La proposición 2

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Magnus miró a Cat y se sorprendió al ver que ésta ya había abierto un portal y, con una sonrisa en su rostro, el brujo lo cruzó. Con la imagen clara de un tejado en Idris en mente.

Y esa imagen que estaba tan clara en su mente se mostraba ahora frente a sus ojos. Mira a su alrededor quedándose maravillado con el entorno que le rodea. Una preciosa puesta de sol se dibuja por encima del Gard y algunas estrellas empiezan ya a brillar en el firmamento, creando así un espectáculo precioso.

Pero todo eso desaparece para Magnus cuando ve a Alexander.

El nefilim está de pie, jugando con las mangas de su camisa. No iba muy arreglado, pero al menos no llevaba ninguno de sus suéteres agujereados; vestía una camisa blanca, unos vaqueros negros y sus botas, también negras. Su pelo, como siempre, iba despeinado. Sus mechones entremezclándose, pidiéndole a Magnus que enterrara sus dedos en ellos.

Se acercó a él y le acarició la mejilla, para después juntar sus labios en un tierno beso que era mejor que cualquier saludo.

     -Has llegado- susurró Alec cuando se separaron, aunque no demasiado. A pesar de que sus labios no se tocaban sus frentes sí lo hacían.

     -Claro que lo he hecho.

    -Temía que te cansaras de buscar- le confesó, aunque ese no era su mayor miedo.

Lo que nublaba el corazón del Lightwood en ese momento era la posibilidad de que Magnus se hubiera arrepentido, de que la noche anterior se hubiera dejado llevar por la emoción y su "pelea" y ahora, tras toda una noche para pensarlo mejor, se hubiera dado cuenta de que no quería casarse con él, de que no se imaginaba un futuro a su lado. Y Magnus vio esa preocupación por lo que trató de calmarlo un poco.

    -¿Creías que abandonaría sabiendo que tú me esperabas? Eso nunca pasará.

    -Me alegra oír eso- dijo provocando que ambos sonrieran.

En ese momento Magnus se fijó en la mesa que había detrás de Alexander, decorada con gran elegancia (cosa que ya agradecería a su cuñada). Tomó la mano de Alec para que ambos se sentaran, pero cuando lo hicieron no las soltaron, estas se quedaron sobre la mesa, uniéndolos.

    -Esto es precioso, Alexander.

    -¿Te gusta? Sé que has estado en miles de sitios mejores, que esto no es ningún lujoso restaurante pero...

    -Pero es perfecto- acabó la frase Magnus, apretando ligeramente su mano tratando de infundirle confianza.

Cenaron tranquilamente, observando el cielo y hablando de cosas sin importancia. Hasta que llegó el momento en que Alec tenía planeado pedirle matrimonio a Magnus, y sí, tenía un discurso preparado. Aunque lo habían escrito casi por completo entre Catarina e Izzy, que vetaban todas las ideas del pobre nefilim pues decían que se liaba demasiado.

Pero eso no importó, porque las palabras que salieron por su boca jamás tocaron ningún papel, por una vez le dio permiso a sus labios para dar palabras a los latidos de su corazón y, con este a mil por hora, comenzó a hablar.

    -Verás, Magnus, yo quiero.... Quiero asegurarme de que sepas que te amo, que sin ti mi vida no merecería llamarse así. Cada mañana, cuando despierto contigo entre mis brazos, cuando me miras con tus ojos entrecerrados por la luz del sol y me saludas con una sonrisa me siento el hombre más afortunado del mundo

Alec miraba directamente los ojos de Magnus, que brillaban solo por él. Y ambos se sorprendieron pues el nefilim no tartamudeó en ningún momento, estaba totalmente seguro de que las palabras que decía eran correctas porque así era como se sentía, y Magnus siempre había entendido sus sentimientos.

    -Cada segundo que paso a tu lado me hace amarte más. Y quiero seguir haciéndolo, quiero seguir descubriendo nuevas facetas tuyas; una nueva mueca por las mañanas, un nuevo conjunto, quiero estar presente para ver cada una de tus sonrisas que, a pesar de ser todas hermosas, son únicas. Y también quiero estar ahí cuando estés mal, cuando caigas y te rompas, cuando necesites llorar, gritar o simplemente alguien que te haga compañía en una tarde de silencio, porque las palabras nunca han sido necesarias entre nosotros.

Ante los ojos atónitos de Magnus Alec se levantó de la silla y se arrodilló frente a él, cogiendo sus dos manos entre las suyas.

    -Déjame amarte, por favor. Permíteme ser la persona que despierte cada día a tu lado, la que te haga olvidar todos tus problemas. Concédeme el honor de poder llamarte mi esposo el resto de mi vida, Magnus Bane. ¿Me concederías ese honor?

Con cada una de las palabras de Alec el corazón de Magnus iba latiendo con mayor velocidad, ya sabía que la finalidad de esa cita era pedirle matrimonio, es más, ya había aceptado. Pero el oír a su nefilim decir todo eso y tener la certeza de que sus palabras eran verdad hizo que su corazón perdiera el rítmico latido que otorgaba la inmortalidad.

Sus ojos comenzaron a lagrimear y levantó las manos de Alec para besar el dorso de cada una de ellas, una con la runa de Visión y otra con la tenue señal de a Runa de la Alianza.

Después levantó de nuevo la cabeza y miró a Alec, arrodillado frente a él y miró sus ojos cargados de amor, pero también vio miedo en ellos. Aunque eso no era nada nuevo, ese miedo siempre estaba ahí, sin importar lo que Magnus hiciera.

Y sabía perfectamente qué representaba: el miedo de Alec a perderle. A pesar de todo el tiempo que llevaban juntos Alec aún temía el echarlo todo a perder, seguía creyendo que no era suficiente o que algún día Magnus se cansaría de él. Y, mientras se arrodillaba frente al nefilim, maldijo a todas las personas que hicieron que la autoestima de Alexander fuera prácticamente inexistente.

     -Alexander, mi vida, te lo dije anoche y lo repito ahora: Sí, claro que quiero casarme contigo- separó una de sus manos y acarició la mejilla de Alec. El nefilim cerró sus ojos por un segundo, disfrutando de la caricia, y los volvió a abrir al escuchar la voz de Magnus- Quiero poder llamarte mi esposo durante el resto de mi vida. Y sé que tienes miedo, yo también lo tengo. Temo el perderte, el que alguna misión salga mal y no pueda volver a verme reflejado en esos precioso ojos. Pero haré que ese miedo desaparezca, al igual que tú has borrado todos mis temores. Jamás me iré de tu lado y mucho menos me cansaré de ti porque te amo, mi niño.

Tras estas palabras Magnus tiró un poco de las manos de Alec para poder abrazarlo y así se quedaron el resto de la noche, sobre ese tejado que los había visto renacer. Y ninguno de los dos habló, al menos no con palabras, pues sus ojos siguieron hablándose, mezclándose de una forma que ni ellos mismos entendían pero que sabían que se había convertido en el motor y soporte de sus vidas.

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Espero que os haya gustado y que fuera lo que esperabais.

Muchas gracias por leer esta historia.

Si queréis decirme algo o que escriba sobre algún tema en concreto dejadlo en los comentarios.

➰nefilim➰

One Shots Malec/ Alec Y Jace(parabatai)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu