Mirada de desconcierto

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En plena subida, camino al templo de Géminis, intentaba de alguna forma convencer a Kanon que Saga no iba a reaccionar como él pensaba.

Kanon, siento ansiedad en tí. No estés nervioso. Si fuera tú, no me preocuparía por la reacción de Saga. Créeme que desea verte, eso fue lo que me dijo. No siento que sea un hombre que falte a su palabra, sino todo lo contrario. Es cierto que muchas cosas malas han pasado entre ustedes, pero como te dije anteriormente... todo se soluciona hablando, entendiéndose y lo más importante: dejar el rencor atrás. Si ambos ceden, estoy segura que tendrán una relación sana, como cualquiera que ama a su hermano. No digo que sea fácil, pero tampoco es imposible. Confío en ello.

— Descuide, lo sé señora. Es que, Saga no es como yo, él era un hombre muy amable y cordial antes de que la corrupción lo dominase y tierno cuando era niño. En cambio yo... Fui como la manzana podrida que pudrió el cajón completo y usted lo sabe muy bien. ¡Siento que no merezco nada de esto! ¿Entiende? ni vivir, ni su compasión, ni mucho menos el perdón de mi hermano al que dañe tanto. Discúlpeme por favor...

Kanon da la vuelta para regresar. No me quedó mas remedio que ponerle mi báculo dorado en su pecho.

Temo que debo insistir. Todos hemos hecho algo malo en la vida, y ni yo estoy excluida de eso. De niña era cruel, soberbia y egoísta. Maltrataba física y verbalmente a quienes en el futuro me salvaron reiteradas veces. La vida me dio una lección muy dura y enfrenté mi destino. Superé mis obstáculos y aprendí como nadie. Tú vas a hacer lo mismo, porque eres igual de fuerte que tu hermano. Todos en este Santuario hemos tenidos altos y bajos, por eso ustedes están aquí de vuelta... para limar asperezas y que al final puedan vivir la vida en paz y lo principal: libres de mí, libres de enviarlos a las batallas, libres de derramar sangre... ¡ese es mi objetivo y así será!

Mientras hablaba, la voz se me quebraba. Es cierto que el motivo de mi angustia diaria era por eso, en mandar a la muerte a mis Santos. A tal punto que hasta llegué a cuestionarme mi derecho a dar órdenes, solo por la excusa de que "soy Atena".

Señorita, sus palabras me han conmovido el alma. Me encantaría darle un abrazo, pero no quiero parecer irrespetuoso con usted.

Puedes hacerlo, lo necesitas y sé que te hará bien.

Nos abrazamos sinceramente.

Nunca los dejaré solos. Esa es mi promesa, ¿vale? Continuemos avanzando que ya casi llegamos.

Minutos más tarde, ya teníamos el templo de Géminis en nuestras narices. Y Saga estaba afuera viéndonos llegar… ¡con sus puños apretandolos fuertemente!

Saori Kido - Relato de una diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora