengo algo de ropa extra —Bea maldijo haber preparado tan rápido y mal la mochila—, o me pondré algo sucio... No sé.

Si me dices que noWhere stories live. Discover now