Barbie 42

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 -No, no puedo hacerlo. –le digo a Betsy mientras tratamos de meternos en una fiesta sin invitación.

-¡Oh vamos Barbie! Sé que puedes hacerlo. Solo tienes que hablarse coquetamente al guardia, y nos dejará pasar. –me dice implorándome. La fulmino con la mirada por decirme puta, aunque no me la haya dicho, me siento como una.

-No me mires así, Barbie. Tu eres la...

-¿Puta? ¿Me estás diciendo puta? –le digo molesta.

-No, quiero decir que tú eres la avispada. Obviamente yo no podría hacerlo. –tuerzo los ojos y me dirijo hacia el guardia. Que por cierto está del asco. Ni siquiera me dan ganas de coquetear. Es muy gordo, y enano. Arrugo la nariz, y me acerco, pero rápidamente sale mi sonrisa junto con el brillo en mis ojos.

-Hola, lindura. –digo melosa mientras acaricio el dobladillo del cuello de su camisa. –Me preguntaba si podemos pasar mi hermana y yo. –la señalo a Betsy al otro lado  mientras hago un puchero, y me mira confundido. Me hace una cara de molesto, y rápidamente me pongo seria, y trago saliva. –Por cierto, Soy Betsy, mi hermana gemela es Barbie. –vuelvo a señalarla, y ladea la cabeza frunciendo el ceño.

-Do you speak spanish? –le pregunto. trago saliva y lo miro avergonzada.

-No spanish? –vuelvo a tragar saliva, y miro al suelo. Suspiro decidida, y vuelvo a mirarlo.

-¿Podemos pasar, sí o no? –vuelvo a preguntar un poco más fuerte, con mi mano en la cintura.

-No. –me llevo la mano a la boca, y reprimo un OH.

-Si hablas español. Por un momento pensé que eras mudo, luego pensé que no entendías, y al último pensé que eras sordo. –me rió, y lo miro. No le hace malditamente nada mis comentarios. Ni siquiera cambia la posición de su cara. Ni una sonrisa, nada. Vuelvo a ponerme seria, y lo miro con un puchero.

-Mira grandote. Este es el trato. Si nos dejas pasar, te dejaré que te lleves a Betsy. –la vuelvo a señalar- todo un día entero. –sonrío orgullosa de mis tácticas.

-¿No que tu eras Betsy? –pregunta molesta.

-¡Oh sí! –trago saliva –Ya sabes, es que somos gemelas… y… se me confunden los nombres. –me encojo de hombros, y me mira confundido.

-¡SIGUIENTE! –grita mirando hacia atrás, y soy tumbada hacia un lado por una gorda mal teñida con cara de diablo. Lo fulmino al gordo con la mirada, aprieto mucho mis puños, y me giro con un suspiro molesta.

Camino hacia Betsy que se está comiendo las uñas, nerviosa porque nos puedan meter a la cárcel por infiltradas.

-De vuelta a casa.

-¡No! –me dice molesta, y se dirige hacia el gordo.

-Mira grandulón.  –Lo apunta con el dedo- No me vestí como una hora, me maquillé como puta, mis zapatos duelen como el infierno, y tengo una maldita tanga que me hace caminar como si tuviera un palo, para que vengas a decirme que NO PODEMOS ENTRAR porque no tenemos una maldita invitación. ¿Cuál invitación? Si solo teníamos que comprar una puta entrada, ¡QUE YA SE ACABARON! Toma tu maldita plata de la entrada, y hazte a un lado, que quiero divertirme. –le tira la plata de la entrada en la cara, y el grandulón solo la mira con rabia.

-¡Seguridad! –dice el grandote en su woki toki. Abrimos los ojos como platos, y betsy recoge su plata del suelo.

-Esto no se queda así grandulón. –vuelve apuntarlo con el dedo, y salimos corriendo.

Corremos riéndonos como unas locas por toda la calle, en tacos, maquilladas, y con mini vestidos.

-No puedo creer que le hayas dicho eso. –le digo riéndome.

-Alguien tenía que decírselo.

-Sí, y luego salir corriendo.

Se encoge de hombros mientras paramos y suspira –Ya está. –Dice tranquilizando su respiración- ¿Sabes de otra fiesta?

-Uhm… no. Pero todos los días hay fiesta.

-¿Y sabes de una?

-¡Oh mierda! ¿Cómo pude olvidarlo? –Digo cogiéndome la cabeza- Hoy es el cumpleaños de la hermana de Ben. –veo que suspira, y la miro confundida.

-¿Qué? –pregunto.

-¿No sabes de otra?

-Solo no le digas nada, y ya está.

-No es eso. ¿Crees que me deje entrar?

-¿Por qué no te dejaría?

-No lo sé…

-¡No seas ridícula! Aparte estará Rick, porque su hermana es la mejor amiga de Jennifer.

-¿Quién es Jennifer? –me mira arrugando la nariz. Tuerzo los ojos, y suspiro.

-¿Acaso no conoces a nadie?

-Parece que no. –dice encogiéndose de hombros.

-Es la hermana de Ben. Ahora vámonos. –la jalo del brazo hacia el estacionamiento de la fiesta a la que no fuimos permitidas a entrar, y entramos a mi auto, con destino a la casa de Ben. 

LAS GEMELAS McDylanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora