Sermón divino

236 17 1
                                    

Después de nuestro encuentro íntimo, Saga reposa con sus largos brazos medio extendidos que ocupaban casi toda la cama. Me quedé observándolo un largo rato y a hablarle en un tono muy bajo, mientras una caricia mía recorría su rostro.

- Gracias por ayudarme a derribar muchos de mis prejuicios. Me hiciste entender que la vida es muy corta como para relegarte y no pensar en tus propios sentimientos. Has cambiado el sentido de mi vida y siempre estaré agradecida por eso... mi amor.

Después de unos hermosos días alejados del Santuario, volvimos nuevamente. Ya instalados con Saga en el recinto de Atena, en medio de la oscuridad de la noche, comienzo a sentir un cosmos enorme y particular acercarse. Volteo a mi lado y veo a Saga descansando normalmente, con la luz de la Luna entrando por el ventanal e iluminando tenuemente nuestro dormitorio.

Me levanto sin hacer el más mínimo ruido, tomo uno de mis viejos vestidos y me dirijo rápidamente a la sala del Patriarca a investigar por mí misma. Ese cosmos no pertenecía a ninguno de mis Santos de Oro, pero tampoco era amenazador... supongo que por ello, ninguno ha reaccionado.

Fui a sentarme en el trono del Patriarca e invoco el báculo de Nike cuando por fin la presencia se reveló. Veo a una figura femenina y encubierta abrir las grandes puertas del palacio. Posteriormente, quita su caperuza para revelar su identidad. Quedé estupefacta. Era mi hermana mayor Artemis, conocida como la diosa de la Luna y la caza.

- ¡Eres tú! ¿qué haces aquí?

- Hermana menor Atena. Seré franca y rápida. Tengo muy claro que no debo interferir en tus asuntos personales ni mucho menos pisar la Tierra que tú gobiernas y proteges, pero necesitaba verte lo antes posible para confesarte algo de suma importancia: nuestro supremo padre, está muy disgustado por tu conducta.

- No entiendo. ¿a qué conducta te refieres?

- Me refiero a tu apego sentimental con el humano causante de las desgracias que has tenido que transitar en tu vida.

- ¡¿Desgracia dices?! No me hagas reír. Dile por favor de mi parte que no interfiera en lo que no debe.

La diosa de carácter dominante me toma fuertemente del brazo, haciendo caer mi cetro dorado.

- ¡¿No entiendes o qué?! No acepta tus actos, lo considera una blasfemia total. He venido hasta aquí
en secreto para advertirte. Todo este tiempo te he estado vigilando en silencio como la luz de la Luna, y estoy de acuerdo con nuestro padre. Siempre me consideré amigable con las damas castas y puras... y si ahora te estoy regañando, es porque ahora estás sucia. ¡Ya que estás entrelazada con un tipo que te quiso derrocar en tu propio territorio!

- ¿En serio me crees tan ingenua? No me subestimes hermana. Siempre has sido una diosa estricta y derecha... has seguido tal cual las reglas de nuestro padre Zeus y nunca osaste desobedecerlo ¿no es así? Quizás se preocupa por mí y quiere cuidarme a su manera... pero, no creo que él sea ignorante de la situación de Saga y su largo camino de espinas y sufrimiento. ¿Quieres saber qué es lo que pienso? Pues me quieres amedrentar por otra cosa y no por esto.

- ¿Por qué estás tan serena? ¡termina ya con este absurdo juego de niña rebelde! Ya demasiado causaste con las disputas entre Poseidón y Hades. ¡No sigas agravando más la situación!

- Es que esto no lo considero grave, al contrario, me provoca gracia. Estoy en boca de todos sólo por estar enamorada de un ser humano. Que pena me da que te lo tomes tan mal. Mírate hermana, no te ves bien... tu expresión no es nada agradable.

La diosa de la luna se enmudece y me ve con cierta mirada melancólica.

- Tal como pasó con Poseidón y Hades... quien venga a imponerme algo que no quiero, desencadenará una guerra, y eso no te excluye a tí. No alimentemos la discordia entre nosotras. ¿Vale?

- Nada más quería advertirte para protegerte. Eres mi hermana menor y no deseo que seas víctima de tu propia rebeldía.

- No pedí tu protección, ni mucho menos que me entiendas. ¿Sabes porqué? La respuesta es sencilla: tú no crees en el amor. Tienes ese pensamiento tan triste y básico que el amor es una ilusión creada por los humanos para engañarme. No deseas ver más allá de tu propia nariz... ¿será que "tu notorio enojo" es admiración? ¿Me admiras porque yo me atreví a realizar cosas que tú jamás imaginarías hacer?

- No sé de que estás hablando... ¡basta!

- Vete de mi vista. Me considero con la capacidad suficiente para afrontar mis problemas, si es que los hay, por mi propia cuenta.

Artemis, quien al final no pudo contener su frustración, entre sollozos me dijo:

- Tu valentía es increíble, Atena. Ojalá yo pudiera ser aunque sea un tercio de lo que eres tú... Una verdadera diosa que se arriesga, pelea con todos y defiende a la Tierra con tenacidad y coraje, estando en contra de todos los pronósticos... Me voy con la tranquilidad de saber que ya eres una verdadera deidad y no una niña inmadura y sumisa como al principio. Aunque, debo admitir que me gustaba un poco esa mirada tuya llena de ingenuidad...

Sólo me limité a darle la espalda hasta que se fue. Creo que este es el principio de un largo camino que tendré que recorrer de la mano de Saga. Y cruzaremos esta tempestad, tal como dijo él aquel día en que me declaró su amor... Hasta que finalmente acepten que mi felicidad estará por siempre a su lado.

Saori Kido - Relato de una diosaWhere stories live. Discover now