—Chicos, no quiero ser vinagres —dijo Martín algo cohibido—. Por lo de Paula y eso... me he propuesto no amargaros el viaje. Solo pido que no pongáis canciones de amor.

—Propongo una cosa —dijo Hugo—. Que cada uno ponga su música durante media hora, ¿de acuerdo? Menos metal ópera.  

—¡Yo empiezo! —Valeria volvió a dar un saltito.

Bea se puso tensa. Intuía que música que a Valeria le gustaba no encajaría bien con sus amigos, quienes eran bastante intolerantes en lo que a música se refería.

—Quizá es mejor poner la radio —dijo Bea en voz baja para que solo Hugo oyera.

—Cómo sois las tías de competitivas —murmuró Hugo.

Valeria enganchó su teléfono a la furgoneta y a los pocos segundos empezó a sonar una canción que mezclaba trap y reggaetón. La chica empezó de inmediato a bailar al ritmo de la canción, levantando los brazos. Iker pretendía no ver los guiños que Valeria le hacía para que bailara con ella. Martín se apoyó en el cristal y se tapó la cara con la mano, como si escuchara por los ojos. Hugo también se había pegado al cristal de su ventanilla, mirando hacia fuera como un cachorrito que se muere de ganas de huir. Bea al verle empezó a imitar los movimientos de Valeria al son de la música, guiñó un ojo a través del retrovisor y Valeria la aplaudió. Al fondo del coche, Germán movía la cabeza al ritmo y arrugaba el ceño como si tratara de entender algo. Apenas había pasado un minuto de canción cuando Hugo la apagó y encendió la radio.

—A ver si dicen algo del atasco —dijo Hugo.

Bea se puso a toser y entre tos y tos se la oyó decir "pureta".

En la radio no decían nada del atasco, solo daban otras noticias, pero dio igual porque justo en ese instante el tráfico pareció mejorar.

No les faltaba mucho para salir de la ciudad, el semáforo que tenían delante se puso en ámbar y Bea empezó a frenar .

—Acelera Be, te da tiempo—dijo Hugo, pero Bea frenó—. Coño, acelera.

El coche de al lado aceleró saltándose el semáforo. Otro coche que venía por la izquierda le dio un golpe, no fue un golpe muy fuerte, pero si lo suficiente como para que los conductores salieran de los coches algo aturdidos.

—¿Me vas a seguir dando lecciones? —Bea alzó la voz—. ¿Qué más señales quieres?

—Tú habrías podido pasar —dijo Hugo alzando también la voz—. Esta furgo acelera...

—Monovolumen —corrigió Bea.

—Furgoneta de pasajeros —dijo Hugo—. A este paso no vamos a salir de Madrid nunca.

Frente a ellos, los conductores accidentados examinaban sus coches y se pedían disculpas mutuamente.

—¿Qué quieres? ¿Que me quede sin puntos yo también? —gritó Bea— ¿Que me la pegue como esos? ¿Qué es lo que quieres, Hugo?

—Que me hagas caso, joder —Hugo estaba muy irritado—. Las tías os pasáis de prudentes y luego...

—De acuerdo. —Bea rio indignada—. Te haré caso porque está claro que mi vagina me impide conducir bien, ¿no?

—Pues mira por donde, sí,conducís peor —dijo Hugo—. Eso lo sabe todo el mundo.

—Me vas a perdonar, pero tenemos muchísimos menos accidentes.

—Porque los provocáis.

—Oh, sí, seguro que los provocamos desafiando vuestra frágil masculinidad que se desmorona cuando hacemos frenar vuestros monovolúmenes.

—Ya vale —gritó Martín muy serio desde atrás—. Ya estáis como siempre y ni hemos salido de Madrid. Hay más gente en esta furgo... Monovolumen... Lo que sea.

Todos guardaron un tenso silencio. Nadie abrió la boca en un buen rato, solo se oía a Hugo resoplar cada vez que Bea cambiaba de carril. Martín se había hundido en su asiento y escudriñaba las redes sociales buscando alguna actividad de Paula. A su lado, Germán canturreaba mirando por la ventanilla. Delante de ellos, Valeria se hacía selfis usando filtros de animales, incluyendo en las fotos a un resignado Iker. Bea estaba concentrada en la carretera y en su propia respiración para tranquilizarse. Conducir solía relajarla, pero necesitaba una dosis extra de calma para aguantar a Hugo.

—¿No lo oyes? —preguntó Hugo a Bea.

—¿No oigo el qué?

—El coche te está pidiendo que cambies de marcha.

Lo que hizo Bea fue cambiar de carril y coger la primera salida que daba a un área de descanso. Aparcó el coche, echó el freno de mano y apagó el motor.

—Tengo que... mear —dijo Bea y se volvió hacia Hugo— ¿Vienes?

Hugo se limitó a bajarse del coche, él y Bea caminaron unos veinte metros antes de empezar a gritarse. Aunque no se les oía se intuía perfectamente de qué trataba la conversación. Bea gesticulaba, Hugo soltaba una risa burlona, Bea se señalaba la cabeza y Hugo se señalaba a sí mismo como indicando que era inocente, Bea miraba al cielo como pidiendo ayuda...

Desde el coche sus amigos contemplaban la escena en silencio.

—Mart —dijo Iker rompiendo el silencio.

—Dime —contestó Martín.

—¿Tú crees que mamá y papá se van a divorciar?


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Si me dices que noWhere stories live. Discover now