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RETRASO.

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Dos semanas y media más tarde

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Dos semanas y media más tarde

Las cosas habían ocurrido a un ritmo un tanto vertiginoso, demasiado para mi gusto. Gabriel, aún no sabemos cómo, atrajo una horda de caminantes hacia la iglesia y tuvimos que encerrarlos a todos en el interior de la parroquia, lo que nos impidió volver a entrar.

Eugene resultó ser un embustero. No había cura en Washington, ni ningún experimento. No podíamos salvar el mundo, aunque quisiéramos.

Tyresse murió por culpa de un caminante y también Beth murió en un enfrentamiento en el Grady Memorial de Atlanta. La consecuencia de las dos muertes fue que todo el grupo se sumiera en un ambiente callado y depresivo. Los más afectados de nuestras dos últimas pérdidas fueron Sasha, Maggie y Daryl, que a penas mediaban palabras con los demás integrantes. Les comprendía, a mí también me dolía.

Agradecía al castaño, a quien como era de esperar, estaba mucho más unida tras nuestra sesión sexual en el despacho de la iglesia de Gabriel, todos los intentos de sacarme una pequeña sonrisa.

—¿Me sonríes? —me preguntó Carl y yo desvié la mirada de las nueces que tenía en la mano.

—¿Por qué? —respondí cuando me tragué la nuez que llevaba en la boca.

—Porque me gusta verte sonreír.

Apreté mis labios con suavidad y bajando la cabeza sonreí de una manera discreta que sólo Carl tuvo la oportunidad de apreciar. El castaño gateó hasta quedar junto a mí y alzando mi mentón con suavidad besó mis labios con delicadeza para después separase ladeando la cabeza alzando y bajando sus cejas con rapidez.

—¿Estás bien? —preguntó mientras recogía un mechón de pelo tras mi oreja.

Asentí a modo de respuesta y cerré los ojos cuando los labios de Carl se posaron sobre mi frente.

—Voy a intentar cazar algo junto a mi padre y Abraham —me dijo.

—Ten cuidado —acaricié su rostro—. ¿Vale?

—Vale —Carl asintió y yo besé sus labios una vez más.

Tras el gesto, Carl se puso en pie y se situó junto a su padre, que ya sabía la relación que su hijo mantenía conmigo, le parecía bien, o eso quiero creer.

—¿Qué pasó? —Finn me habló y yo puse los ojos en blanco.

—Que tus intentos de separarnos fallaron —respondí con tono seco—. Gracias por unirnos todavía más.

Finn puso los ojos en blanco y yo apreté los labios. No soportaba tenerlo delante sin desear partirle la cara.

—No, Hela —gruñó—. Me importa una mierda como de unidos estéis o cuán felices seáis. Me importa una mierda los besitos que os deis o lo mucho que os queráis, pero ¿qué pasó en el despacho?

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora