Parte 93

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¡A disfrutar mis bellas florecillas!

Bohdan llamó al servicio de seguridad de inmediato e hizo que se llevaran a Dietrich a una de las habitaciones de palacio y le mantuvieran vigilado

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Bohdan llamó al servicio de seguridad de inmediato e hizo que se llevaran a Dietrich a una de las habitaciones de palacio y le mantuvieran vigilado. En algún momento había caído dormido y nadie sospecharía lo que había ocurrido, pero Bohdan se aseguró de que no le quitaran la vista de encima y sobre todo, que no se marchara de palacio.

—¿Qué harás con él? —pregunté en cuanto se lo llevaron de la habitación y comenzó a desvestirse.

—Ahora mismo lo único que me apetece es rebanarle el cuello por lo que ha intentado hacerte o más bien hacernos —rugió.

—¿Le contarás a tus padres lo que nos ha confesado? —pregunté con cierto tacto acercándome hasta él.

—No —negó sorprendiéndome—. No quiero causarles aún más dolor hasta investigar lo que realmente ocurrió. Saber que la muerte de mi hermano no fue un accidente implica que hay un culpable detrás, una o varias personas que por alguna razón querían ver muerto al heredero de la corona de Liechtenstein —aseguró.

—¿Y si tú también estás en peligro Bohdan? —gemí—. ¿Quién podría desear que tu hermano muriese? —pregunté conmocionada.

—Nadie salía beneficiado más que yo con su muerte —dijo con pesar—, pero si yo muero, el siguiente en la línea sucesoria sería Dietrich salvo que se aprobara le ley salica y ascendiera al trono mi hermana.

—Pero él no fue... —jadeé.

—Tal vez Adolph ocultaba algo, tal vez estaba metido en líos y yo no lo sabía —dijo sentándose sobre la cama y llevándose las manos a la cabeza.

—Quizá —susurré acercándome a él y colocándome de rodillas en el suelo frente a él acariciando sus brazos—, pero debes tener cuidado y más aún si descubren que sabes que no se trató de un accidente y estás investigando.

—¿Te preocupa lo que me pueda ocurrir Celeste? —preguntó alzando la vista para mirarme fijamente a los ojos.

—Por supuesto que me preocupa —admití.

—¿Por qué? —gimió—. Solo te he traído problemas y complicaciones desde que viniste —añadió con pesar.

—No todos los días se le ofrece a una la posibilidad de vivir en un palacio y convertirse en princesa —dije sonriendo para tratar de animarle y al parecer lo conseguí. Al menos parcialmente.

—A veces me pregunto porque no has salido huyendo de este lugar... —mencionó con voz ida acariciándome la mejilla.

«Porque tú estás aquí... porque quiero estar donde tú estés»

—¿Y dejar que tu madre se salga con la suya?, ¡Ni hablar! —ironicé—. Además, si no me hubiera quedado tal vez nunca hubieras descubierto lo que esos dos tramaban en tu contra y lo que Dietrich escondía sobre tu hermano.

De Plebeya a Princesa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora