No necesito un nuevo amor

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Magnus medio sentado en su cama, abrazando un cojín contra su pecho y sosteniendo una flecha en su mano.

Una imagen para nada extraña, o al menos no lo era si no se sabían los motivos que la causaban.

Podía parecer normal si no se escuchaban los sollozos de Magnus, si no se veía el mar de lágrimas que recorría sus mejillas, si no se sabía que apretaba el cojín con tanta fuerza pues sentía que su pecho se estaba desangrando, que su corazón se rompía fibra a fibra y que el objeto que sostenía en la mano, esa flecha, pertenecía al carcaj de Alec.

Ese mismo carcaj que ahora mismo estaba apoyado contra la cama pero casi vacío pues sus flechas estaban ahora en manos de su familia, cada uno había cogido una y todos la abrazaban entre lágrimas, al igual que hacia Magnus esa noche.

Pero ya daba igual que el carcaj se vaciara, daba igual que la cuerda del arco se destensara o que su traje de combate pareciera no poder aguantar ni una batalla más pues, realmente, no tendría que hacerlo.

Carcaj, arco, flechas, traje, botas, suéter, cazadora... Todos esos objetos rodeaban a Magnus Bane, que los observaba, los tocaba e incluso los olía y con cada uno de ellos veía miles de imágenes, recuerdos de más de 5 años.

Y todos ellos transmitían un único mensaje, parecían burlarse de Magnus, recordándole que su dueño no iría a guardarlos. Eran un recordatorio más de la muerte de Alexander Gideon Lightwood.

Magnus soltó el cojín y abrazó con más fuerza la flecha, como si el estrecharla entre sus brazos fuera a devolver a Alexander a la vida a pesar de que lo único que su acto consiguió fue abrirle una profunda herida en el antebrazo, pero a él no le importaba.

Habían pasado 17 días desde que su mundo se partió, 408 horas sintiendo como su corazón sollozaba el nombre de su nefilim en cada latido, 24.480 minutos sin verse reflejado en esos pedazos de cielo que le habían devuelto tantas veces las ganas de vivir, 1.468.800 segundos luchando por respirar pues, a pesar de querer morir, se negaba a hacerlo por Alexander.

Viviría, o más bien sobreviviría por él pues mientras Magnus siguiera vivo Alec también lo haría en su memoria, mientras el tono exacto de su pupila siguiera apareciendo en la retina de Magnus, mientras pudiera escuchar con total claridad su carcajada, mientras pudiera cerrar los ojos y ver ahí a su Alexander, tan claro y tan nítido como si de una fotografía se tratara, mientras todo esto sucediera, Magnus Bane seguiría respirando.

Se levantó de la cama sin descolocar ningún objeto y se sentó frente a su espejo. Se miró en él y no se reconoció, estaba demacrado, llevaba más de dos semanas comiendo lo justo para no desmallarse; durmiendo menos de una hora al día siempre despertando con lágrimas en los ojos y su nombre en los labios; completamente desmaquillado, con el pelo lacio cayendo sobre sus hombros.

Se movió y sin querer tiró su lápiz de la raya al suelo, se inclinó para recogerlo y, cuando volvió a mirarse al espejo este no le devolvió su rostro sino un recuerdo.

Vio a Alexander tumbado en la cama, jugueteando con un fular que Magnus le había dejado mientras este acababa de maquillarse.

El espejo reflejaba su rostro, alegre como nunca lo había estado y, a pesar de estar intentando maquillarse, sus ojos estaban fijos en Alexander y cuando sus miradas se cruzaron vio el adorable sonrojo del nefilim.

-Me gusta el efecto de la raya en tus ojos- dijo tímidamente- Los resalta y me hace querer fundirme en ellos, me hacen perderme pero a la vez me afirman que nunca podré perderme mientras ellos me estén mirando.

Aún con las palabras de Alec en los oídos Magnus destapó el lápiz y, con una maestría adquirida con el tiempo, perfiló la línea de sus pestañas sin importar que las lágrimas siguieran brotando de sus ojos.

Nuevamente escuchó la voz de Alec aunque esta vez el espejo reflejaba otra imagen, otro recuerdo.

Alec rodeaba a Magnus por la espalda, enterrando sus labios en la parte posterior de su cuello mientras que el brujo se quejaba de su pintalabios.

-Yo lo veo perfecto.

-Cariño, ambos conocemos tu sentido de moda, y eso incluye el maquillaje.

-Me da igual la moda, lo único que sé es lo hermoso que te ves ahora mismo, con los labios encarnados pero no demasiado rojos, dejando ver tu color natural pero dándole brillo a la vez. Me encanta cómo tus labios parecen llamarme para que los bese, como me incitan a estropear ese brillo tan equilibrado, a eliminar el pintalabios con los míos.

Destapó el pequeño tubo con un mano mientras con la otra repasaba sus labios, imaginando que los de Alexander se posaban sobre ellos, sintiendo su suavidad, esa mezcla que Magnus siempre había considerado imposible entre dulzura y pasión, entre amor y deseo.

Sus dedos fueron sustituidos por la barra de labios que, fiel a las palabras de Alec, no tapó su color natural pero le dio una luz preciosa.

Y así siguió maquillándose Magnus, entre lágrimas y recuerdos, escuchando las palabras de Alec. A la raya y al pintalabios le siguió la sombra de ojos, la purpurina y las joyas. Y entonces el corazón de Magnus volvió a llenarse con las palabras de Alec aunque esta vez no tenía ninguna intención de cumplir la petición del nefilim

"Mags, ambos sabemos que moriré antes que tú pero eso no quiere decir que tú debas hacerlo. Vive y sé feliz, tal vez mi muerte te duela los primeros días..."

-¿Tal vez?- murmuró con dolor Magnus mirándose de nuevo al espejo que ahora sí le devolvía su reflejo. Volvía a parecer él, maquillado y hermoso pero en sus ojos se veía la verdad, aquella que contradecía las palabras de Alec.

"Pero no puedes dejar que mi muerte te afecte demasiado. Encontrarás a alguien, alguien mejor que yo que te ame, que sea capaz de cuidarte y de brindarte la felicidad que mereces. No le cierres las puertas a un nuevo amor por mi recuerdo, Mags"

Magnus se levantó del tocador y arrastró sus pies hasta la cama donde volvió a coger la flecha de Alec, como si el estar en contacto con ella pudiera hacer llegar sus palabras al nefilim.

-Cariño, no tengo que volver a amar pues nunca he dejado de hacerlo. Estoy enamorado, sí, Alexander, escucha atentamente. Te prometí que no dejaría de creer en el amor y he cumplido mi promesa pues te amo con todo mi corazón y sé que mañana también lo haré, al igual que dentro de 100 años. Así que no, no necesito un nuevo amor pues el mío por ti es inmortal.

Y Magnus Bane cumplió sus palabras, los años pasaron y con ellos los lustros, las décadas e incluso un par de siglos. Y Magnus Bane volvió a salir con Catarina, y Magnus bebió y fue a algunas fiestas pero de todas ellas regresó solo o con la única compañía de su mejor amiga. Y siempre, por muy tarde que fuera o por muy cansado que estuviera, se sentaba en el sofá y narraba su día en alto, aunque no lo hacía para él sino para Alexander.

Y cada noche al cerrar los párpados veía su imagen, podía ver la tonalidad exacta de su pupila, cada una de sus cicatrices, la forma en la que sujetaba el arco, sus sonrojos, el arco de sus cejas... su imagen seguía nítida y vívida en su retina. Y cada noche lograba dormir arrullado por el recuerdo de la risa del joven.

....

Espero que os haya gustado, si tenéis algo que decirme o queréis que escriba sobre algún tema en particular (ya estoy trabajando en algunas de vuestras ideas) dejadlo en los comentarios.

➰nefilim➰

One Shots Malec/ Alec Y Jace(parabatai)Where stories live. Discover now