Parte 85

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¡Mis bellas florecillas!

Disfrutad que dentro de poco se acerca la tormenta hahahaha
(se avecina una buena... yo que vosotras me ponía el cinturón de seguridad)

Me frotaba las manos sudorosas, a pesar de estar en pleno verano y que en mi pueblo haría más calor que asando pollos al punto de poder freír un huevo solo con sacar la sartén a la calle, allí era tolerable, es más, dentro de palacio hacía fresco

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Me frotaba las manos sudorosas, a pesar de estar en pleno verano y que en mi pueblo haría más calor que asando pollos al punto de poder freír un huevo solo con sacar la sartén a la calle, allí era tolerable, es más, dentro de palacio hacía fresco... si era así en verano, no me imaginaba como sería en invierno, seguro que hacía más frío que cazando pingüinos en bragas.

—¿Seguro que no se habrán perdido? —pregunté por enésima vez a Bohdan que parecía tranquilo e impertérrito allí de pie cruzado de brazos a mi lado.

—No te preocupes, no han estado solos en ningún momento —contestó con una media sonrisa.

A ver... si tengo en cuenta que es la primera vez que salen del país y que no entienden un pimiento de alemán, preocuparme es poco... más bien me acojona, y más mi madre, que a la mínima le llama la atención cualquier tontería y se queda atrás, perdida y sin saber ni donde está. Al menos me quedaba el consuelo de que mi hermana sabía algo de inglés y que según Bohdan, no han estado solos en ningún momento.

En cuanto vi aparecer el vehículo entrando respiré tranquila, aunque eso significara que la tierra me tragara como a mi madre le diera por hacer de las suyas, pero bueno... ¿Qué más dá? Total... para el tiempo que me iba a quedar estar allí, si la supuesta boda era en Octubre, la supuesta ruptura debería ser antes, por lo que la cuenta atrás de dos meses y medio había comenzado.

Bohdan me tendió la mano para ayudarme a bajar las escaleras aunque no lo necesitara, pero esos detalles que le hacían ser tan perfecto, tan caballeroso, tan... príncipe; eran los que más me enamoraban, además de esa tableta de chocolate y esos ojos que me quitaban hasta el sentido, los sesos y cualquier rastro de lucidez.

—¡Oioioioioioioioi! —escuché a mi madre mientras se bajaba pero en vez de mirar al suelo para ver donde ponía el pie solo tenía ojos para el edificio que tenía en frente—. ¡Niña, ezto no é un castillo cuarquiera, ezto é un palasio de lo que solo se ven en la tele!

—¡Hola mamá! —exclamé disimuladamente.

—Migue... er marío de tu hija tá forrao —gimió en lugar de saludarme—, ya te dije yo en su día que eso ojo que le salieron der agua der má ese ar que fuimo, iban a darle un güen partío (ya te dije yo en su día que esos ojos que le salieron del agua del mar ese al que fuimos, iban a darle un buen partido)

—¡Mamá! —grité regañándola.

—¿Qué? —dijo ahora pareciendo notar mi presencia—. E qué hija mía... eto no se ve to lo día (Es que hija mía... esto no se ve todos los días)

—Señora Efigenia —pronunció Bohdan con una sonrisa en los labios y yo recé para que no hubiera entendido un carajo.

—¡Ay!, ¡Que no tabía vizto!, ¡Ven acá pa cá! —terció mi madre haciendo que Bohdan se tuviera que agachar para darle dos besos.

De Plebeya a Princesa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora