Padre e hija

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El encuentro con mi hermana fue un tanto desafortunado para mi gusto. Sé que ella jamás diría algo en vano, ¿pero por qué me quedó una sensación amarga? Quizás solo sea fruto de mi imaginación...

Pasado ya el confuso episodio, en la mañana siguiente, procedí a comentarle al geminiano los acontecimientos ocurridos mientras desayunábamos:

— Hay algo que es preciso que sepas.

Dime, soy todo oídos.

— Anoche mientras descansabas, tuve una visita sorpresiva. No daré muchas vueltas con el tema e iré directo al grano ¿Sabes quién era? mi hermana Artemis. Sé que suena algo fantástico mi relato, pero créeme. Vino a platicar conmigo.

— ¿Te refieres a la diosa de la luna? ¿porqué? ¿cuál ha sido el motivo de su visita?

— Pues, vino disgustada diciendo que mi padre no aprueba nuestra unión, pero... algo me dice que su acusación no fue del todo sincera, sentí más que todo que me regañó por algo personal. Yo he roto un viejo protocolo y ella se molestó mucho por eso. No lo considero algo importante a tomar en cuenta pero aún así quería que estés enterado de la situación.

Saga asiente con su mirada pero su expresión no encajaba con mi opinión. Luego se marcha al templo de Géminis. Me quedé impaciente ante su actitud pero aún así lo dejé ir, quizás va en busca del consejo de su hermano gemelo...

Recapacitando un poco y removiendo mi café matutino, admito que la actitud de Saga hizo replantearme mis dichos. Ahora me entró la enorme necesidad de comunicarme con mi padre. Aproveché la soledad del extenso Palacio para meditar y ver bien cual será mi próximo paso.

Pasadas las horas, en la medianoche e instalados nuevamente para dormir, Saga me abraza y me dice lo mucho que me ama. Nuevamente me rendí ante los encantos que mi amante ofrecía, para hacer el amor, otra vez. La situación vivida ante mi hermana no hizo más que aumentar mis deseos de fundirme más en él. Luego de un rato largo de relax e intimidad, me concentré en mis planes.

Me levanté en medio de la madrugada para dirigirme a las afueras del templo de Atena, precisamente frente a la estatua mitológica. Momentos previos al comenzar, me volteé hacia el Palacio, donde el hombre de mi vida reposaba apaciblemente. Después de una leve sonrisa, encendí mi cosmos para dar comienzo a mis oraciones.

— Padre ¿me escuchas? Soy Atena. Me comunico contigo a través de mi cosmos por una cuestión. He sido juzgada por seguir un camino distinto al que otras diosas del panteón han hecho desde tiempos mitológicos. Con ímpetu y orgullo, he protegido la Tierra que tú me otorgaste, con estrategia y sabiduría. He salido siempre triunfante en todas mis batallas... pero, seguir el mismo camino de lucha una y otra vez, no hizo que mi corazón también sienta el mismo fervor de ganar una guerra y esparcir justicia. Yo, llegué a un punto dónde internamente me sentí cayendo a un pozo. Algo fallaba en mí. En otras palabras, diría que me agobió transitar el mismo camino una y otra vez. No lograba sentirme feliz y satisfecha a pesar de mis victorias... Mirar pasar la vida otra vez en medio de mi nariz y resurgir en este mundo con un único propósito es algo que evidentemente no quería hacer más.

Mis ojos ya no podían contener más las lágrimas que deseosas estaban por salir. Miro nuevamente hacia el palacio de Atena y posteriormente me arrodille con angustia, mientras mi llanto tocaba el piso.

— Sé que tú lo vas a comprender, padre. En este tiempo que he residido en la Tierra, una persona ha llamado mi atención, un hombre afligido que transitó un destino muy oscuro y que intentó asesinarme el mismo día que renací en este mundo. Su nombre es Saga, es el Santo de Oro de la constelación de Géminis. Me enamoré y lo acepté tal cual es... ¿Sabes? El conocimiento de una persona se logra a través del trato frecuente, me refiero a un conocimiento profundo, y gracias a ello he descubierto a una persona maravillosa. Él ha llenado este vacío que he sentido en mi corazón, y estiró amablemente su mano para rescatarme de esa profunda fosa. Nunca me sentí tan completa y feliz como lo estoy ahora, padre. Si tú consideras esto una blasfemia, aceptaré sin reproches tu castigo...

La paz y serenidad se apoderaron de mí después de pronunciar palabras tan sinceras. Atena, la diosa de la guerra, ahora sólo desea la paz. Basta de juzgarme... Denme la oportunidad de ser feliz.

Saori Kido - Relato de una diosaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant