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✿°̥࿐❛Siento su suciedad en mis huesos. Lávame las manos hasta que se haya ido. Las paredes se están cerrando con cortinas de terciopelo...❜
Él me tenía presionada contra la pared. Sus grandes manos tenían presas mis muñecas por arriba de mi cabeza, fuertemente, asegurándose que no lo pudiera alejar de mí. Sus caderas presionadas contra mi núcleo, moviéndose lentamente, haciéndome gemir.
Pero de alguna manera me quedé quieta, mordí mi labio inferior y me esforcé por no hacer algún sonido. No quería que el ganara.
—Yo sé que lo quieres, cariño.— Shawn tarareó, su voz sonaba tan ronca y baja. —Vamos, gime por mí, mi niña.
Sus caderas se movieron contra las mías, el bulto en su pantalón presionó contra mi feminidad, haciendo mi espalda estremecer. Sus ojos mirando directamente a los míos, solo esperando para que un sonido escapara de mi boca.
Pero no hice sonido alguno.
—No me hagas forzarte.— murmuró entre dientes.
No podía moverme. Shawn se aseguró que estuviera bien empotrada contra la pared, con su cuerpo aplastándome fuertemente, asegurándose que no me fuera a mover. Lo mire a la cara, sintiéndome indefensa.
—Está bien.— se encogió de hombros, acercando su boca a mi oído. —Te amarraré a la cama y follaré la mierda fuera de ti.
—Tan confiada.— sonrió, pasando sus labios por todo mi cuello. —Estoy seguro que gritarás tan fuerte que no vas a poder respirar, cariño.
—¿No dijiste eso la última vez, Mendes?— levanté una ceja, ignorando los besos húmedos que dejaba en el lado derecho de mi cuello.
—Seguro lo hice, ¿recuerdas cómo acabaste? Con la garganta adolorida al siguiente día.— rió.
—La garganta no fue la único que quedó adolorido.— susurré.
—Es cierto, bebé, no pudiste caminar bien en días."
—Y todavía no puedo.— suspiré, haciéndolo reír aún más. No había forma que no escapara de él ahora.
—¿Estás tratando de decirme que sea más gentil contigo, pequeña?
No respondí. No le dije que fuera más gentil, o que fuera menos rudo.
Shawn inclinó su cuerpo hacia el mío, presionándose fuertemente contra mí. El ni siquiera perdía la vista de mi cara, sus ojos mirándome directamente.
—Estoy tan duro, ahora mismo, no puedo pensar con claridad.— gimió sobre mi oído, sus manos soltaron lentamente mis muñecas y se escabulleron debajo de mi trasero. —Dime cuánto quieres mi polla dentro de ti, muñequita.
