Santos legendarios

291 21 0
                                    

Después de tanto diálogo y de comer un nutritivo desayuno a bordo, al fin llegamos a destino. Ya en tierra, bajé muy entusiasmada por las escaleras del avión y casi tropiezo del apuro. Tatsumi me esperaba abajo para darme la bienvenida.

Mi señora, ¡que alegría verla tan bien y enérgica! La hemos extrañado muchísimo.

Y yo a ustedes, Tatsumi. Perdón por no haber podido llegar antes, es que tenía que atender unos cuantos asuntos en el Santuario. ¿Cómo se encuentran Seiya y los demás? ¿los has cuidado bien, verdad?

Por supuesto, y lo hice con gusto. Mmm... ¿quién es ese grandote que viene bajando las escaleras?

Saga aparece de golpe frente al pelón, y le replica:

Este grandote lo saluda cordialmente.

Perdone señor, ¡discúlpeme!

Saga, te presento a Tatsumi... Tatsumi, él es Saga de Géminis.

— ¡Ajá! Con que tú fuiste el instigador de la revuelta del Santuario... ¡Maldito canalla!

— ¡BASTA! ¡no permitiré más tus insultos! ¡vete inmediatamente de aquí!

El geminiano se encontraba nuevamente con su cara de lamento, mi esfuerzo por intentar hacerlo sentir bien por momentos se disipó.

— Discúlpame Saga, es que... él fue mi mayordomo desde niña, siempre ha sido sobreprotector y por lo visto hasta el día de hoy no perdió la costumbre. Estoy tan avergonzada que no puedo mirarte en estos momentos.

Descuida. No lo culpo por haber dicho tal cosa, ya que no mintió.

Ánimo, te ruego que no te desanimes. Ven conmigo, pasemos adentro.

Ya en la mansión Kido, todos los Santos de Bronce legendarios me dieron una calurosa bienvenida. La emoción de Shun se hizo notar fuerte con mi presencia.

¡Nos satisface verla tan linda y radiante! Todo fue por usted señorita Saori... Hemos pasado por tantas dificultades, por tantas peleas, estragos, sufrimiento... ¡todavía no puedo creer que triunfamos y salvamos el mundo!

Por eso tuvieron el máximo honor de haber sido sus principales escoltas, porque su valentía y humildad nos conmovió y orgullosos estamos de que sea así.

— ¿Ah? ¿quién dijo eso?

Saga hace su entrada a la mansión. Sorprendidos, se acercaron para saludar con entusiasmo al geminiano mayor. Después de hablar por horas y horas, hicimos un lindo banquete para celebrar nuestro reencuentro en grupo. Les comenté a todos sobre la resurrección de los Santos Dorados, y que ahora ellos residen en el Santuario conmigo.

Seiya, todos pueden ir cuando gusten a Grecia. Como Atena, mi lugar ahora está allá, junto con los Santos de Oro. Ya no podré hacerme cargo de la Fundación, así que quedaría en manos de Tatsumi. Quiero que vivan en paz y armonía, por eso, mi última orden será que se tomen un muy buen receso para desconectarse lo más que puedan. Pueden gastar todo el dinero que les plazca si así lo desean ¡lo tienen merecido!

Te agradecemos Saori por tu generosidad, pero... ¿qué harás tú?

— Tengo una misión que cumplir, por suerte Saga me acompañará para prestarme su ayuda.

Comprendo. Bueno... ya me está dando algo de sueño. La cena estuvo realmente deliciosa. Iré a descansar. Buenas noches.

— Adiós, Seiya.

— Ah, una cosita más, Saori: ¿ya no nos necesitarás más, verdad? Ahora que los Santos de Oro están contigo...

Jamás será así. Quiero que ustedes descansen y se olviden de todos los horrores que han tenido que pasar por mí. He tenido que soportar una carga muy grande al encomendar siempre a ustedes mi seguridad, ¿entiendes? Te suplico que no me juzgues mal.

El Pegaso emite una sonrisa.

— Recuerdo como al principio me caías tan mal. Te veía tan engreída, oscura y burlona... Hoy me alegro más que nunca que Atena sea una chica tan noble y espiritual como tú.

Saga, quien escuchaba con mucha atención mi charla con Seiya, abre los ojos grandes y comienza a contener un poco su risa.

¡Vaya! ¿Así que Atena era una engreída?

En ese momento, un calor repentino entró por mi cuerpo. Nuevamente sentía vergüenza, pero esta vez no fue por culpa de Tatsumi, ¡si no porque Seiya terminó por exponerme delante de Saga! Que bochorno... ¡no sabía para qué lado de la mansión escaparme!

Saga, tú no lo sabes, pero una vez, le dije a Saori que si ella sería realmente Atena, ¡el mundo iba a terminar perdido!

Comencé a asentir con la cabeza seguido de una risa algo nerviosa.

— Te lo contaré detalladamente. En ese entonces, Seiya junto con Hyoga, Shiryu y Shun se estaban enterando de mi presente reencarnación. Cuando Seiya me dijo eso, le contesté que era un cobarde y que se largue. Luego, un Santo de Plata que apareció de improvisto me da un buen golpe, me desmaya y me lleva por los aires con sus cuervos, y él tuvo que salir de mala gana a rescatarme... No niego que fui chiflada anteriormente, pero te juro Saga, que he aprendido mucho hasta el día de hoy.

— Saori, yo también he aprendido mucho, no lo olvides. Pero creo que yo estuve un poco más chiflado que tú.

¡Todo el mundo estalló en risa! Ese tinte humorístico de Saga terminó de alguna forma con esa vergüenza que sentía, ya que la misma se había esfumado por completo. Sin querer, me hizo aprender a reírme de mis equivocaciones. Esta ha sido una velada digna de recordar… ¡fue divertida e inolvidable!

Saori Kido - Relato de una diosaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin