Parte 4

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¡Que disfrutéis del capítulo bellas florecillas!

Los asientos eran de dos en dos, por lo que me había adelantado para ser yo la que viajara con un extraño al lado o de lo contrario no estaba segura de llegar vivita y coleando

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Los asientos eran de dos en dos, por lo que me había adelantado para ser yo la que viajara con un extraño al lado o de lo contrario no estaba segura de llegar vivita y coleando. Además, quería dormir, leer, más dormir y escuchar música solo que para mi desconsiderada suerte, me toco un compañero de asiento que el termino "invasión de espacio" le era completamente desconocido.

En mi vida catorce horas fueron mas tortuosas y largas; aquel niño de ocho años era un completo torbellino andante. No me extrañaba que la nueva generación fueran unos ninis que ni estudiaban ni trabajaban, su madre pasara de él como de limpiar el polvo, acepto que yo no soy madre, ¿Pero que clase de mujer no regaña a su hijo cuando está chillando y corriendo por el pasillo de un avión?

«Dios dame paciencia, que juro que mato a alguien» Fue mi mantra durante aquellas catorce horas.

¿Qué si dormí?, si cuentan los veinte minutos hasta que aquel crio del demonio me tocó las tetas como si estuviera cogiendo naranjas del árbol y despertándome de sopetón si, dormí (vamos, que no dormí una mierda). Pero no pasaba nada, ¡Estábamos en las Vegas! Aunque fuera una zombi andante con pelos de loca.

La suite del hotel era increíble —por una vez había hecho algo más que decente— me dije a mí misma hasta que vi que solo tenía un mísero baño para las cinco. Bueno, cosas peores nos habían pasado.

Decidimos salir para tantear la ciudad, al menos, probar los casinos y de paso comer algo. Las luces de la ciudad impresionaban junto a aquellos edificios, nunca me atrajo el juego de azar, pero con la emoción del momento me apetecía apostar como en las películas de 007 en las que dices "todo al rojo" con voz ronca y con esa musiquilla en tensión expectante ves como gira la ruleta a cámara lenta hasta que sale el color rojo ganador. Pero olvidaba que en mi caso, no nací con una estrella en el culo, así que me quedé más pela que una pava en navidad en cuestión de diez minutos, así que terminamos como a las seis de la mañana tomando smothies de sabores dulces en un bar rollo años cincuenta, riéndonos de los chistes más absurdos que había contado el marido de Mónica.

«Esta noche, es tu noche Celeste» Me dije mirándome al espejo fijamente. Nos habíamos levantado tarde y apenas nos dio tiempo de hacer ruta turística por la ciudad, por lo que decidimos arreglarnos pronto para aprovechar al máximo la noche.

Saqué el movil del minúsculo bolso, eran las dos de la madrugada de allí, pero me fijé en el mensaje que tenía con los pases de invitación a una discoteca selecta que había en la ciudad, una donde sin duda, sí habría mercancía decente que catar. Arrastré a mis amigas hasta allí desde el tugurio en el que nos encontrábamos que comenzaba a ser más que deprimente, por suerte no estaba muy lejos y cuando entramos a esa discoteca supe que la noche iba a cambiar...

Las camareras se paseaban con unos botecitos que parecían probetas de ensayo cuyo contenido brillaba en la oscuridad. Sinceramente, me importaba un cuerno si eso era legal o no, quería beberme al menos ocho botes de esos de color hipnótico, esperaba que aquello fuera lo bastante fuerte.

De Plebeya a Princesa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora