-¿Sabes dónde se encuentra Agnes?

-No la he visto desde ayer en el entrenamiento, quizá aún siga en su dormitorio. – dijo esta vez bastante cooperativo.

Eran primeras horas de la mañana, así que posiblemente Carvin tuviera la razón, fue entonces que decidí ir en su búsqueda. Unos minutos después ya estaba frente a la puerta de su dormitorio. Me sudaban un poco las palmas de las manos por el nerviosismo y un cosquilleo conocido me embargaba el estómago. Pedir perdón nunca iba a ser sencillo para mí y menos si se trataba de solucionar un embrollo el cual yo había iniciado. Vacile unos segundos, pero al final cerré el puño y golpetee la puerta débilmente. No hubo respuesta, así que golpetee una vez más y con poco más de fuerza, fue entonces que se escuchó algo de movimiento de ahí dentro, unos segundos más y la puerta se abrió de golpe.

Mis puños se contrajeron casi de inmediato, la irritación me encendió y mi mandíbula se contrajo al punto de sentir dolor en mí ser antes apaciguado. No dudaba que pudiera estar rondándole la mayor parte del tiempo, más no tenía idea de qué demonios hacia aquí y porque estaba colocándose una camisa en su asqueroso semblante.

-¿Qué demonios haces aquí? – cuestiono con desdén.

Mis puños se sentían rígidos y mi boca bastante reseca por los pensamientos desagradables que de pronto me rondaban en la cabeza.

-¡No, ¿tú qué demonios haces aquí?! – contra ataque intensamente enfurecido.

-¡Es mi maldito dormitorio ¿dónde estaría sino?! – refuto.

Fue entonces que le empuje fuera de mi camino y me adentre a la habitación para terminar de ver que ahí se encontraban dos catres, uno perfectamente tendido y otra revuelto como si alguien hubiese estado allí. Todo el cólera se estaba formando en mi estómago de a poco.

-¿Qué? ¿A caso no sabías que dormíamos juntos?

-¡Cierra la maldita boca! – solté iracundo sabiendo que solo estaba provocándome.

El imbécil de pronto soltó una carcajada que me hacía hervir más la sangre, estaba tratando de controlar mi semblante, pero era demasiado tarde para que nadie pudiera vislumbrar lo afectado que me ponía solo de saberlo tan cerca de ella.

-Como ves, no está aquí, supongo que se ha ido a la ducha. – agrego demasiado sereno y con tono triunfante.

Lo asedie con mi peor mirada e intente salir de ahí para no atormentarme más con las inquietudes que me estaban matando el interior. Eso no significaba nada, estaba seguro que todo tenía alguna explicación.

-¿Te vas tan rápido? – cuestiono persiguiéndome.

Más yo no pude articular respuesta inmediata por el tensar de mí ser entero y lo único que hice fue regresar ágilmente, estampándolo en la puerta con mi antebrazo en su cuello. Ambos nos miramos con ira y él sujeto intento des afanarse.

-¡Escúchame bien, idiota! No te he molido a golpes porque tengo cosas más importantes que hacer, ya estas advertido. – amenace.

-¡Hazlo ahora, mal nacido, igual acabare contigo como lo hice antes! ¡Deja en paz a Erin o te vas a arrepentir! – lo hizo de vuelta.

-¡Deja de llamarle de ese modo con un demonio! – objete.

Dicho esto, lo solté violentamente e intente no caer en sus provocaciones, sin embargo antes de poder marchar realizo un ensamble rudo en mi hombro que me hizo volver y de inmediato restregué mi puño en su rostro, haciendo que aquel cayera en redondo al suelo. Pude haberme largado de ahí y solamente buscarla, hablar con ella sobre lo nuestro, sobre esta situación e ignorar las idioteces que había insinuado el imbécil. Esto tenía una maldita explicación y sabía que debía escucharla de su boca para aquietar mis demonios.

Return (en edición)Where stories live. Discover now